Segunda jornada y día muy importante en el juicio contra Sean Combs. La primera persona que denunció al cantante y empresario hace año y medio, la que destapó las cloacas de la organización criminal que, supuestamente, manejaba el denominado Sean Combs desde hace 20 años, ha comparecido en el estrado. Casandra Ventura, cantante conocida como Cassie, de 38 años, y que mantuvo una relación sentimental desde 2005 y durante algo más de una década (aunque de manera intermitente) con Combs, ha acudido a dar su testimonio.
En unos juzgados a reventar de periodistas y curiosos, y también con el propio Combs y con sus familiares en la sala, ha hablado Ventura. Ha llegado sobre las once de la mañana, hora de Nueva York, embarazada. De hecho, le falta poco para dar a luz, puesto que está en el tercer trimestre, de ocho meses y medio. Ha acudido acompañada de su actual marido, el entrenador personal Alex Fine, de 32 años, con el que se casó en 2019 y tiene dos hijos, de cuatro y cinco años. A su llegada en la sala, según los periodistas presentes, Combs se ha girado para verla. El testimonio de Ventura ha sido largo, de unas seis horas, y durísimo, con momentos de llanto y quiebre de voz, y no ha acabado: puede alargarse hasta cuatro días.
Antes que ella ha terminado su declaración el segundo testigo del lunes, cuando arrancó la vista. Daniel Phillip, un estríper y prostituto que recibió dinero de la pareja para mantener relaciones sexuales con ella mientras él les miraba y se masturbaba. Phillip fue segundo en declarar tras Israel Florez, ahora policía y en 2016 miembro de seguridad del hotel Intercontinental de Los Ángeles, donde Combs agredió a Ventura. Los testimonios de ambos arrancaron el lunes, y el del estríper fue tan fuerte que varios miembros del jurado afirmaron que era demasiado para ellos; de hecho, las hijas de Combs presentes en la sala se marcharon.

Al principio, la defensa ha pedido que el marido de Ventura no estuviera presente en su testimonio, puesto que quieren llamarle como testigo más adelante. En cambio, la fiscalía cree que la artista necesitaba el apoyo de su pareja. Al final, han llegado a un término medio: Alex Fine se ha quedado a escuchar la mayor parte del testimonio de la cantante, excepto la acusación de violación en 2018 contra Combs.
Como arranque de su testimonio, la fiscalía le ha pedido a Ventura que describiera su relación con el músico conocido como Puff Daddy o Diddy: “Había discusiones violentas que solían acabar en algún tipo de maltrato físico. Arrastrándome, o cosas de esa naturaleza”. “Me golpeaba en la cabeza, me empujaba, me arrastraba, me pateaba, me pisoteaba la cabeza si estaba en el suelo”, ha definido, muy gráficamente. ¿Con qué frecuencia? “Con demasiada frecuencia”, ha afirmado, lo que le causó heridas y moratones.
“Me golpeaba en la cabeza, me empujaba, me arrastraba, me pateaba, me pisoteaba en la cabeza si estaba en el suelo”
Casandra Ventura, en su testimonio contra Sean Combs
También le han pedido que explique qué eran los llamados freak-offs, esas orgías organizadas por Combs con sus víctimas, donde solía drogarlas y abusar de ellas. “Básicamente, se trata de contratar a un escort y planear una experiencia en la que yo actuara para Sean”, ha contado, con la voz entrecortada, explicando que Combs podía verla “con la otra persona” y dirigir lo que hacían. “Durante el primer año de nuestra relación, me propuso esta idea, este encuentro sexual que él llamaba voyeurismo, en el que me veía mantener relaciones sexuales con un tercero, concretamente con otro hombre”, declaraba. “Con el tiempo, se convirtió prácticamente en mi trabajo”.
Hablando despacio y suave, con un pañuelo en la mano, Ventura ha explicado que esas primeras orgías organizadas le generaban “nerviosismo y confusión”, que no las entendía, pero que sentía una “responsabilidad” para complacer a su pareja, porque le quería mucho y buscaba “hacerle feliz”, ha afirmado; aparte, reconoce que no sabía cómo pararlo, sentía que no tenía elección. “Y yo sentía que no tenía mucho que decir por entonces, siendo tan joven, ingenua, tan complaciente”, ha contado ante los 12 miembros del jurado: “No sabía si se enfadaría y se pondría violento o si me repudiaría y ya no querría estar conmigo nunca más”.

