La niña atropellada el lunes por el coche del director de la Policía Municipal de Madrid se llama Aitana, tiene 10 años y está postrada en una cama de su casa con las dos piernas inmovilizadas. La derecha tiene una fractura en el tobillo; la izquierda presenta una posible rotura en la rodilla, aunque dos radiografías en esa zona no han sido concluyentes y debe esperar a que baje la hinchazón. Nadie del Ayuntamiento ha llamado a sus padres para preguntar cómo se encuentra, pero la pequeña se contenta con el cariño de sus amigos de clase que la visitan por las tardes y le han escrito mensajes en la escayola. “Te han atropellado, pero no he sido yo”, le ha puesto uno.

La gravedad de la lesión sufrida por la menor sugiere nuevas irregularidades en la gestión de este accidente, que fue revelado este jueves por EL PAÍS. Fuentes policiales indican que debería haber intervenido un equipo policial de expertos en accidentes para investigar si el coche circulaba a alta velocidad debido a que la víctima del atropello precisó hospitalización y a que un coche policial se vio involucrado. La patrulla que hizo el parte de accidente ni siquiera entrevistó a la madre, Johanna Cepeda, según afirma ella. Además, este periódico ha visto el parte de lesiones que elaboró un sanitario del Samur y que contiene una extraña expresión que levanta suspicacias: “atropello a muy baja velocidad”. Johanna, que acompañaba a su hija en el momento que fue arrollada, dice que el coche circulaba muy rápido y que la ambulancia llegó después de los hechos, de modo que los sanitarios no pudieron ver lo sucedido.

El Ayuntamiento ha intentado tapar lo sucedido. Dos días después, los gabinetes de prensa de Emergencias Madrid y de Policía Municipal no localizaban los hechos en sus bases de datos. No aparecía ni ese parte de lesiones con expresiones sospechosas ni el parte de accidentes, que según las normas del cuerpo debía haber subido al sistema en menos de 24 horas. Un portavoz admitió el atropello después de que este diario le comunicara que había hablado con numerosos testigos. Algunos habían identificado como copiloto al director general del cuerpo, Pablo Enrique Rodríguez. El coche era conducido por el inspector que suele transportar al máximo responsable.

Lugar en el que se produjo el atropello, a la altura del número 28 del paseo de Extremadura.

El portavoz también intentó rebajar los hechos y subrayó que la niña solo presentó “lesiones de carácter leve”. A esta confusión contribuyó que un testigo, un comerciante de la zona, aseguró enfáticamente haber visto a la niña marcharse de la mano de su madre tras ser atendida por el Samur. Lo cierto es que la ambulancia se llevó a Aitana a las urgencias del Hospital Clínico, donde según los padres estuvo ingresada hasta casi la medianoche.

Los policías que suelen intervenir en estos casos pertenecen al Equipo de Investigación de Tráfico (Equipo IT) de la Comisaría de Policía Judicial de Tráfico. Estos expertos rellenan un atestado, un documento más elaborado que un parte de accidente, que se basa en fotos, croquis y entrevistas a las partes y testigos.

“Me pasó por delante de mí o por detrás”

El atropello se produjo durante los primeros momentos de confusión por el gran apagón del lunes. Johanna había recogido a su hija del colegio y ambas cruzaban el Paseo de Extremadura, una vía ancha que sale de la M-30 en dirección suroeste. Iban al encuentro del abuelo Fernando, que esperaba una larga cola en un bazar con la idea de comprar velas para la noche. Johanna asegura que cruzaron la calle por el paso de cebra a la altura del número 28. El semáforo, como todos los de Madrid, había dejado de funcionar. El golpe se produjo en el sexto y último carril antes de llegar a la otra acera. Es un carril reservado para Bus y Taxi. Por allí pasó el Skoda Superb sin distintivo del jefe policial.

Aitana solo se acuerda “un poquito” de lo sucedido. “El coche no iba muy lento”, dice sentada en el sofá cama desplegado en el salón, donde duerme desde el lunes porque es más práctico para la familia debido a la dificultad para transportarla en brazos. Aún no han conseguido una silla de ruedas. “Me pasó por delante de mí o por detrás”, dice ella confundida.

“Me caí”, continúa, “mi madre me ayudó a estar en la acera y de ahí me levantó. Noté que donde más me dolía era aquí”, añade, señalando su rodilla izquierda, esa que aún no sabe si está fracturada.

Aitana, la niña atropellada por el coche del máximo responsable de la Policía de Madrid, en su casa de Madrid junto a su familia.

El abuelo Fernando salió corriendo del bazar al escuchar los gritos. Se llevó un enorme susto al ver a su nieta con las marcas de un neumático en la pierna, “todito negra y ensangrentada”. Fue indignado hacia el conductor y su acompañante, que discutían con un testigo. Recuerda que otras personas les recriminaban a voces lo sucedido. Fernando le pidió su nombre al conductor y él mostró su placa de Policía “de una manera muy prepotente”. Dice que el copiloto se interpuso. “Me empujó y pensé en soltarle una, pero me controlé. Le dije que era mi nieta y él se metió en su coche y subió el vidrio”.

Cuentan que ningún ocupante del vehículo se acercó a Aitana. Tampoco se han interesado por ella después de ese momento de tensión. “Lo que más me sorprende”, dice Johanna, “es que el policía que hizo el parte se quedó con mi número de teléfono, pero nadie me ha llamado”.

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, y el director de la Policía Municipal de Madrid, Pablo Enrique Rodríguez, durante un acto con agentes en 2023.

Los padres, de recursos modestos, se han enfrentado desde el lunes a un sinfín de dificultades. Los administrativos del Hospital les advirtieron de que, al tratarse de un accidente de tráfico, debían conseguir los datos del seguro del conductor, o de lo contrario les tocaría acarrear con los gastos. El único dato que los agentes le dieron a la madre, antes de partir al hospital en la ambulancia, fue la matrícula del coche que atropelló a Aitana.

Indignado, Jefferson fue el miércoles a primera hora de la tarde a una comisaría de Policía Nacional, pensando erróneamente que los responsables habían sido agentes de ese cuerpo. Cuenta que “un duro” (un jefe) le recibió en su despacho y fue muy generoso porque hizo varias llamadas a la Policía Municipal para averiguar qué había pasado. “Me dijo que era muy raro. Que me estaban ocultando algo. Que el parte no existe”, dice Jefferson. Finalmente, le dieron la dirección de la comisaría de Policía Municipal del distrito de Aluche donde, a última hora de la jornada, le entregaron el parte del accidente, con los datos del seguro, y le dieron un consejo: “Búscate a un buen abogado de tráfico”.

Jefferson hace reformas y ha perdido los tres días laborables de esta semana por este contratiempo. “Encima de que nos hacen esto”, dice señalando la cama de su hija, “tengo que encargarme yo de averiguar quién es el culpable”.

Aitana no ha vuelto a clase y sus padres no saben si va a poder hacerlo antes de que acabe el curso. La niña, de aspecto frágil, es “el llaverito de su clase”, según la abuela Angélica. “La quieren todos en el cole. Es muy cariñosa”, dice el abuelo.

Junto a su cama, Aitana tiene una televisión gigante, una consola de videojuegos, un cuaderno para colorear dinosaurios y un montón de tarjetas con corazones dibujados por sus amigas.

Aitana en el salón de su piso de Madrid, este jueves.

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