Saluda, sudando a chorro vestido con ropa de deporte, y se disculpa diciendo que necesita una ducha antes de empezar la entrevista. No es ninguna metáfora. Son las 11 de la mañana y Domingo Antonio Edjang Moreno, El Chojin para el mundo artístico, acaba de salir de dar una de las dos clases semanales de jiu jitsu, arte marcial brasileño, que imparte a adultos y niños en un gimnasio de barrio de Torrejón de Ardoz, la localidad de la periferia de Madrid, donde nació y vive desde hace 48 años. Después de tanta cita con celebridades en hoteles y bares tan exclusivos como impersonales, se agradece ver, oír y, sí, oler, a un tipo como él en un sitio como este: corriente, en el mejor sentido de la palabra.

¿Por qué da clases? ¿Lo necesita física o económicamente?

Lo hago gratis. Fue la condición que puse. Necesito tener algo en lo que no estar midiéndome constantemente. Tengo la sensación de que se espera de mí tranquilidad y objetividad, y aquí jugamos a estrangularnos. Me viene muy bien usar la violencia de un modo controlado. Es como una isla donde puedo soltar la agresividad. Los alumnos son ya amigos. Luego nos abrazamos, hay fraternidad.

¿A qué se dedican sus alumnos?

Pues hay dos que trabajan en una fábrica de camiones, un tipo que tiene un bar, otro es profesor, otro jardinero municipal y hay varios policías. Más control, imposible [ríe].

¿Esa agresividad le viene de fuera o de dentro?

He pensado mucho en eso. Tengo la sensación, aunque no tenga datos, de que está dentro de mí como ser humano. Me quiero creer una excepción, pero cuando miro a mi alrededor y veo toda la violencia que hay, de tantos tipos, pienso, ¿por qué voy a ser diferente? Pero, bueno, empecé a hacer esto con 3 años. No he tenido necesidad de quemar papeleras ni tirarle piedras a nadie

¿Y de hacer grafitis?

Bueno, lo hacía de joven, porque yo me dedico al hip hop, y eso forma parte de esto.

¿Hay algún puente en la A-2 ilustrado con sus cositas?

Pues no creo, porque eso sería ilegal.

O sea, que sí.

Bueno, si lo hay estaría prescrito. Pero, no. Hace muchísimo que no hago. Primero, porque no soy bueno, y eso es una cosa que me frustra mucho. Y segundo, porque al final, yo, mis amigos, la gente con la que iba, se ha hecho mayor.

Acaba de cumplir 48 años, ¿a qué le suena el dato?

A mentira. ¿Cuándo ha pasado eso, si yo tenía 25 hace 5 minutos? Y me da vértigo. No me gusta envejecer. Se dice que los 40, incluso los 50, son los nuevos 30, pero eso es mentira, porque yo he tenido 30 y no es lo mismo.

¿Qué ha cambiado?

Pues soy más racional, menos inocente, más tolerante. Antes, confundía ser tolerante con aplaudir lo que me gustaba, y eso no tiene ninguna ciencia. Lo que sí la tiene es tratar de entender lo que no te gusta. Y, desde fuera, veo un respeto que no me veían antes a nivel artístico.

¿Cuál es su arte?

Bueno, digo cosas lógicas, pero resulta que a lo mejor no son tan comunes. Mucha gente las piensa, yo las digo

¿Qué cosas le hacen hervir la sangre?

Estoy muy enfadado con toda la deriva de lo que está pasando con el genocidio de Israel en Gaza. Creo que es la máxima rabia que he sentido por algo que no me toque personalmente. A mí, que me dedico a las palabras, me da una rabia que no soy capaz de explicar la pasividad de la comunidad internacional.

¿Y qué le inspira?

La injusticia, es sobre lo que más escribo. Pero también, como son muchos años, me he dado cuenta de que los que me inspiran no siempre son temas interesantes para la gente. Entonces, también hablo de cosas que nos pasan a todos. Lo que no puedo es escribir sin decir cosas. Lo he intentado y no puedo. Prefiero que me señalen por Pepito Grillo, por pesado, a sentir, por la noche, que no he utilizado el altavoz que tengo para denunciar lo que me indigna.

¿La belleza por la belleza no le interesa?

Sí, muchísimo, pero como espectador, no como creador. No me considero lo suficientemente artista como para pensar que un tema mío pueda ser simplemente bello. Son los demás los que han convertido en arte lo que yo hago, porque no era esa la idea. La idea es que fuera una forma de comunicación para encontrar gente con ideas afines a las mías.

¿Para hacer amigos?

Para no sentirme solo. De joven, piensas que nadie te entiende. Pero, cuando dices lo que te está carcomiendo por dentro y te das cuenta de que a alguien a tu lado, también. Y otro, y otro, ya no te sientes tan incomprendido. Esa sensación de formar parte de un grupo es curativa.

Los jóvenes de hoy sufren más ansiedad y soledad que nunca. ¿Qué le sugiere?

Me da pena, me entristece. Pero hay un pero. Vivimos en Europa, en sociedades en las que creemos tener el derecho de estar por encima de nuestra naturaleza, la sensación algo infantil de que aquello que nos apetece se tiene que elevar a derecho universal. Como si el universo tuviera que conspirar para darte a ti lo que quieres en el momento en que lo quieres. Y, respetando a todo el mundo, creo que eso no es así. Estamos aquí, y aquí ocurren cosas, y la mayoría no nos gustan. Sufrir no es deseable, pero es necesario. Hay profesionales que te pueden ayudar a salir de ahí, pero también animo a la gente a que entienda que es imposible pasar por la vida sin sufrir.

