Escondido tras el chiste fácil, hay un Arturo Valls que no se ve por televisión. Al rascar, aparecen las inquietudes intelectuales del productor de cine. Las pragmáticas del empresario hostelero. O las emocionales del padre que vive las primeras veces de su hijo adolescente. Afeitado solo por exigencias del guion de su próxima serie y con unas deportivas de running bastante “molonas”, Valls (Valencia, 50 años) disfruta hoy más en la sombra que bajo los focos. Y eso que lleva tres décadas sin parar de encadenar series, películas, concursos… El último, That’s my jam. El show musical que estrena esta noche en TVE, después de La revuelta, en colaboración con Lacoproductora (propiedad de Prisa, empresa editora de EL PAÍS), del que también es productor.

P. ¿Es un tiburón de los negocios?

R. No, no. ¡Todo lo contrario! [se ríe]. Soy muy romántico. Me mueven más las ideas que la rentabilidad.

P. ¿De verdad no mira el beneficio?

R. Miro que el negocio no sea deficitario porque tampoco soy gilipollas, pero una parte de lo que gano con el entretenimiento lo invierto en cosas que me aportan.

P. Por ejemplo, su marca de arroz. ¿Cómo va Roland Garroz?

R. ¡La presentamos en un mes! También soy socio en un par de restaurantes. No quiero quedarme donde la gente me sitúa.

P. ¿Va a poner su cara en el paquete como el gazpacho de Belén Esteban?

R. Claro, claro [carcajada]. Me gusta más compararlo con el tequila de George Clooney o las salsas de Paul Newman, pero sí.

Le he preguntado a mi asesor financiero: “¿Hasta cuándo tengo que currar para vivir de las rentas?»

P. Lo que realmente le divierte ahora es producir cine, ¿no?

R. Un poco. Mi otro objetivo era jubilarme y dedicarme a jugar al tenis y a hacer paellas.

P. ¿Jubilarse con 50?

R. Sí, ¿por qué no?

P. No me lo creo…

R. Te lo digo en serio. Hace poco le pregunté a mi asesor financiero: “¿Hasta cuándo tengo que currar para vivir de las rentas?“. Quiero elegir muchísimo los proyectos. Y estoy cerca de eso.

Hay mucho productor que hace ficción para pedir una subvención»

P. Cuando va a vender algo a una plataforma, ¿le tratan mejor por ser Arturo Valls?

R. Ayuda a que te abran la puerta del despacho antes que a un productor independiente, pero no sirve para que te digan que sí.

P. ¿Cómo son esas reuniones?

R. Muy graciosas. Mi socio lleva la parte protocolaria e institucional. Y yo meto el chascarrillo. Cuando empecé en esto me di cuenta de que hay mucho productor que hace ficción para pedir una subvención, coger cualquier guion y llevarse un porcentaje. Yo eso no lo concibo. Me tiene que entusiasmar la idea.

P. Jugando el rol cómico, ¿le toman menos en serio?

R. Al principio, sí, pero te vas ganando el respeto a medida que vas produciendo películas. Eso me ocurre más en la vida. La gente me percibe como alguien que no profundiza, pero no me obsesiona.

El divismo funciona, parece que hay que ser imbécil para que te traten mejor»

P. ¿Nunca ha tenido estrés?

R. Sí, cuando he estado combinando ¡Ahora caigo!, Tu cara me suena y una película, y de repente, me ha podido salir alguna erupción en la piel, pero intento no tomarme muy en serio. Veo a compañeros actores que se dan una importancia… Hay gente que levita. A mí me va mejor quitándole peso.

P. Algunos van con un séquito alrededor…

R. Y yo llego ahí con mi maletita… Son formas de entender esto. Para mí es un trabajo cualquiera, pero consideran que ir con estilista, jefe de prensa o asistente les pone más en valor.

P. ¿No le da rabia?

R. Y tanto. Sobre todo, el que va de divo, trata mal y pide las cosas de mala manera. No puedo soportar que a esa gente le hagan más caso. El divismo funciona. Lo he hablado con muchos compañeros. “Macho, ¿tenemos que ser más imbéciles para que nos traten mejor?“. Es tremendo. Y ocurre.

