En medio de la dificultad, del irremediable “ciclo de la vida”, que esgrime él, Novak Djokovic encuentra consuelo, luz y una más que reseñable alegría sobre la tierra de Ginebra, marco del enésimo hito del gigante serbio. En una temporada de sinsabores y dudas, después del optimista inicio de enero en Melbourne, donde alcanzó las semifinales, el balcánico da en Suiza con otra de esas piezas valiosas que tanto anhelaba. Alza los brazos Nole (5-7, 7-6(2) y 7-6(2) a Hubert Hurkacz) y festeja su título 100. Esto es, otra barrera rota para un ganador que no entiende de límites ni de fronteras, insaciable e inagotable. En esto de competir, más allá de gustos, no hay quien pueda con él.
Puede que llegue el logro en el instante que más lo precisaba, dadas las dudas y la incertidumbre que rodean a un deportista que teóricamente está enfilando la recta final de su recorrido. Cabizbajo hasta la fecha, sin haber sumado ninguna victoria en la gira sobre tierra hasta el desembarco en este último torneo y adentrado en una nueva dimensión, la de la derrota, Djokovic ya forma parte del club de las tres cifras. Lo encabeza Jimmy Connors (109), acompañado por Roger Federer (103) y ahora también por Djokovic, que encuentra oxígeno a las puertas de Roland Garros. Sin éxito desde el oro olímpico de agosto y después de dos intentos frustrados, llega otro hito.
Ahora bien, nadie más consciente que él de su actual realidad. “Esto es nuevo para mí, el intentar ganar un partido o dos, sin pensar en llegar lejos en los torneos…”, concede tras firmar la victoria contra Hurkacz. “Es una sensación completamente diferente a la que he tenido durante más de 20 años en el circuito. Es un reto mental al que me enfrento ahora”, prosigue el de Belgrado, que desgrana sus trofeos en 24 grandes (récord), siete títulos maestros (récord), 40 Masters 1000 (récord), los 15 ATP 500, otros 13 de categoría 250 —entre los que figura este de Ginebra— y el sueño alcanzado el pasado verano en París, con una victoria de gran mérito contra Carlos Alcaraz.
Ahora mismo, todo son incógnitas para él, del mismo modo que su trayectoria invita a siempre a desconfiar: Djokovic siempre ha vuelto. Sucede que, ley de vida, hasta los más grandes terminan inclinándose, resignados como Nadal, Federer y otros tantos al clic que hizo el cuerpo a una determinada altura de sus carreras; se quebró la rodilla del suizo, no resistió el español al jaque final de la cadera —descompensación pura y dura, luego más y más dolores— y el menisco del serbio crujió el curso pasado en París. Aun así, atrapó la gloria olímpica y en su mente quedaban ya solo dos casillas, dos cifras muy concretas: el 100, ya obtenido, y el 25 en el territorio de los majors.
Dos días antes cumplió años y con Roland Garros a la vista, dispara una señal de humo. ¿Más o menos realista? “A él nunca le descartaría”, expone la directora del grande francés, Amélie Mauresmo, perfectamente consciente de la dimensión de un competidor capaz de todo. No atinó contra Jannik Sinner en Shanghái, octubre, ni luego contra el joven Jakib Mensik, marzo, pero lo hace ahora y la dentellada le reporta otra plusmarca en solitario, puesto que compartía con Nadal el honor de ser los dos jugadores que habían encadenado 19 cursos alzando al menos un título. Con 20, ya está solo. Empezó en 2006, sobre la arcilla de Amersfoort (Holanda), y aquí sigue él. Eterno.
LOS CLUBES CENTENARIOS
ATP:
Jimmy Connors (109).
Roger Federer (103).
Novak Djokovic (100).
WTA:
Martina Navratilova (167).
Chris Evert (157).
Steffi Graf (107).
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