Es el comienzo de una gran era, proclama Paula Sevilla en Cantón.

“¡Las mujeres al poder!”, grita, poderosa, Daniela Fra, quien, irónicamente, por supuesto, roba a los hombres su condescendencia típica, y añade: “Pero no solo nosotras. También corren y se esfuerzan muchísimo todos”. Eva Santidrián también se compadece de ellos: “Ánimo, chicos, que las oportunidades no se han acabado. Quedan muchas balas”. Blanca Hervás sonríe amplia, como sonríe siempre al llegar la primera, su perfil helénico clásico, moñito tirante, tenso, piernas largas y finas, caderas altas, y las rodillas, como si los ceramistas que cocieron hace siglos las vasijas cerámicas representando a los atletas de los Juegos Olímpicos de la antigüedad se hubieran inspirado en su figura.

Es la euforia. La apoteosis. Son el relevo 4×400. Pocos minutos después de las compañeras del 4×100 y de las dos y los dos del relevo largo mixto —Blanca Hervás, que repite; la cordobesa Carmen Avilés, el canario Samuel García y el extremeño David García Zurita—, ella también se ha clasificado en los Mundiales de relevos para disputar los Mundiales de atletismo de Tokio, que serán en septiembre. El mundo observa sorprendido y cuenta con los dedos, casi ensordecido por el estruendo de las actuaciones del atletismo español, hasta ahora terreno fértil para la marcha y el medio fondo, que de repente se despierta velocista, y espectacularmente femenino. Las fotos de las alegrías hispanas, expansivas, dominan la información de los Mundiales de relevos en la web de World Athletics, la federación internacional.

Como diría Dios de la Santísima Trinidad, las cuatro son una y cada una es cada una, tan unidas están, en gustos y en actitud, tan diferentes son sus orígenes, y se mezclan en concentraciones periódicas del Plan Nacional de Relevos, donde, dirigidas por Toni Puig, trabajan, junto a las del corto, la sincronización y la velocidad en el paso del testigo. Blanca Hervás, de 22 años, es de Majadahonda, a las afueras de Madrid, entrena en Madrid con Julio Rifaterra y ha estudiado bachillerato y un par de años de universidad en Miami, donde ha crecido como atleta, siempre de 400m, la especialidad que practican, en liso y con vallas, las actuales figuras estelares del universo atlético, la norteamericana Sydney McLaughlin y la neerlandesa Femke Bol. Eva Santidrián, de 25, es de Burgos y entrena en Valladolid, mientras que Paula Sevilla, de 27, manchega de La Solana, corre 200m y 400m, es una bala incansable en ambos relevos, la curva en el corto, la salida en el largo, y en ambos colectivos, mujeres que se quieren, es el reactivo explosivo, la chispa, la velocidad pura pulida por José Luis Calvo. Daniela Fra es de Arroyomolinos, otro suburbio de Madrid, y la entrena, y es la excepción, una mujer, Ángeles Guerra, que fue su profesora de gimnasia en el instituto y preside el club de atletismo de la localidad, y la víspera de la final le hace una videollamada desde Arroyomolinos para animarla. “Mañana, cuando ganéis, pensad en las mujeres que han abierto camino”, le pide, convencida de que darán “el pepinazo, y tan pichis”, y la emoción la desborda. “Cuando me llamó yo estaba en la habitación con Eva y Blanca”, dice Fra, de 25 años, “y sentimos todas cómo se emocionaba Ángeles, porque hablaba también de ella misma, de los sueños que no pudo tener cuando era atleta, vallista como yo”.

“Yo les hablaba de mí, de mi experiencia como exatleta de vallas y como única mujer entrenadora en el grupo de todas las relevistas”, cuenta Ángeles Guerra, de 56 años, cuya figura, en cierta forma, simboliza la evolución del peso de la mujer en el atletismo. “Simplemente, les dije que iban a dar el pepinazo, que lo sabía, y que yo no iba a llorar entonces, sino al día siguiente, cuando ganaran. Y les pedía que se acordaran de las que habíamos abierto camino, porque yo experimenté en mis propias carnes los obstáculos que debíamos superar las mujeres”. Guerra, de familia obrera, nunca pudo dedicarse plenamente al atletismo, un deporte del que muy pocos, solo las estrellas, puede vivir, y ha sufrido la condescendencia del macho en el atletismo, un deporte que en los niveles técnicos es casi enteramente masculino. “Antiguamente, y aún hoy en día, los atletas son hombres, y las atletas, chicas… El hombre nunca está gordo, simplemente fuerte; las chicas, en cambio, están gordas… Está cambiando la mirada, sí, pero aún quedan algunos rancios.”