P. ¿Entre las generaciones jóvenes?

R. Con gente que acaba de empezar. Me acuerdo en la época de Camera Café que llegaba la gente de Gran Hermano a maquillaje con unas exigencias que decías: “Pero, vamos a ver, ¿por qué esa prepotencia?“. Y pasa también con influencers. Luego ves a José Sacristán o Carmen Machi, con talentazo y unas carreras increíbles, que son educadísimos.

Arturo Valls, antes de la entrevista.

P. Se suele definir como “empático”. Ir con esa actitud por la vida, ¿no le hace más vulnerable?

R. Sí, pero evito el conflicto y no profundizo en las cosas chungas, que me pasan también. Aunque, con la crisis de los 50 estoy notando que se alargan más los momentos conflictivos…

P. ¿Qué conflictos?

R. El tiempo, la salud, ver que ya no tienes la misma energía o aguante, estoy pensando en las resacas [se ríe] o darte cuenta de que tus padres tienen una edad.

A los 50, ya no tienes la misma energía o aguante en las resacas»

P. ¿Qué películas consume?

R. A mi hijo le estoy introduciendo en el mundo Wilder, Azcona y Berlanga. En España, hemos hecho la mejor comedia del mundo y la hemos perdido. El público igual quiere pensar menos, pero, ¿quién educa a quién? En la tele de antes había debates, programas culturalmente más elevados, pero, de repente, alguien descubre que funcionan los realities, el corazón o la comedia superbásica y se olvida lo otro.

P. Esta parte más intelectual nunca la muestra. ¿Por qué?

R. Para no alardear. Me gusta el cine independiente, la música alternativa, el funk, el jazz… Realmente, mi cine tiene que ver con lo autoral. Mi abogado me dice: “A ver si hacemos alguna comercial y ganamos dinerito”.

P. ¿Ha visto la serie Adolescencia?

R. Sí, no me ha parecido para tanto. Creo que el plano secuencia le gusta más a los que lo hacen que al espectador, pero el tema que plantea en torno a las redes sociales está muy bien. Ojalá trasladarle esto a los chavales y que levanten la cabeza de la pantalla.

A mi hijo le digo que practique el hedonismo inteligente: beber sin alcoholizarse»

P. ¿Qué consejos vitales le da a su hijo?

R. Le digo que sea Epicúreo como su padre, que practique el hedonismo inteligente: beber sin alcoholizarse, comprar sin endeudarse, comer sin hartarse. No por una cuestión de templanza sino de independencia.

P. Dígame un defecto suyo.

R. La pereza. Con [David] Broncano lo he hablado muchas veces. Si nos ha ido bien así, ¿qué pasaría si nos lo currásemos de verdad? Yo nunca me pongo a machacar un guion o a estudiar un personaje… Es curioso.

P. Suena a sobrado…

R. ¿Por qué? Es la verdad. El talento que yo tengo es el de caer bien y transmitir entusiasmo. Lo he aprovechado guay.

Si eres idiota, la fama lo potencia»

P. Desde que empezó con veintipocos en el Caiga quien caiga de Wyoming no ha vuelto a hacer humor político…

R. Es otra manera de evitar el conflicto. ¿Para qué posicionarte en público? Hay gente que se dedica a la cultura que cree que está en una atalaya y en disposición de reivindicar algo. El que quiera utilizar ese amplificador genial, pero no estamos obligados. Yo solo lo he hecho con Mazón porque me parece algo indefendible.

P. ¿Por qué el formato no ha conectado en su regreso?

R. Dejarlo intacto podía resultar antiguo. Y renovarlo desvirtuarlo. Ahora en las redes sociales, hay preguntas ingeniosas, memes… Quizás un programa semanal de repaso de la actualidad tenía menos sentido.

P. ¿Cómo se ha bajado el ego?

R. No hay manual… Dicen que la fama te vuelve idiota, pero si eres idiota, la fama lo potencia. No tener un ego excesivo tiene que ver con la personalidad de cada uno.

P. Según los cálculos de su gestor, ¿cuándo se podrá retirar?

R. Cinco añitos más y luego me dedicaré a la producción en exclusiva. Esa sería mi pseudoretirada soñada.



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