¿Cómo se quedó cuando la reina Letizia rapeó una de sus letras en un acto por la salud mental?

Necesité varias etapas para entender lo que había pasado. Y eso que yo estaba allí, en primera fila. Me sonaba lo que estaba oyendo, pero no caí en que era mío, te lo juro. Fue después, al llenárseme el móvil de llamadas de medios de comunicación, cuando empecé a reconocer la trascendencia de que aquella mujer me hubiera recitado.

El Chojín, fotografiado durante la entrevista para EL PAÍS.

¿Y su ego, cómo se le quedó?

Pues muy bien. ¿Sabes lo que pasa? Yo soy de aquí, de Torrejón. No estaba destinado a nada, igual que mis compañeros: a tener un trabajo normal y una vida perfectamente irrelevante, y no pasa nada. Y de repente, por hacer algo que se supone que no tenía que hacer, que era el rap, por ser cabezón y constante, y tener una carrera equis, llámala como quieras, pues un día la reina de España te cita, y es como ¿qué ha ocurrido? Si hace cinco minutos se supone que era un gamberro.

Bueno, usted, nacido en Torrejón y cerca de Barajas es ingeniero aeronáutico. ¿Fue por ver aviones en las rotondas?

Bueno, me falta el proyecto fin de carrera, pero un poco sí. Aquí, al estar la base aérea tan cerca, tú sabes quién es de Torrejón por si cuando pasa un avión levanta o no la cabeza. Esa proximidad, el ver esos aviones de combate tan chulos, cuando eres pequeñito, hizo que eso me interesaba mucho. Quería saberlo todo. También me hice piloto.

Menudo plan B.

Para nada. No quiero tener jefe nunca.

¿Qué dijeron sus padres cuando, a los 23, dejó la carrera y se puso a rapear?

Pues lo mismo que le diría hoy yo a alguien que lo hiciera, que me lo pensara bien. Pero llevo 25 años viviendo de la música y, desde que me citó Letizia, mi madre presume de mí: ahora es la reina del barrio [ríe].

¿Y cómo se vive de la música?

A ver, yo gano mucho más dinero que la gente normal, pero soy pobre. Hay gente rica y luego los demás somos pobres. Todo eso de la clase media está muy bien si no te quieres sentir a ti mismo como clase baja. Pero me parece un cuento que nos han vendido. Si tú dejas de ingresar tu sueldo tres meses y te cagas vivo porque no vas a poder pagar tu casa, eres pobre. No tan pobre como alguien que no tiene casa, pero pobre. Entonces, tengo la suerte de dedicarme a algo que, al principio, fue precario y lo pasé muy mal, pero ahora me da bien de comer bien, así que estoy contento.

¿Y qué lujos se permite?

Poder elegir para mantener la cabeza en su sitio. Hay cosas que no voy a hacer porque no quiero, y otra que hago gratis porque me da la gana. Tengo 16 discos. Es el premio a una carrera larga.

¿Haría un anuncio de algo? El rap está muy de moda en la publicidad.

Hay cosas que jamás haría. Me han ofrecido mucho dinero, una cantidad indecente, por esas que dices. joder, pero no lo voy a hacer, ya por cabezón. Si he dicho que no a la primera, y a la segunda, no puedo decir que sí a la tercera, porque entonces he perdido. Tuve una mala experiencia, con un banco, y, a partir de ahí, dije que no.

Como compositor, ¿la música le pide la letra, o viceversa?

Para mí primero va el mensaje, después el ritmo, y, solo después, las palabras.

O sea, que necesita un titular para escribir.

Bueno, Chuck D., el líder de Public Enemy, dijo que el rap es la CNN de los barrios. Con 13 años, escuché a Chuck decir eso y me lo creí.

Podríamos ser colegas.

Bueno, sí. Soy reportero de barrio. Pero, con el tiempo, he ido confirmando que realmente todos somos más parecidos de lo que nos gusta reconocer. El hecho de que yo sea afrodescendiente, que vive en Torrejón, y tú seas, un poner, una mujer blanca que viva en A Coruña, no es para tanto. ¿Alguna vez te han decepcionado? ¿Alguna vez has decepcionado a alguien? Yo también. Hay cosas que nos pasan a todos.

O sea, que es un reportero de barrio global

Me gusta, me lo quedo.

Hay quien quiere no parecer de barrio, siéndolo. ¿Los comprende?

Eso es parte fundamental de todo esto. Pasa en un barrio de México y en otro de Guinea. Gente que compra algo falso de marca y lo luce en un barrio donde todo el mundo sabe que no te puedes comprar lo auténtico. Antes, me molestaba, pensaba que tenías que estar orgulloso de tu clase. Ahora, creo que, si hay algo que te saca del mal rollo y te permite no pensar en cómo pagas la casa a fin de mes 20 segundos, quédatelo.

¿Esa es la tolerancia de la que hablaba?

Bueno, ahora intento entender que la gente que no hace lo que yo hago no es idiota, sino que tiene sus motivaciones.

¿Cómo ve ahora a aquel joven Chojin iracundo, estrecho e intolerante?

Bueno, no estoy orgulloso de él, pero me enorgullezco de que, en todo este tiempo, nunca he estado tan cerrado como para no dejar que el cambio llegue, me he permitido cambiar. Hay quien piensa, a los 20, que ser coherente es morirte con las mismas ideas. Yo creo que es lo contrario: defender lo que sientes en cada momento y no atarte a lo que pensabas a los 20.



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