El detrás de escena del musical La novicia rebelde en el Teatro Municipal de Santiago es un montaje paralelo. La coreografía en las sombras es tan exacta que la vestuarista responsable de cambiarle la ropa al personaje de María -cuenta con 11 cambios- va contando los segundos en voz alta al interior de un toldo instalado a un costado del escenario, porque a la actriz no le da tiempo de ir a su camerino. En uno de los intercambios tiene apenas 40 segundos para cumplir la hazaña. Y es que dentro de las particularidades de la mega producción del director de escena español Emilio Sagi, basada en la clásica película dirigida por Robert Wise, está que cuenta con 350 prendas confeccionadas especialmente para los dos elencos chilenos de cantantes y actores -salvo un integrante, español- han copado las dos semanas que ha estado en cartelera y que tiene su presentación final este sábado en el principal teatro del país.
Antes del arranque de la función del pasado martes, los siete niños que interpretan a los hijos del viudo capitán Georg von Trapp, la mayoría provenientes de coros y que audicionaron para conseguir sus respectivos papeles, entrenan sus voces en medio del escenario que simula las colinas de Salzburgo, con las 1.500 butacas aún vacías en el imponente teatro. Quienes representan a las monjas de la abadía de Nonnberg, muchas de ellas hombres, elongan debajo de sus hábitos confeccionados a medida en la oscuridad. Desde los camarines se escucha a la soprano chilena Vanessa Rojas, quien encarna a María, ensayar a todo pulmón The Sound of Music. La actriz chilena Gaby Hernandez, de 86 años, se pasea lista de Frau Schmidt. Confiesa que se pone nerviosa porque viene del teatro y la televisión, pero que le encanta probar cosas nuevas. Además, está encantada de trabajar con Sagi, su amigo desde la década del 70, cuando se conocieron en España. Fue él mismo quien la llamó hace un año para asignarle su papel.
El ambiente es alegre y distendido, como la melodía de la propia obra de teatro musical, la primera en su tipo que se presenta en el Municipal de Santiago en 15 años. Fue tal el interés del público y las buenas críticas a la obra estrenada en 2009 en el Teatro Châtelet de París, con otro elenco y músicos, y presentada por primera vez en Latinoamérica, que añadieron dos funciones extras el lunes y el martes pasado que…también se agotaron rápido.
El cantante lírico chileno Javier Weibel, quien da vida al capitán von Trapp, el patriarca de la familia austriaca, comenta que ya se disiparon los temores del comienzo producto de lo vertiginoso que es el ritmo de la obra y ya está todo controlado. El hombre de la ópera está acostumbrado a otros ritmos: “Un acto entero puede ocurrir en un solo espacio. Acá, el primer acto ocurre en siete lugares distintos: se sube algo, se cierra algo, baja algo. Primero es la abadía, después son los campos, es la casa de von Trapp, es la pieza de María, son los jardines de von Trapp. Todo se va transformando en cosas de segundos”.
Toda esa metamorfosis, con barras colgadas a los techos que sostienen hasta ocho toneladas, es obra del escenógrafo Daniel Bianco. El escenario está tan lleno, que no hay espacio para que los actores pasen de la entrada sur a la norte por detrás. Hay un pasadizo subterráneo que las conecta, pero obliga a bajar y subir una escalera empinada con el reloj en contra. A Vanessa Rojas, por ejemplo, le da miedo caerse con los tacos y los vestidos que utiliza, por lo que en un cambio de escena sale del espacio del escenario a un callejón exterior. “Prefiero correr recto y derecho por fuera”, comenta entre risas.
Laura Rojas, vestuarista desde hace 14 años del Municipal, cronometró durante los ensayos el tiempo que tendría pasar hacer los cambios. “El más rápido es en 40 segundos. Tenemos el de novicia, que es un minuto y medio, y el más calmado son seis minutos”, apunta. Le gusta que sea así porque la adrenalina es su motor.
Rojas y Weibel son pareja en la vida real, lo que les permitió ensayar juntos los libertos desde que llegaron a sus manos en febrero. Para ambos supuso un desafío participar del teatro musical donde, a diferencia de la ópera, hay muchos textos sin melodía. Ellos, en su hogar, le dieron el ritmo inicial y también practicaron ese primer baile en el que se miran de una forma distinta. Un factor que explica parte del éxito es que las canciones son en inglés y los diálogos en español. Las melodías de la película están en el ADN de gran parte del público. En cuanto Pedro-Pablo Prudencio, residente de la Orquesta Filarmónica de Santiago y director musical de la obra, daba las respectivas señales, los espectadores se ponían a tararear o llevar el ritmo con sus piernas. Los más pequeños, quizá ajenos a la música de Richard Rodgers, quedaban hipnotizados con la trama y los personajes, varios de ellos interpretados por niños de sus mismas edades.
Durante la obra los actores miran en unas pantallas detrás del escenario lo que ocurre tanto en el tablado como en el público. No existen teléfonos móviles y la concentración es máxima entre los tramoyas, técnicos, asistentes. Al acabar la función la ovación mayor se la lleva la octogenaria y legendaria actriz Gaby Hernández, la única a la que la aplaudieron apenas salió a escena. El elenco recibe varias veces el aplauso cerrado del público. Tras bambalinas comentan que hay algo especial entre los espectadores de este martes. Al tratarse de una de las dos funciones que añadieron, reciben su cariño como el de alguien que realmente quería asistir y lo consiguió. También varios esperan que, por el inmenso trabajo y recibimiento, La novicia rebelde de Sagi vuelva a cartelera.
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