“Controlaba muchísimo mi vida”, ha seguido contando Ventura durante su declaración, explicando que los vídeos que grababan en esos encuentros acabaron convertidos en material para el chantaje, y temía que los colgara en internet: “Tenía muchos recursos para hacerlo”. Ella conserva, ha explicado, teléfonos, tablets y ordenadores rotos porque no sabe bien qué material pueden contener. “Sean es una persona muy extrema, puede ser encantador, por lo que es difícil poder decidir en ese momento qué necesitas tú cuando él te está diciendo lo que quiere”, ha explicado. Sus cambios de humor eran constantes: “Si ponía la cara equivocada, al minuto siguiente, me estaba pegando”.
Combs le vendió a Ventura la idea de que la ayudaría a forjarse una carrera musical y de que la ayudaría a grabar muchos discos. Ella firmó un contrato con su compañía, Bad Boy Records, cuando le conoció, cuando ella tenía apenas 19 años y él ya 36. De ahí que contara que su relación inicial era prácticamente platónica, que le pareció “un tipo divertido”. Después de varias salidas juntos, cuando celebraban su 21º cumpleaños en Las Vegas, él la besó en un baño. A la vez, él iba dirigiendo su carrera musical, tomando las decisiones y controlando lo que ella hacía, también a nivel profesional.
“Los freak-offs [orgías y fiestas con sexo no consentido]se convirtieron en un trabajo, no había hueco para hacer nada más que recuperarse e intentar sentirse normal de nuevo»
Casandra Ventura, en su declaración contra Sean Combs
Su relación era muy compleja, y ella así lo ha dado a entender. Cuando empezaron a salir, no lo hacían de manera exclusiva. “Sean Combs tenía muchas novias”, ha dicho ella, que se fue dando cuenta de que su relación no era monógama, aunque él sí lo esperaba de ella. Por ejemplo, si ella no le contestaba al teléfono, él la llamaba incesantemente o ponía a su seguridad a buscarla. Durante años no hicieron el romance público. Para ella, fue su primera “relación seria, adulta”, y por ello también se mudó a Los Ángeles desde Nueva York, para así estar más cerca de él, aunque no a su casa: él le pagaba el alquiler en algún sitio cerca —tuvo varios apartamentos distintos— y tenía una copia de las llaves que “usaba cuando quería”.
Después de exponer cómo empezó su relación, Ventura ha vuelto a ser preguntada por esas oscuras fiestas o freak-offs: “Se llevaron un pedazo grande de mi vida”. Recuerda estar despierta durante “días interminables” —las fiestas duraban a veces día y medio, otras llegaban hasta los cuatro días, sin dormir—, obligada a consumir alcohol y drogas y a mantener relaciones sexuales con desconocidos. “Los freak-offs se convirtieron en un trabajo, no había hueco para hacer nada más que recuperarse e intentar sentirse normal de nuevo», ha contado.

Tras la pausa para el almuerzo, Ventura ha vuelto al estrado. Ahí ha contado que Combs controlaba su cuerpo y su aspecto. “La apariencia era muy importante para él… mi apariencia”, ha relatado y estaba especialmente pendiente de cómo era durantes las orgías. “Teníamos muchísimas conversaciones sobre mi cuerpo”, ha explicado, contando que debatían de aspectos que iban desde sus uñas (que quería en blanco o manicura francesa), sus zapatos (que le gustaban de altísimo tacón), su pelo o la posibilidad de ponerse implantes mamarios: “Mi autoestima se resintió durante toda la relación, tratando de establecer quién era, quién quería ser y quién podía ser”. El cantante controlaba cada aspecto de su vida, le quitaba los dispositivos electrónicos, su teléfono. Luego se lo devolvía “dependiendo del castigo” impuesto. “Me quitaban el coche. Me echaron de casa, de mi apartamento. Me quitaban las joyas. Era muy aleatorio, dependiendo de cómo se sintiera”, dijo.
Durante la declaración, también se ha preguntado a Ventura quién controlaba su carrera, además de Combs, con quien se comunicaba. Para la fiscalía es importante demostrar que el empresario no actuaba solo, sino que tenía toda una red de empleados que estaban inmersos también en esa organización de tráfico de personas y abusos. Ventura, por ejemplo, hablaba a diario con una asistente de Combs, y tenía una persona de su equipo que la ayudaba con sus finanzas, como ha contado. Además, Diddy tenía dinero en efectivo y joyas en cajas fuertes en todas sus casas, y a veces cámaras de vídeo, tarjetas de memoria y armas.
Con respecto a esos freak-offs, ha explicado que el primero tuvo lugar con un bailarín de Las Vegas cuando ella tenía apenas 22 años y que después se convirtieron algo prácticamente semanal, a lo que las drogas le ayudaban. Ahí no ha podido evitar echarse a llorar. “Me sentía asquerosa, humillada. No tenía palabras para describir entonces lo horrible que me sentía, ni podía hablar de ello con nadie”, ha explicado, entre lágrimas. Intentó explicarle a Combs que no quería seguir haciéndolo porque se sentía “fatal” y alguien “sin ninguna valía”, pero tenía miedo. “No quería disgustarle ni que se enfadara conmigo por comentarlo. Cuando sacaba el tema, lo hacía con cautela. A veces le enviaba un correo electrónico. No quería que pasara nada malo”. Ha relatado que cuando el músico se enfadaba se ponía “violento”.

