El correr metálico de la moneda desde la ranura hacia el fondo de la caja de madera se convierte en tintineo al caer sobre un lecho de más calderilla que sirvió para iluminar otras velitas de la iglesia. El crujir de los bancos de madera donde se aposentan los fieles. El golpe solitario de una muleta al presionar la tarima. El tenue canto eclesiástico de los altavoces. El chasquido de un mechero prendiendo cirios. El bisbiseo de creyentes y/o morbosos al contemplar la calavera de Santa Teresa de Jesús (1515-1582) tras 111 años oculta. Detrás, en el retablo, el brazo y el corazón. Los pequeños sonidos reverberan en el pretendido silencio de la basílica de la Anunciación de Nuestra Señora del Carmen en Alba de Tormes (Salamanca, 5.100 habitantes), donde las reliquias de la religiosa, pregonadas como incorruptas, se exponen entre expectación y parafernalia: la fe y la curiosidad atraen a miles de personas hasta que el domingo 25 de mayo vuelvan al reposo no tan eterno.
Un grueso cordel impide a los visitantes arrimarse a la urna que protege a la santa. Prohibido fotografiarla. Los más interesados ganan ángulo poniéndose de puntillas y desafiando a su centro de gravedad; otros asistentes prefieren arrodillarse y rezar; decenas de feligreses se santiguan; los ancianos agachan la cabeza y musitan; los jóvenes o cruzan sus manos o las guarecen en los bolsillos; algunos niños se asombran al ver lo más parecido a una momia que jamás hubieran imaginado. El relicario, ubicado en el crucero de la planta de cruz latina del templo, contiene el cráneo, elegantemente acompañado de la vestimenta de la religiosa, y de él destaca una sólida mandíbula, con una pieza dental en el carrillo izquierdo, bajo las cuencas oculares vacías y los tonos marrones de los centenarios huesos. Una cámara de televisión ocupa el púlpito cual orwelliana metáfora de los nuevos tiempos de la religiosidad, fuente de debate entre quienes se abstraen unos instantes de su visita para reflexionar sobre el acontecimiento.
Juanma Caballero, de 34 años, ha llegado a Alba con unos amigos aprovechando el festivo de Madrid de este jueves. Dos de ellos, católicos, marcan el día como hito espiritual; los otros se ciñen a lo histórico. “Mi abuela le tenía muchísima devoción y me ha removido internamente, tengo familia carmelita y me apetecía venir, está muy digna y mueve a la oración y al recogimiento”, explica el malagueño de cuna. “La muerte siempre genera atracción, hay algo de morbo en ver un cuerpo tantos siglos después”, admite. Su juventud contrasta con las 92 primaveras de Serafina Prieto, de la cercana residencia de ancianos de Sieteiglesias de Tormes. Orgullosa, medias largas y bastón firme, evoca a su abuela, del siglo anterior a la del muchacho: “Estoy emocionada, a mi abuela le gustaba mucho y al final lo que no ves no te da fe”. Los brasileños residentes en España Daniela Gusmao y Fabio Teixeira, de 41 y 48 años y tres hijos, meditan sobre el exhibicionismo espiritual de mostrar huesos sagrados. “Si cogemos la mentalidad actual, es puro espectáculo, pero es verdad que en la Edad Media se sentía así, aunque hoy es raro”, apunta ella. Él destaca que “en el catolicismo es importante el cuerpo, la materia, y es importante este culto al cuerpo incorrupto”.
Llega el turno de cinco monjas. Una cuchichea junto a su vecina y se toca la barbilla, como indicándole a la otra la buena conservación ósea; otra, aislada, se acaricia instintivamente el mentón, también sorprendida por los notables rasgos de Santa Teresa. Un reciente estudio científico de especialistas italianos y australianos ha revelado que la venerada presentaba un rostro “armónico, sereno y dulce” a sus 50 años, amén de 158 centímetros de estatura, altura llamativa al contemplar el reducido tamaño de las reliquias pero achacable a la merma del paso de los siglos. Las hermanas prosiguen la ruta hacia el retablo, a cuyo lado izquierdo se halla el brazo y el corazón a la diestra. “SS [Su Santidad] Clemente IX prohibió bajo pena de Excomunión coger nada de la reliquia del Brazo de Santa Teresa de Jesús”, amenazan letras doradas bajo la extremidad izquierda, cuyas fibras óseas presentan grosores distintos y se percibe el ángulo del codo. La comitiva de túnica negra se detiene ante el corazón, menudo, marronáceo, custodiado en una ornamentada urna. “¡Está momificado, si no no estaría, no existiría!”, admira la hermana que antes se fijaba tanto en la mandíbula. Al preguntarle, abunda en la categoría del asunto: “Esto es una historia y un legado, está vivo pero está muerto, es el legado que nos deja Teresa”. La religiosa se despide con un comentario desasosegante: “He enterrado y desenterrado a muchos muertos y solo hay huesos, no corazones. Es un misterio”.

El recorrido por la basílica dispone varias huchas con el cartel “Donativos” y en un edificio exterior, una excursión de surcoreanos, con el mazo dando, se deja los cuartos en la tienda para que su líder bendiga y bese las cadenas y pulseras de la ocasión. Al salir, otro puesto surte de recuerdos, baratijas, colgantes, estampitas y toda suerte de evocaciones de Teresa. El “ping” de la caja registradora se une al orfeón de sonidos de la mañana. “¡Tres pulseritas de las de Santa Teresa de Jesús!”, pide un devoto. “Ping”, replica la cantarina caja de los bares de la plaza, donde sus camareros celebran los ingresos “forasteros” en tabernas usualmente tranquilas. Una columna de 24 prohombres de la comunidad y del clero, solo ocho mujeres, se cita ante los soportales, día este jueves de actos institucionales. Fotos, cámaras, sonrisas, ceño fruncido del paseante Jesús García, albense de 69 años, “creyente en el Evangelio y en Jesucristo, en estas tonterías no”.
El también pescador, de lucio y carpa, reniega del “sacrilegio” de exhibir a la religiosa: “Los del pueblo estamos acostumbrados a una imagen incorrupta, pero al verla así se nos ha difuminado. Yo sabía cómo estaba porque me lo contó mi abuelo, pero hay gente que la ve y dice ‘¿qué es esto?”. El salmantino cree que los lugareños reniegan de este “sacadero de dinero con cosas estrafalarias”. Como ejemplo, las reverencias cuando se asoma el duque de Alba entre los engalanados trajes militares y solemnes tricornios de la camarilla desplazada. El 24 por la noche, horas antes de clausurar el sepulcro, Teresa será procesionada y se abrirá una vigilia pública. “Este cristianismo no se parece a lo que dijo Jesús, no hace falta sacar a un cuerpo pocho, a un creyente no le hace falta”, enfatiza, antes de replegarse: no solo se corrompen las reliquias.
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