La Comisión Europea quiere que ningún país de la UE consuma gas ruso a finales de 2027. Si se cumple este plazo que el Ejecutivo comunitario ha planteado a los Estados miembros, la Unión habrá alcanzado un objetivo que cuando empezó la invasión de Ucrania por parte de Rusia sonaba a quimera: prescindir de todos los combustibles procedentes del gigante euroasiático antes de que termine la década. La meta está planteada en un primer documento que la Comisión ha lanzado este martes y se concretará en textos legislativos el próximo mes, según ha avanzado el comisario de Energía, Dan Jorgensen. “Rusia es una amenaza”, ha lanzado el danés, a quien le “duele” que el año pasado los Estados miembros gastaran 23.000 millones de euros en comprar gas ruso.

Llegar a desengancharse plenamente del gas ruso dentro de dos años y medio parece una tarea sencilla si se observa lo que ha pasado en los últimos años. En 2021, el gas ruso representaba el 45% de todo el que consumía la UE. Si se cumplen las previsiones de la Comisión, este año supondrá solo el 13%, entre el que llegue por buques (7,3%) y el que accede por el único gasoducto que sigue funcionando, el Turkstream. Pero los números engañan.

Habrá grandes obstáculos políticos: Hungría y Eslovaquia, dos países próximos a Moscú y muy dependientes todavía del combustible ruso, no lo van a poner fácil. Y también existen trabas empresariales y propias del funcionamiento de los mercados: los contratos de suministro de larga duración que las empresas que operan en el mercado europeo tengan suscritos con la estatal rusa Gazprom para el suministro por ducto y con Yamal LNG para las llegadas por barco desde Siberia. Los compromisos de corta duración, alrededor de un tercio del total, no son tanto problema, porque vencen a finales de este año. Pero los hay que tienen más vigencia.

¿Cómo se resuelve este último problema? A esto se aplican ahora los servicios jurídicos y la dirección general de Energía del Ejecutivo comunitario, según ha explicado el comisario socialdemócrata de origen danés. “La Comisión se asegurará de que las medidas para eliminar las importaciones de gas ruso se diseñarán de forma que se minimice el impacto sobre los actores del mercado y cumpliendo con las leyes europeas y bajo las obligaciones de las normas internacionales”, explica el documento de Bruselas.

“La Comisión propondrá en los próximos meses medidas para prohibir las importaciones que quedan de gas ruso a través de contratos de larga duración. La necesaria desconexión [de este combustible] requiere una transición larga por las grandes cantidades afectadas para los importadores. […] La Comisión se implicará con los Estados miembros y se asegurará de que la propuesta estará basada en una adecuada evaluación de los impactos legales y económicos”, prosigue.

Aún sin textos legislativos

Aunque todavía no haya textos legislativos, Bruselas sí que anticipa que va a pedir a los gobiernos nacionales que elaboren un plan de desconexión de los combustibles rusos. Ese documento deberá estar listo a finales de este mismo año.

El objetivo de que la UE prescindiera de estos combustibles ya se formuló en 2022 nada más comenzar la agresión rusa, y quedó claro también que Moscú instrumentalizó el gas en los meses previos a la invasión. Pero entonces se fijó una fecha límite indeterminada, “antes de 2030″. Justo entonces comenzaron a imponerse sanciones a Rusia y ahí se prohibió ya la compra de carbón y después de petróleo.

El gas son palabras mayores, porque el principio que siempre ha regido a la UE a la hora de aplicar cualquier castigo al régimen de Putin por invadir Ucrania es hacerle más daño del que la Unión se hace a sí misma. Y en este caso, no se ha cumplido.

Siguiendo también este principio, queda claro que todavía hay un combustible y una tecnología de producción energética con la que Bruselas se mueve con cuidado: la nuclear. Todavía hay países que construyeron sus centrales en época soviética y que requieren uranio y soporte procedentes de Moscú.



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