Siempre según la declaración de Cassie, las fiestas tenían lugar o en sus casas (en Nueva York, Miami, Los Angeles, Atlanta y Las Vegas, pero también fuera de Estados Unidos, como en Ibiza o en las islas Turcos y Caicos) o en habitaciones de hotel que reservaban ella o los ayudantes de Combs bajo pseudónimos, y que quedaban sucias y destrozadas. Su personal llevaba lubricante, preservativos y el ya conocido aceite corporal del que se encontraron miles de botellas en su casa. Él exigía que usara grandes cantidades, a veces hasta 10 botellas por orgía. De hecho, una vez hizo que se metiera en una piscina llena de aceite de bebé, en una habitación de hotel; ella no quería porque llevaba ropa y zapatos, pero lo hizo por miedo a su ira: “Si eso es lo que Sean quería que ocurriera, eso es lo que iba a ocurrir. No había otra forma”. Ahí, Ventura ha tenido que tomarse una pequeña pausa.
Después, ha contado que ella era la encargada de encontrar escorts para Combs (lo hacía en webs de anuncios clasificados), que los quería de un físico particular, y tenía que aprobarlos. Les pagaban entre 1.500 y 6.000 dólares, en efectivo, y casi siempre eran hombres. Ventura ha dado una lista de nombres de algunos de esos hombres, y también de las drogas que les daba Combs a ella y a los participantes de los freak-offs, como setas alucinógenas, cocaína, marihuana o ketamina, así como un tipo de éxtasis llamado Blue Dolphin, delfín azul: “Para mí, eran disociativas y adormecedoras. No podía imaginarme a mí misma haciendo nada de eso sin tener algún tipo de amortiguador o una forma de no sentirlo como lo que realmente era”. Aunque la hacían sentirse mal y hasta vomitar, él la obligaba a seguir en la orgía.

Ahí, tras largas horas de declaración, Ventura y el jurado han podido tomarse otra pausa y al volver ella ha vuelto a hablar sobre los freak-offs, contando cómo Combs “disfrutaba muchísimo hablando sobre ellos y describiéndolos”. Era él quien marcaba los tiempos y “controlaba la situación por completo”, ha afirmado. Desde el primer año él empezó a grabarlos, en una cámara de vídeo, y después en los teléfonos de ambos. Ella, cuenta, borraba los vídeos y le pedía a él que lo hiciera: “Jamás querría que nadie me viera así”.
Al final de la tarde, Ventura ha hablado del episodio del hotel Intercontinental de Los Ángeles ocurrido en marzo de 2016 y que la CNN filtró hace un año: “Sean me siguió hasta el pasillo, junto a los ascensores. Me agarró, me tiró al suelo, me dio patadas, intentó arrastrarme de vuelta a la habitación, cogió mis cosas”. El jurado ha podido ver tanto el vídeo como los mensajes de texto que se intercambió la pareja ese día, poco antes de acudir al estreno de una película que ella protagonizaba. Cuenta que intentó huir, descalza, lo más rápido posible mientras él estaba en la ducha, y acabó “con un ojo morado”. Ha contado que le pegó “tantas veces que no se pueden contar”, y que ella nunca pudo luchar contra él. Con ello, ha acabado el testimonio de Casandra Ventura, que volverá al estrado el miércoles.
En Estados Unidos, 1-800-656-HOPE (4673) es el teléfono gratuito de la National Sexual Assault Hotline, y funciona 24/7, en inglés y en español. También hay un chat de WhatsApp y un chat online. Hay más recursos disponibles en rainn.org.
En España, el teléfono 016 atiende a las víctimas de violencia machista, a sus familias y a su entorno las 24 horas del día, todos los días del año, en 53 idiomas diferentes. El número no queda registrado en la factura telefónica, pero hay que borrar la llamada del dispositivo. También se puede contactar a través del correo electrónico 016-online@igualdad.gob.es y por WhatsApp en el número 600 000 016. Los menores pueden dirigirse al teléfono de la Fundación ANAR 900 20 20 10. Si es una situación de emergencia, se puede llamar al 112 o a los teléfonos de la Policía Nacional (091) y de la Guardia Civil (062). Y en caso de no poder llamar, se puede recurrir a la aplicación ALERTCOPS, desde la que se envía una señal de alerta a la Policía con geolocalización.
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