Aunque quedó eliminado en las semifinales de la Champions después de perder contra el Inter, el Barcelona no se sintió derrotado en el barrio de San Siro. El equipo azulgrana se sabe imperfecto, todavía muy joven y vulnerable defensivamente, pero al mismo tiempo está convencido del plan de viaje: el fútbol consiste en marcar un gol más que el contrario, una declaración que de alguna manera le une al dream team, la fuente de inspiración del club desde la llegada de Johan Cruyff. Aquel plantel se distinguía precisamente por su vocación ofensiva, a ratos incontenible y también por sus concesiones, que le penalizaban ante rivales aparentemente inferiores como por ejemplo ocurrió contra el CSKA Moscú el año después de ganar el trofeo en Wembley.
No es el caso del Inter, un adversario temible desde que llegó y perdió la final contra el Manchester City en 2023, ganador de la final con un gol de Rodri. Los muchachos de Simone Inzaghi vuelven dos años después a la disputa del título en Múnich. Han perseverado en su manera de entender el juego y ahora se sienten recompensados después de vencer al Barcelona. El camino recorrido por los italianos puede servir de guía para los azulgrana, que necesitan mejorar colectiva e individualmente para validar el exigente modelo de Flick. El Barça de hoy vive, precisamente, también del recuerdo del Bayern de Múnich campeón en Lisboa en 2020 después de golear en cuartos a los azulgrana por 2-8 y superar en la final al Paris Saint Germain.
El plantel de Flick se ha batido con grandeza durante la temporada contra los mejores equipos, ya ganador de la Supercopa y de la Copa contra el Madrid. Ahora le aguarda el domingo un cuarto clásico para decidir la suerte de la Liga. El partido se prevé complicado para los barcelonistas después de la frustración vivida en el Giusseppe Meazza. La solemne actuación de Lamine Yamal y el orgullo grupal manifestado en un remonte inolvidable, del 2-0 hasta el 2-3, avalan a un conjunto quejoso por la actuación del colegiado Marciniak porque la mayoría de sus decisiones en caso de duda siempre favorecieron al Inter. Quizá se impone también una cierta autocrítica: el Barça necesita corregirse y mejorar para aspirar a ganar la Champions.
A los azulgrana les conviene perfeccionar la manera de tirar la línea del fuera de juego y por extensión de defender, excesivamente expuesto a errores individuales, como se advirtió en los dos últimos goles encajados con Araujo. También convendría reparar en la figura del portero después de constatar que la brillante actuación del guardameta Sommer fue decisiva para la suerte del Inter. Más que detalles son conceptos para revisar después de la derrota, la segunda en 2025 tras la de Dortmund ante el Borussia, también en la Copa de Europa. El salto de calidad es necesario una vez asumido que el mismo equipo que el año pasado se quedó a cero, excepción hecha de Dani Olmo, ha peleado por todos los títulos, incluida la Champions y pendiente de la Liga.
El éxito que supone competir hasta el final con las limitaciones de la plantilla supone también un desgaste enorme para un equipo muy físico, que precisa estar en plena forma para ajustar la presión y al que se le nubla la vista a la hora de tomar decisiones cuando está fatigado, animado hasta ahora por una dinámica positiva que no será fácil repetir después de la oportunidad única que se presentó en Milán. Si la trayectoria se puede considerar milagrosa, ahora se trata de desmentir justamente que fue casual y tiene por tanto recorrido para el próximo ejercicio que se supone se disputará ya en el Camp Nou después del exilio en Montjuïc. A la excedencia de miles de abonados, ha seguido una enorme movilización social, emocionada la afición con su Barça.
El juego del equipo ha sido tan divertido como vertiginoso y generoso, a menudo incluso sobresaliente desde el punto de vista futbolístico, como se advirtió en la segunda parte de la semifinal cuando atropelló a uno de los mejores equipos defensivos de la Chammpions. Los azulgrana nunca se rindieron y difícilmente lo harán a partir de ahora, encomendados a la magia de Lamine, a la dirección de Pedri y al vivero de La Masia. El Barça de Flick tiene futuro después de contagiarse de la ambición de su presidente Laporta para el que no hay imposibles.
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