Estados Unidos ha aceptado formalmente este miércoles el Boeing 747 de lujo ofrecido por Qatar y valorado en unos 400 millones de dólares (unos 375 millones de euros) para que funcione como avión presidencial Air Force One para Donald Trump. El aparato se entregará a la Fuerza Aérea, que tendrá que encontrar un modo de adaptarlo e incluir “medidas de seguridad adecuadas y los requisitos para su misión” de modo que esté operativo lo antes posible.
En un comunicado suscrito por el portavoz principal del Departamento de Defensa, Sean Parnell, el Pentágono sostiene que la aceptación del obsequio se produce “de acuerdo con todas las normas y reglamentos federales”.
Desde que salió a la luz el regalo de la familia real catarí, en vísperas de la gira de la semana pasada de Trump por las monarquías árabes del golfo Pérsico, se han multiplicado las críticas a la decisión del presidente estadounidense de aceptarlo.
La Constitución estadounidense prohíbe, en su llamada “cláusula de emolumentos”, a los altos cargos recibir regalos o títulos de autoridades extranjeras. Especialistas en ética y legisladores de la oposición demócrata han denunciado el riesgo de aceptar obsequios que puedan abrir la puerta al tráfico de influencias o a la corrupción. El valor del 747 es el más alto de un regalo jamás recibido por un presidente estadounidense en los casi 250 años de historia de este país.
Trump ha defendido enérgicamente su decisión de aceptar el regalo. Este mismo miércoles, durante una reunión en la Casa Blanca con el presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, el republicano ha insistido en que es perfectamente legítimo hacer uso del avión y ha puesto en duda la profesionalidad del periodista que le preguntaba, a quien ha calificado de “reportero terrible”.
En la reunión entre los dos líderes, una encerrona en la que el estadounidense arremetía contra su invitado al acusar a Sudáfrica de propiciar un “genocidio” contra su minoría de granjeros afrikáners blancos, Ramaphosa trataba de distender la tensión al bromear con su anfitrión: “Siento no tener un avión para ofrecerle”. Trump no lo dudaba un momento: “Se lo aceptaría”, replicaba.
El presidente estadounidense alega los retrasos acumulados de años por la aeronáutica Boeing en la fabricación de los dos nuevos Air Force One que deberían sustituir al actual, que tiene ya más de cuarenta años. Según asegura, sería “estúpido” no aceptar la oferta de un avión que pueda desempeñar ese trabajo en tanto llegan los nuevos.
A las dudas éticas sobre lo adecuado del regalo se suman también las dudas económicas. Adaptar el 747 a los requerimientos de un Air Force One puede suponer una cantidad mayor incluso del valor de un avión nuevo, según han apuntado algunos expertos. Habría que desmontarlo pieza a pieza para examinarlo y comprobar que no se han introducido en él mecanismos de espionaje. Al ensamblarlo de nuevo habría que incorporarle sistemas de protección y comunicaciones clasificados.
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