La fiebre amarilla, que cada año mata a unas 30.000 personas en el mundo, parecía un problema del pasado en Colombia. Los casos eran mínimos: 11 entre 2013 y 2023, según el Instituto Nacional de Salud (INS). Pero un nuevo brote ha encendido las alarmas. Se han contabilizado 83 casos desde septiembre, con una letalidad del 44% (37 muertos). Preocupa especialmente que el epicentro sea el Tolima, un departamento en el centro del país al que el virus selvático no solía llegar y en el que gran parte de la población no está vacunada. El Gobierno de Gustavo Petro ha declarado la emergencia nacional y ha comenzado una campaña masiva de inmunizaciones.

La médica Diana Pava (Mariquita, Tolima, 39 años) es una de las personas al frente de esta crisis. Dirige el INS, la institución a cargo de documentar cada caso, investigar los mosquitos transmisores y proponer estrategias para frenar el contagio. En sus viajes por las zonas afectadas, ha escuchado todo tipo de historias: desde una paciente de 18 años a la que le negaron la vacuna por error hasta un hombre de 90 años que vivía a cuatro horas a caballo de su centro de inmunizaciones. Señala varios avances en las últimas semanas, pero enfatiza que la epidemia puede salirse de control. “Hay un riesgo latente de que llegue a las zonas urbanas. Sería catastrófico”, dice.

Pregunta. ¿Por qué ocurrió el brote?

Respuesta. Hay diversos factores en estudio. Uno es la deforestación: cuando sobrevuelas o recorres los territorios, ves cómo la ganadería y otras actividades arrancan cada vez más pedazos de selva. Los seres humanos entramos a regiones en las que antes no estábamos y nos exponemos a tener picaduras de vectores selváticos. También está la movilización de personas para actividades como la recolección del café, o temas climáticos, como cambios en las temperaturas.

P. Llama la atención que 65 de los 83 casos sean en el Tolima, tan lejos de las selvas amazónicas. ¿Los mosquitos se están moviendo a nuevas regiones?

R. Eso debe estudiarse. Hay estudios sobre el Aedes albopictus, un mosquito periurbano: no le gusta tanto ni la ciudad ni la selva, sino el medio. Pero hay un sinnúmero de posibilidades, hay que ser cautos. Si supiéramos la causa, la corregiríamos. Lo que tenemos claro es que nuestra meta ahora es avanzar en la vacunación e interrumpir la transmisión.

P. ¿Cómo se llegó a declarar la emergencia hace dos semanas?

R. Lo decidimos en una sesión técnica de varias entidades, cuando registramos un riesgo muy alto [de propagación]. El mensaje es que hay que involucrar a todos los actores del sistema y que no podemos permitir que la gente fallezca. No se dio por tener un montón de casos, sino porque no deberíamos tener 37 personas muertas con una enfermedad que se puede prevenir. Si vacunamos a las personas en riesgo, las protegemos. Uno puede tener fiebre amarilla estando inmunizado, pero es leve.

Diana Pava observa un mosquito con un microscopio en los laboratorios del Instituto Nacional de Salud.

P. Algunos expertos han señalado a este periódico que el Gobierno debió avanzar con la vacunación hace meses. El brote comenzó en septiembre…

R. Criticar es muy fácil, pero en una emergencia necesitamos manos que sumen, que aporten soluciones. No podíamos declarar la emergencia el año pasado por unos casos aislados en Cunday [un municipio del Tolima]. El brote se robusteció este año, en menos de un mes.

P. ¿Cómo avanza la vacunación? El ministro de Salud habló de la necesidad de 13 millones de vacunas…

R. Eso es competencia del Ministerio, que hace evaluaciones de cuáles son los municipios en riesgo. Toma en cuenta, por ejemplo, que hay que vacunar en los sitios por debajo de 2.300 metros sobre el nivel del mar [allí se ubican los mosquitos transmisores]. Contamos con el apoyo de la Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de Salud, que han desplazado expertos.

P. ¿Hay capacidad de conseguir las vacunas que se requieren?

R. Hay que tener en claro que en todo el mundo solo dos o tres laboratorios producen las vacunas, que cada Gobierno hace un pedido y que un brote es algo inesperado. En este momento hay vacunas y van a llegar más, se están haciendo todas las labores necesarias.

P. ¿Han enfrentado dificultades para convencer a las personas en riesgo de que se vacunen?

R. Hay cierta desinformación por algunos movimientos antivacunas, pero la evidencia sobre la eficiencia de las vacunas es grande. La gente vio durante la pandemia del covid que las muertes bajaban a medida que avanzaba la vacunación. Eso movió masas. La gente decía: “Tengo que vacunarme”. El covid fortaleció enormemente nuestra capacidad de abordar mejor los brotes de otras enfermedades.

Documento que muestra a los mosquitos responsables de la fiebre amarilla.

P. Parece ser lo opuesto a lo que sucede en Estados Unidos, que enfrenta un brote de sarampión con bajos niveles de vacunación.

R. En Colombia hay confianza en las vacunas y en el Estado desde el punto de vista técnico. La gente está buscando la vacuna contra la fiebre amarilla y se está protegiendo porque los datos son inequívocos: los que han fallecido no estaban vacunados.

P. ¿Cuáles son las probabilidades de que la fiebre amarilla llegue a las ciudades? Ya hay casos en áreas periurbanas…

R. Es un riesgo latente. Y es lo que tenemos que evitar. Sería catastrófico. Hoy revisaba un brote urbano que hubo en Angola hace unos años y me dije: “Dios mío, ¿cómo hicieron para controlarlo?”.

P. ¿Cuáles son los riesgos de que la epidemia siga escalando? ¿Qué le preocupa?

R. A veces la gente no se apropia del conocimiento que compartimos. Nos llamaron como 17 colegios de Bogotá para decir que necesitaban vacunarse contra la fiebre amarilla, pero en Bogotá [a 2.600 metros sobre el nivel del mar] no tenemos un vector que vaya a transmitirla. También estuve en un hospital en el Tolima con una muchacha de 18 años que tuvo la enfermedad y que me dijo: “Doctora, es que no me vacunaron porque estaba lactando”. Había tenido a su bebé hace más de seis meses y el lineamiento es claro en que en esos casos ya se puede vacunar. Pero no lo hicieron.

P. Más allá de la apropiación del conocimiento, ¿hay fallas en la comunicación?

R. A veces hay autoridades locales que salen a los medios anticipadamente y anuncian casos que generan alarma, pero cuando revisamos resulta que era dengue, no fiebre amarilla.

P. Algunos primates no humanos, que también pueden contagiarse de fiebre amarilla, han sido asesinados por quienes creen que propagan el virus…

R. Es difícil explicarles a algunas personas que no los agredan, que en realidad nos ayudan a combatir el brote porque nos alertan de dónde está el virus. Cuando aparece uno infectado, a las dos semanas hay un caso en humanos. Eso nos ayuda a capturar los mosquitos [para estudiarlos] y a focalizar toda la vacunación para proteger a la población en la zona.

Diana Pava muestra un documento de los años veinte con ilustraciones de la fiebre amarilla.

P. ¿Aún siguen apareciendo primates no humanos que están infectados o que han muerto por fiebre amarilla?

R. Sí, todo el tiempo aparecen primates muertos.



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