América Latina es un actor geopolítico de gran importancia en los esfuerzos globales de acción climática; un actor que, desde nuestra perspectiva, merece la atención de inversionistas públicos y privados, locales, regionales e internacionales, para apoyar la transición climática en una región nicho de algunos de los mercados más dinámicos del mundo en este ámbito. Entonces, ¿por qué invertir en América Latina en el contexto climático actual?
Primero, América Latina es un líder en el despliegue de energías renovables, con inversiones que han incrementado en el orden del 84% en la última década en proyectos eólicos y solares, llevando a la región a que 60% de la generación eléctrica provenga de fuentes renovables. Además, la mayoría de los países de la región han definido una meta clara: que al menos 80% de su matriz eléctrica provenga de fuentes renovables a 2030. Todo lo anterior, implica un gran potencial de crecimiento en esta industria, conllevando mayor generación de empleos y la transformación de la economía que allanaría el camino hacia la independencia en la seguridad energética de comunidades, países, y de la región en colectivo.
Segundo, América Latina tiene una riqueza natural inigualable: alberga al 60% de la biodiversidad del mundo, una cuarta parte de los bosques del planeta -incluyendo la selva tropical más grande, la Amazonia-, la segunda barrera de arrecifes más larga del planeta y 30% de los recursos de agua dulce disponibles a nivel global. Además, lidera la conservación de la biodiversidad, dedicando más de 20% de su territorio (terrestre, aguas continentales y marinas) a áreas protegidas, superando el promedio global. Más aún, América Latina tiene el potencial de recuperar más de 600 millones de hectáreas de tierras degradadas, con el mayor potencial mundial de remoción de emisiones de gases de efecto invernadero y de impulsar agricultura regenerativa, prácticas productivas de bioeconomía, e innovación tecnológica.
Tercero, América Latina se caracteriza por un entorno político relativamente estable y democrático. La mayoría de los países de la región han avanzado en el desarrollo de una base institucional y regulatoria que ha permitido la implementación de medidas habilitantes para la acción climática y la inversión verde, y que ha atraído una representación amplia de bancos de desarrollo. Entre estas medidas, países como Colombia, México, Panamá, Brasil y Chile han adoptado instrumentos como taxonomías verdes para identificar actividades y activos sostenibles, estándares de divulgación climática, beneficios fiscales, requisitos mínimos o mandatos de mezcla, esquemas de áreas naturales protegidas, programas de pagos por servicios ecosistémicos y normativas específicas para la realización de subastas de energías renovables.
Un ejemplo claro de esto nos lo da el hecho de que más del 80% de la capacidad de generación eléctrica instalada en la región tiene su origen en subastas de energías renovables en países como Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, El Salvador, México, Panamá, Perú y Uruguay.
Cuarto, América Latina tiene un potencial amplísimo para ser punta de lanza en el cumplimiento del Acuerdo de París -el tratado internacional que regula las acciones de los Estados para la reducción de emisiones contaminantes-. Precisamente, este año los gobiernos latinoamericanos presentarán sus compromisos a 10 años con el objetivo de cimentar cambios estructurales en sectores como energía, transporte, infraestructura, industria y uso del suelo, así como impulsar ajustes sociales y ambientales que permitan consolidar nuevos modelos de desarrollo económico.
Señoras y señores inversionistas:
América Latina se perfila, hacia mediados de siglo, como una economía circular, baja en emisiones, respetuosa de los recursos naturales y resiliente a los impactos climáticos. Mientras los gobiernos de América Latina trazan el camino hacia ese futuro a través de sus metas climáticas (también conocidas entre la comunidad ambiental como NDC), ustedes tienen la oportunidad de liderar e invertir en esta transformación. Al anticiparse a los riesgos físicos y de transición derivados del cambio climático e integrarlos en sus decisiones de inversión, planes de descarbonización y estrategias de negocio, no sólo protegen el valor de sus activos, sino que abren la puerta a nuevas oportunidades, mientras acompañan la evolución de las empresas en las que invierten.
Les invitamos a que consideren que redirigir sus flujos financieros hacia energías renovables, electromovilidad y soluciones basadas en la naturaleza, entre otros, no es sólo una decisión responsable, sino una apuesta visionaria que fortalece la resiliencia de sus portafolios, a mediano y largo plazo.
Este es el momento de liderar el cambio y convertirse en aliados de la región en la construcción de economías más competitivas y preparadas para ese futuro común.
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