El emotivo encuentro del Bernabéu tenía como único contenido práctico que Mbappé marcara, cuantos más goles mejor, para rematar el pichichi, que ya tenía conseguido en la práctica, y hacerse de paso con la Bota de Oro, el pichichi entre pichichis en las ligas europeas. Con sus dos goles de ayer lo tiene muy a mano. Sólo lo puede perder si Salah marca hoy cuatro al Crystal Palace; con tres le igualaría en goles (31) y puntos (62), pero con más minutos jugados, de modo que el premio sería el francés. Con sus dos tantos de ayer, Mbappé adelantó al único que le precedía, el sueco Gyökeres (39 goles y 58,5 puntos), del Sporting de Lisboa.

La Bota de Oro no es el Balón de Oro ni tiene su prestigio, pero da brillo al delantero que lo consigue y en nuestro caso tiene un significado: lo que ha fallado en el Madrid no ha sido Mbappé, el fichaje estrella, sino un conjunto de cosas entre las que no es la menor el derrumbe físico de la plantilla, que con la de Brahim ayer ha sumado 34 lesiones musculares. Una especie de epidemia, agravada por unas cuantas lesiones graves. El efecto ha sido mayor en tanto en cuanto la plantilla ha sido corta para las necesidades. Ancelotti se ha manejado con una continua escasez, no ha dado con el funcionamiento colectivo tras la salida de Kroos y eso se ha notado en una caída del rendimiento de los otros artistas del ataque. Hablo, claro, de Bellingham, que no ha encontrado el sitio, de Vinicius, para el que nadie reclamará el Balón de Oro este año, y de Rodrygo, sobre el que lo mejor es correr un tupido velo.

No así para Mbappé, pese a que por necesidades ha tenido que jugar fuera de su zona de confort, en el centro del ataque en un 4-3-3, con espacio para contraatacar fuera de casa, pero encerrado entre defensas en el Bernabéu, como ayer mismo. Un delantero centro que va a ganar el pichichi sin un solo gol de cabeza, caso único en la historia, salvo error u omisión. Un delantero centro que no marca ni un gol de cabeza entre los 31 que ha conseguido, es que no es tal cosa, sino que ha sido colocado ahí como un postizo. A los 31 goles que le han dado el pichichi y, salvo trueno este domingo de Salah, la Bota de Oro, suma otros 12 en las restantes competiciones con el club. No son los 50 que venía cotizando casi sistemáticamente Cristiano Ronaldo, pero son 43. Como delantero centro contra natura ha aportado la cuota de goles que se le debe exigir al que ocupa esa función.

Aclaremos por qué Mbappé ha ganado con sus 31 goles por delante de Gyökeres, con sus 39 en el Sporting de Portugal. Eso obedece a que el número de goles conseguidos en las cinco primeras ligas se multiplica por dos en la clasificación de la Bota de Oro, los conseguidos entre la sexta y vigésimo primera se multiplican por 1,5 (los 39 de Gyökeres le dan 58,5 puntos, los 31 de Mbappé, 62) y las que vienen desde la vigesimosegunda a la última salen a punto por gol. Esa ponderación empezó a considerarse cuando en la 1976-77 el rumano Georgescu ganó estableciendo un récord sensacional de 47 goles, batiendo los 46 de cuatro años antes del argentino Yazalde, para el Sporting de Portugal precisamente; creó sospechas que el último día de la Liga rumana Georgescu, que jugaba en el Dinamo, el equipo de Ceaucescu, marcara el último día de Liga cinco, justo los que necesitaba para el récord. La decisión se tomó finalmente en 1990, ante la insistente presencia en cabeza de jugadores de ligas menores y con poco control.

Sus 43 goles como madridista (por ahora, falta el Mundial de Clubes) son la segunda marca personal de Mbappé, que en el PSG dejó un techo de 45. Ahora tiene por delante la Liga de Naciones, donde le veremos en semifinales el día 5 contra España, y el Mundial de Clubes. Dos posibilidades para enriquecer su temporada.



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