A la clasificación para Tokio, ya esperada, pues es un cuarteto experto que ya dio el salto a la elite terminando quintas en la final del Mundial de Eugene, en 2022, las cuatro del relevo corto —la debutante mallorquina Esperança Cladera, una especialista del 200m para la primera curva; la catalana Jaël Bestué, espectacular en la contrarrecta (10,11s lanzados) en hermosa pugna con la diosa jamaicana, Shelly Ann Fraser; la manchega de La Solana Paula Sevilla, que hace de la segunda curva una recta (10,28s) tan atómica que entrega la primera a la cuarta relevista, la sevillana, Maribel Pérez (10,22s)— añaden un récord nacional batido en semifinales (42,18s, 16ª mejor marca mundial de la historia) y un segundo puesto en la final, solo superadas por la potentísima velocidad de Gran Bretaña y la herencia jamaicana de sus atletas, pero por delante de las inabordables estadounidenses y jamaicana.

Las del 4×400, mientras, se muestran a la altura de las expectativas que crearon en los recientes campeonatos de España en pista cubierta —las cuatro por debajo de 52s, un pleno impensable— y que mantuvieron con un cuarto puesto doloroso en los Europeos de Apeldoorn. Y más aún. Se autodenominan golden bubbles, doradas, evanescentes burbujas como las del champagne, y han conseguido el jackpot. Han ganado la final y, además, han batido el récord de España (3m 24,13s, 11ª mejor marca del mundo en la última década), y al día siguiente de regresar a España desde la lejana China, las cuatro, junto a las tres del 4×100 —Paula Sevilla, reactivo explosivo, participa en las dos distancias— son las estrellas en La Revuelta, top prime time para mujeres atletas que reivindican plenamente su transcendencia más allá de su mero valor deportivo.

Los análisis sesudos se suceden, el valor de la planificación y las concentraciones, la apuesta de la federación por los relevos, una especialidad en la que valen tanto las marcas como la técnica del paso del testigo, y que hace mejores a cuatro mujeres de 11,20s y buena técnica que a cuatro de 10,90s y escasa sincronización, y que convierte en invencibles a las mujeres del 400, las cuatro por debajo de 52s y por encima de 51s en una especialidad en la que las mejores bajan regularmente de los 50s. “Y no le quito valor al plan, todo lo contrario. Pero trabaja con la materia prima que preparamos los entrenadores diariamente”, dice Ángeles Guerra, que la última temporada se quedó sin pista para entrenar porque la de su Arroyomolinos estaba en obras, y tuvo que multiplicarse para encontrar alternativas. “Si no hubiera cuatro atletas de 51s que se retroalimentan entre ellas, no habría plan ni nada”.

Los análisis humanos prefieren hablar de figuras como la de Daniela Fra, atleta de 400m, con vallas y sin vallas,1,77m, flaca, caderas muy altas, larguísimas piernas a lo Femke Bol, su coetánea (nacidas ambas en febrero de 2000 con una semana de diferencia), con un grado en Ciencias del Deporte, estudiante de un máster de gestión deportiva y entrenadora de niños en el club de Arroyomolinos. En la final de Cantón, el domingo pasado, cubriendo la tercera posta, recibió el testigo de manos de Eva Santidrián en segunda posición y 50,91s más tarde se lo entregó, ya primera, a Blanca Hervás. “Me sentí una igual para luchar de tú a tú con todas”, dice. “Sencillamente, lo hemos conseguido porque nos lo hemos creído”.

Guerra recuerda a Daniela Fra, una niña de 15 años en su clase, y pensaba que con lo flaca que era no haría nada, pero le admiró cómo se desplazaba. “Soy vallista, he sido vallista, entreno a vallistas. Y puse a Daniela a correr con vallas y ganó a todas, tan pichi, como quien no quiere la cosa”, recuerda Guerra, que compite en máster y entrena también a su hija, Carmen Sánchez Guerra. “A priori no es tan talentosa como Eva o Blanca, pero es la que mejor técnica tiene, y una planta brutal. La relación entre piernas y tronco es magnífica, y en los estudios que hacen en las concentraciones han comprobado que tiene la zancada más larga, 20 centímetros más que la siguiente. Ha dado un gran salto de calidad. Ya tiene nutricionista. Es campeona de España de 400m vallas, y estoy convencida de que este verano batirá el récord nacional, los 54,34s de Sara Gallego”.

Y después, sin vallas, toda la pista lisa, les espera a todas la luna llena, el Europeo por equipos que se disputará en Vallehermoso por San Juan. Será el aperitivo de su viaje en septiembre, el Mundial de Tokio en la pista olímpica. Y allí, las estrellas.



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