Para todos los que fueron jóvenes durante la década de los ochenta, aquellos años en que viajar al extranjero era una quimera entre las clases sociales sin pedigrí, la única manera de imaginarse Glasgow era observando con detenimiento la panorámica aérea que ilustra Raintown (1987), el por entonces divulgadísimo primer álbum de Deacon Blue. La fotografía de Oscar Marzarolli, una perspectiva en blanco y negro tomada desde el lado oeste con miras hacia el sur de la ciudad más populosa de Escocia (622.000 habitantes), jugaba con la ambivalencia de los nubarrones y el perfil grisáceo de los edificios frente al resplandor del sol que pugnaba por emerger entre los cúmulos. Muchos vislumbraron un lugar áspero y desabrido, pero Ricky Ross, uno de los autóctonos más reputados que pueblan aquellas calles, lo desmiente de manera categórica. “No creo que esa imagen deje en mal lugar a Glasgow. Es una foto preciosa. Y somos una gran ciudad”.

El cantante, fundador y compositor casi único de Deacon Blue, de 67 años, nos atiende telefónicamente desde su domicilio en una insólita mañana invernal de sol, no sin antes “haber salido a correr un par de millas” y “cocinar algunas cosillas para un amigo que anda un poco pachucho”. Se sabe una voz autorizada: heredero de una pasmosa tradición melódica local, la de nombres tan fabulosos como los de Donovan, The Blue Nile, Altered Images, The Bluebells, Simple Minds, Friends Again o Lloyd Cole, ha asistido al desfile de otros herederos ilustrísimos (Texas, Del Amitri, Travis, Franz Ferdinand, Gerry Cinnamon) sin que su cancionero, sustanciado a lo largo de una veintena de álbumes grupales o solistas, haya perdido un ápice de vigencia.

“Cuando debutamos habían pasado 40 años desde la II Guerra Mundial, pero nos parecía estar a años luz”, dice Ricky Ross, líder del grupo

De hecho, la prensa británica ha saludado de manera calurosa el recién nacido undécimo trabajo de los Blue, The Great Western World, que conmemora el 40º aniversario de la fundación del hoy sexteto y traza una bisectriz milimétrica entre el orgullo por el bagaje acumulado y una mirada adulta hacia las incertidumbres de este presente tan distópico. “Cuando te pones a escribir”, argumenta Ross, “siempre llega un punto en que piensas si hay de verdad un nuevo disco que hacer. Y sí, estas canciones plantean preguntas sobre la maduración, el hecho de hacerse mayor y la incertidumbre ante el futuro. Creo que en todo ello radicaba para mí el placer de grabarlas y de que la banda haya alcanzado un punto fantástico”.

“Creo que nuestro público se ha vuelto más nostálgico que nosotros”, prosigue Ross, que dice “regocijarse” todavía cada vez que interpreta sus éxitos más añejos e incombustibles (‘Dignity’, ‘Wages Day’, ‘Real Gone Kid’, ‘Loaded’, ‘King of the New Year’) pero prefiere “ser bastante realista y disfrutar simplemente del presente”. Y la mejor radiografía de su momento actual la aportan estas 12 canciones que abordan pérdidas, evocaciones, fogonazos de pasión nocturna (‘Underneath the Stars’), apelaciones al potencial sanador de la música (‘Turn Up Your Radio!), monumentos a los años mozos (la hermosísima ‘How We Remember It’) y, desde luego, ese autorretrato, ‘Late ’88’, sobre el preciso momento en que él y sus compañeros de viaje —entre ellos su pareja e inconfundible segunda voz, Lorraine McIntosh— se erigieron en rutilantes estrellas internacionales. “La canción incluye el verso ‘Nunca pensábamos en mañana’ porque era rigurosamente cierto en nuestro caso”, se sonríe. “Cuando eres joven, ¿quién piensa en ello? Fíjate: en 1986 y 1987, mientras grabábamos Raintown, habían transcurrido solo cuatro décadas desde el final de la Segunda Guerra Mundial, pero nos parecía estar a años luz de distancia. Era el mundo de nuestros padres, no el nuestro”. ¿Y qué pensarán los ahora jóvenes de ustedes?, le interrumpimos. “Podemos parecerles irrelevantes para lo que tienen entre manos. Y lo entiendo”, concede sin atisbo de rencor.

En realidad, ese desapego dista de ser generalizado. Una parte de la chavalería, y más aún en una tierra tan sentimental como la escocesa, mira a sus mayores como un referente del que tomar nota y extraer enseñanzas, aunque Ross, con doscientas y pico composiciones a sus espaldas, se diga incapaz de aportar consejos sustanciales. “A estas alturas sigo sin saber cómo nace una canción”, exclama con honestidad desarmante. “En mi caso suele empezar a partir de una idea, y esa idea necesita, antes de nada, un buen título. Escribo el argumento en el teléfono y algún tiempo después, también en el móvil, grabo notas de voz: por lo general, yo mismo sentado al piano y cantando el esqueleto de algo. Nada más”. A partir de ahí se impone un proceso de cuarentena, a menudo de varios meses. “Si al revisarlas creo que destacan por algo, digo: ‘Hum, interesante, igual tendríamos que trabajar’. Pero si no me atrapan, sencillamente las ignoro”.

En el caso de The Great Western World pasaron el primer filtro casi 25 canciones, de las que tan solo la mitad han acabado encontrando acomodo en los azulísimos surcos del vinilo. “El filtro de calidad consiste en que tanto yo como todos nosotros nos sintamos orgullosos de las canciones”, recalca el autor escocés, “aunque en el caso de este disco hubo que tomar algunas decisiones… difíciles”. Son descartes que acabarán aflorando en caras B y demás artilugios para completistas, y a cuya solidez no es ajena la presencia del ingeniero de sonido Matt Butler, el mismo viejo amigo que ya pilotaba las operaciones en los tiempos de Raintown. “Esta vez nos llevó a los estudios Rockfield, un lugar muy evocador que le encanta. Y allí pudimos trabajar en directo en un ambiente estupendo, muy creativo. Creo que acaba notándose justo eso, que grabamos cada canción como nos pedía el cuerpo”.

Ricky dice llevar una vida apacible, aun teniendo que encontrar hueco en su agenda para grabar el programa sobre música country que dirige en la BBC Radio Scotland. Ahora, con la gira de presentación del nuevo elepé y los ensayos de “una futura función teatral”, se le acaba por unos cuantos meses la tranquilidad. Pero cuando regrese a la vida hogareña, sin duda, también retomará la grabación de sus embrionarias notas de voz. ¿Un duodécimo álbum?

Antes de colgar, nos queda una curiosidad irrefrenable. En España hay muchos aficionados que asocian en su subconsciente los nombres de Deacon Blue y Prefab Sprout. ¿Sucede en otras partes? “¿En serio? ¡Pues apenas los conozco! Habremos coincidido un par de veces, escuchábamos su música y todos ellos son una gente estupenda. Pero creo que tomamos rumbos musicales diferentes”.

The Great Western World

Deacon Blue
Cooking Vinyl/Popstock!



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