El apagón que han sufrido España y Portugal días atrás es un huésped común e indeseado en México y cuando llega, aunque no oscurezca de golpe a toda la nación, los afectados se cuentan por millones. El país norteamericano, con sus más y sus menos, está creciendo, lo mismo su industria que el bienestar en los hogares, y el consumo eléctrico da cuenta de ello. Las olas de calor en el norte, puro desierto, echan abajo el suministro de electricidad por el aumento del uso de los aires acondicionados y ventiladores y los días de bochorno se quedan a oscuras. También el sur del país afronta calores extremos, en esas zonas, más pobres, los apagones se dejan notar, pero ningún Estado escapa a ellos. Y a veces se alargan por días interminables. Consciente, el Gobierno tiene un plan de aquí a 2030 que prevé una inversión de 22.000 millones de dólares para inyectar 22.674 megavatios al sistema eléctrico nacional y 6.400 más de generación privada.

La Comisión Nacional de Electricidad (CFE) ha vuelto a ser una empresa pública, siguiendo los planes de cierta nacionalización energética del gobierno anterior, que ahora se están completando. El organismo arrastra enormes pérdidas, solo el año pasado se reportaron 271.000 millones de pesos, y algunas de ellas vienen del fraude o de la tradicional resistencia de la ciudadanía a pagar la luz en áreas de gran pobreza. Por esa vía se pierde el 5,3% de la recaudación y una cantidad similar se debe a causas técnicas en el suministro. En México, donde todavía hay fusibles por todas partes, son comunes los diablitos, así le llaman a la manipulación casera de los cables para trucar el consumo doméstico. Hay también zonas conflictivas donde no dejan pasar al personal de la CFE que acude a leer el gasto de luz. Y en cualquier calle se puede observar cómo los puestos ambulantes roban la electricidad del cableado público sin que nadie oponga resistencia. Todo ello no representa el grueso de la recaudación, que siempre viene de parte de la industria, lógicamente, pero supone pérdidas millonarias.

La CFE lleva lustros con campañas para ir trayendo a la modernidad las obsoletas instalaciones, sustituyéndolas por medidores digitales de control remoto, entre otras cosas. La renovación de esos equipos supondrá contratos millonarios (en México todo se cuenta por millones, lo mismo que su población, 126 millones de personas). Eso permitiría elevar el 97% de la energía suministrada que se vienen cobrando, como promedio. Pero el país sabe que necesita elevar la generación eléctrica y en sus planes ya hay proyectos eólicos, fotovoltaicos y de ciclo combinado. El país crece.

Trucos y fraudes aparte, el sistema eléctrico funciona con cierta normalidad, aunque más de medio millón de hogares aún no tiene tendido, y solo los apagones de tarde en tarde confirman que ha llegado el momento de elevar las miras. El agua va mucho peor. Las sequías prolongadas se hacen notar por todas partes y también la capital presenta enormes problemas. Los cortes en el suministro obligan a proporcionar agua de otras fuentes y por la ciudad circulan siempre camiones que visitan los hogares afectados para descargar miles de litros en los tinacos donde se almacena lo necesario para el consumo doméstico. En determinados barrios periféricos y pobres, las pipas de agua van y vienen para abastecer a una población que siempre naufraga en el desabastecimiento. También ocurre, aunque en menor medida, en zonas acomodadas. El agua es, sin duda, una de las grandes promesas de todo partido político en campaña. Porque muchas veces no se tiene y nunca se puede beber del grifo. Al trasiego callejero de las pipas se suma el de los carritos de reparto de garrafones para el consumo en la mesa. Un paisaje común en cada pueblo y ciudad.

El enorme apagón en España se vio con sorpresa en México, pero no con alarma. En toda América Latina están acostumbrados a estos sucedidos, que han dotado a la población de una paciencia infinita y que sabe manejarse con prácticas de otro siglo que ya son habituales, tanto para dotarse de luz como de agua. Una toma panorámica deja ver el paisaje de millones de tinacos de plástico en las azoteas de todo el país y un caótico cableado eléctrico contra el que luchan las autoridades.

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