El Manchester United y el Tottenham, dos clubes de la liga inglesa, se enfrentan este miércoles en San Mamés por el título de campeón de la Europa League (Movistar+, 21.00). Fuera de La Catedral, Bilbao también se juega su propio partido para asentarse como una de las ciudades de tamaño medio capaz de organizar eventos internacionales. Bastará con que no lleguen goles por fallos en la logística, la movilidad o la seguridad. La desmesura, el atractivo y los medios ya los tiene. Un buen balance permitirá ganar puntos y posiciones en la tabla de clasificación de esta particular liga, donde compiten otras ciudades españolas, como Valencia, A Coruña o Málaga.
Las dos aficiones inglesas ya han llegado a la capital vizcaína. En total, la ciudad está acogiendo y gestionando a más de 60.000 seguidores. Unos 30.000 verán el encuentro desde el estadio y el resto se quedará fuera por carecer de entrada, según estimaciones de los clubes y las instituciones vascas. El reto para Bilbao es mayúsculo y el dispositivo, superior al de los premios MTV Europe Music Awards o al de la salida del Tour de Francia, celebrados en 2018 y 2023, respectivamente. Esta vez, más de 150 millones de personas de 170 países seguirán la final por televisión.
Los precios en los hoteles también son estratosféricos. La oferta se ha quedado pequeña y, en los pocos casos con alguna habitación disponible, ronda en una horquilla entre los 2.000 y los 5.000 euros por noche, según varios buscadores. Incluso, esa altísima ocupación se ha extendido a otras ciudades próximas a Bilbao. Los alojamientos vitorianos han cuadruplicado sus precios: habitaciones por 600 euros y literas en pensiones por 400.
Aeropuerto al límite
El aeropuerto de Bilbao nunca había recibido tantos vuelos de golpe. Hasta 709 operaciones hasta mañana jueves, una por cada tres minutos. Incluso, la Agencia Estatal de Seguridad Aérea ha autorizado el uso de pistas auxiliares y la zona de deshielo para estacionar todas las aeronaves. La torre de control bilbaína dirigirá, además, 45 vuelos con destino Santander y Vitoria, desde donde regresarán a casa los seguidores del Tottenham. “Vamos casi al máximo de nuestra capacidad”, admite Josu Marín, uno de los cinco controladores aéreos encargados del operativo. En total, se han fletado 170 vuelos chárter para los aficionados.
La recomendación de AENA a las compañías ha sido clara para reducir la presión sobre los servicios en tierra: traer el depósito de los aviones lleno y evitar, en la medida de lo posible, repostajes en tierra. “No hay combustible suficiente en todo Euskadi para atender toda esta demanda”, reconoce Marín. “El tráfico es tan intenso que podrían producirse demoras. Pedimos un poco de comprensión”.
Con el aumento de desplazamientos al centro, la Diputación de Bizkaia ha activado un plan especial de taxis. De manera excepcional, se permite a los taxis con licencia VTC de fuera de Bilbao recoger pasajeros en el aeropuerto. Los autobuses interurbanos han modificado su recorrido. Por su parte, el Ayuntamiento de Bilbao calcula que 700 autobuses entren en la villa estos días, por lo que les ha habilitado una zona de 400 metros cuadrados para la carga y descarga de pasajeros. Para estacionar, deberán hacerlo en Mungia, un municipio a 18 kilómetros.

El mayor despliegue de seguridad
Una vez en Bilbao, la afición se topará con un dispositivo de seguridad inédito. Nunca se había concentrado tanto personal policial en una misma ciudad vasca. Serán unos 1.500 ertzainas de todas las unidades y secciones, muchos venidos de comisarias fuera del botxo. Todo sin contar los centenares de agentes de la policía municipal y los 500 responsables de seguridad que controlarán los accesos al estadio, donde se instalarán tres anillos de seguridad para evitar cruces entre aficiones.
“No voy a ocultar que estoy nervioso, este trabajo genera momentos de inquietud”, reconoce el consejero de Seguridad del Gobierno Vasco. En una entrevista en Radio Bilbao, Bingen Zupiria subraya que se trata del mayor despliegue de seguridad en la historia de Euskadi, aunque sin ofrecer más datos. El consejero revela, eso sí, que han mantenido reuniones con cuerpos de seguridad internacionales, también con la policía inglesa, para aplicar “las mejores prácticas en eventos de esta magnitud”. Y eso que la UEFA no ha catalogado el encuentro como de alto riesgo.
En la memoria siguen presentes los incidentes durante la fase eliminatoria, cuando el Athletic aún participaba en la competición. En marzo, los disturbios antes y después del partido de octavos de final contra la AS Roma dejaron una docena de detenidos, una treintena de heridos —15 de ellos ertzainas— y una multa de 34.000 euros de la UEFA al club vizcaíno. Un mes más tarde, la noche del encuentro en cuartos de final contra los Rangers FC seis personas fueron detenidas y 12 agentes sufrieron contusiones.
Tres espacios para aficionados
En esta ocasión, las dos aficiones tienen espacios diferenciados para calentar motores, además de una zona neutral en el Casco Viejo. Los seguidores del Tottenham se reúnen en el parque Ametzola, cerca de San Mamés. Los del United, en el parque Etxebarria, en lo alto de una colina próxima al ayuntamiento. En ambos lugares, se han instalado pantallas y txosnas con más de 60 cañones de cerveza que servirán hasta 32.000 litros por fan zone. “Nos consta que hay una gran relación entre las dos aficiones. Me gustaría que hoy hablemos de deporte solo”, sostiene el alcalde de la ciudad, Juan María Aburto, y apela a la afición local: “Fuimos 70.000 del Athletic a la final de Copa en Sevilla y ofrecimos una gran fiesta. Espero que, hoy, sea igual”.
La incógnita de las tres horas
Aún se desconoce qué harán las aficiones entre las seis y las nueve de la tarde, cuando cierran los fan zones y aún no comienza el partido. Muchas calles del centro están cortadas; las estaciones de metro y trenes cercanas al estadio, cerradas; e incluso se han suspendido los exámenes en la Escuela de Ingeniería por la misma razón. Bares y restaurantes han hecho buen acopio de bebidas y las discotecas esperan llenarse tras organizar sesiones especiales para quienes no disponen de entrada.
Quienes sí la tengan serán recibidos en San Mamés por un millar de auxiliares de organización —los conocidos como txapelgorris, por llevar una boina roja— y decenas de voluntarios. Entre ellos, Leire Gayoso, de 23 años, que se encargará de acomodar a la afición. “Estaré con dos amigos y espero que no haya follones porque también nos encargaríamos nosotros de dar el aviso a seguridad”, explica en declaraciones a EL PAÍS, nada más recoger su acreditación. En los hospitales y ambulatorios bilbaínos el servicio vasco de salud también ha reforzado los servicios.
“Tenemos que trabajar por que la gente que viene al fútbol tenga una experiencia positiva y compruebe que Bilbao merece la pena”, destaca el primer edil, quien verá la final “gustosamente” desde el palco de San Mamés. Eso sí, se mantiene neutral a pesar de que el United haya eliminado al equipo de su ciudad: “No sería malo que los de Manchester ganaran la final. Podríamos decir que nos eliminó el campeón y nos daría más prestigio”, recoge entre risas. Próximo reto para gestionar: las finales de la Challenge Cup en rugby dentro de un año.
Comentarios