El momento y lugar del intercambio de prisioneros acordado entre Ucrania y Rusia en la reunión de Estambul del 16 de mayo tenía que ser un secreto, pero cientos de personas se presentaron este viernes en el edificio donde fueron recibidos los presos de guerra ucranios. Decenas de familias de soldados desaparecidos supieron del día del intercambio y la localización gracias a la red de información que mantienen entre ellos, una cooperación constante motivada por la desesperación. Todos aguardaban a los 270 militares liberados del cautiverio con fotos de sus allegados, para preguntarles si habían visto alguna vez a esos hombres.
La tristeza y la alegría dominaba por partes iguales el ambiente en el centro sanitario próximo a la frontera con Bielorrusia donde los liberados recibieron las primeras atenciones médicas. Unos rezaban para que alguno de los retornados les dieran alguna buena noticia; otros lloraban de emoción por volver a ver a sus seres queridos. “Mamá, soy tu hijo, he vuelto; dile a papá que le quiero, mañana es su cumpleaños”. Estas fueron las primeras palabras por teléfono de un prisionero liberado que no podía reprimirse las lágrimas mientras fumaba un cigarrillo tras otro de un cartón que le habían obsequiado. El hombre llevaba el pelo rapado, como todos sus compañeros, y estaba escuálido tras un año y medio de cautiverio, con un pantalón roído que en vez de cinturón se sujetaba con una cuerda.
Oleksander, otro de los liberados, es un marine que pasó tres años en un penal ruso en la ciudad de Viazma, según su relato. Compañeros suyos con las tradicionales boinas azules de su cuerpo militar lo rodeaban protegiéndolo de la marabunta que quería hacerle preguntas. Oleksander explicó que se enteró el mismo viernes de que sería retornado a Ucrania, una respuesta que dieron a EL PAÍS otros militares. “No me lo creí hasta que crucé la frontera”, decía este soldado: “Todo lo que he vivido me convence de que no puedes fiarte de la palabra de ni un solo ruso”.

La primera fase del mayor intercambio de presos consensuado por los dos enemigos (1.000 personas por cada bando) se llevó a cabo en el lado ucranio con horas de retraso y grandes medidas para tener cuidado de los militares liberados. Las dos siguientes fases se producirán el sábado y domingo.
“Gracias” y “bienvenidos” eran las palabras que los asistentes corearon para recibir a los autocares que los transportaban. Soldados y civiles les regalaban dulces, tabaco y bebidas, o les prestaban el teléfono para que hicieran llamadas a sus seres queridos.
El Ministerio de Defensa ruso fue quien avanzó que el primer canje fue de 270 militares y 120 civiles de la región de Kursk por otros 270 combatientes y 120 civiles ucranios, informa Javier G. Cuesta. “En estos momentos se encuentran en el territorio de la República de Bielorrusia, donde reciben la asistencia psicológica y médica necesaria”, añade Moscú, que espera que “el intercambio a gran escala iniciado por la parte rusa continúe en los próximos días”.
El ministro de Defensa ucranio, Rustem Umerov, se trasladó al lugar de recepción de los prisioneros. Umerov dijo confiar en que el canje de 1.000 por 1.000 sea el primer paso para que Rusia acepte un alto el fuego. Luego, indicó el ministro, el objetivo debe ser preparar una reunión entre los presidentes Volodímir Zelenski y Vladímir Putin. Umerov dio las gracias al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, por su intento de mediar. El líder estadounidense aseguró el martes que deben ser Zelenski y Putin los que negocien directamente el fin del conflicto. Si no obtienen resultados, ha reiterado, la Casa Blanca se desentenderá de la guerra.
“¿Habéis visto a este hombre?”
Unas 300 personas se agolpaban para intentar intercambiar palabras con los retornados ucranios. Mujeres que esperaban un rayo de esperanza, para saber si su padre, hijo o hermano está vivo. Oficiales del Ministerio de Defensa pedían orden y cuidado en el acercamiento a los liberados. “¿Habéis visto a este hombre?” “¿Alguno de vosotros es de esta brigada?” “¿Os apresaron en Avdiivka? Mi esposo desapareció allí”. Eran algunas de las muchas preguntas que los liberados debían hacer frente casi sin tener tiempo de respirar.
Los allegados directos de los liberados eran fáciles de identificar por las sonrisas y la sensación de alivio que mostraban. Era el caso de Tatiana, que aguardaba a su sobrino tras año y medio en cautiverio. La familia recibió la llamada del Centro de Coordinación para Prisioneros de Guerra confirmando el retorno de ese hombre cuando comprobaron en la frontera con Bielorrusia (donde se produjo el canje) que él sí era uno de los beneficiados. La familia avisó a la parienta más cercana al lugar, a Tatiana.
“Vulnerables psicológicamente”
El Centro de Coordinación es el organismo del Ministerio de Defensa ucranio responsable de todo el proceso de atención a los militares que regresan a casa. Esta institución entregó a la legión de medios que presenciaron la llegada de los presos una larga lista de restricciones y recomendaciones para la ocasión. “Cuando se comuniquen con los defensores liberados, lo apropiado es hacer preguntas neutrales, sin especificar detalles”, informaba el Centro de Coordinación, “recuerden que en las primeras horas tras la liberación, nuestros defensores están muy vulnerables psicológicamente. No agraven su trauma con preguntas incorrectas”.
Entre las exigencias del Ministerio de Defensa se indica que no debe preguntarse al soldado liberado cuál es su especialidad militar ni qué sufrimientos ha padecido hasta que no sea atendido por psicólogos; tampoco debe utilizarse el ruso en las entrevistas porque puede provocar efectos negativos en el estado mental del ya exprisionero.

Ucrania ha liberado desde el inicio de la invasión en 2022 a cerca de 4.600 militares y civiles, a los que deben sumarse los 1.000 acordados en Estambul. Rusia no facilita cifras de los presos que ha recuperado, pero la cifra es similar porque los intercambios suelen ser en números equivalentes.
El intercambio de prisioneros o la comunicación de estos con sus familias es una de las pocas cuestiones de la guerra en la que los dos contendientes mantienen contacto directo. Si bien la mediación de terceros países o de organizaciones como la Cruz Roja ha sido determinante, las autoridades rusas y ucranias tienen que establecer conexión directa, por ejemplo, para suspender temporalmente las hostilidades en el territorio donde se produce el intercambio.
La periodicidad del canje de presos suele ser mensual, y la cifra de los dos últimos meses había oscilado entre los 200 y 300 reos por bando. Estas operaciones se llevan a cabo sobre todo en la frontera entre Ucrania y Bielorrusia, para evitar los límites de Rusia, donde hay intercambio de fuego.

En enero de 2024 se produjo un incidente que llevó a las autoridades de ambos países a optar por la frontera con Bielorrusia. Un avión militar ruso que transportaba a 65 soldados ucranios cautivos fue derribado cuando llegaba a la ciudad rusa de Bélgorod. Estos militares debían regresar a su país ese día. Tanto los servicios de inteligencia estadounidenses como estudios independientes ucranios señalan que la causa más probable de la tragedia fue el impacto de un misil antiaéreo ucranio Patriot.
El proceso de intercambio de los presos tenía que desarrollarse con la máxima confidencialidad. El anuncio de que se había llevado a cabo debía darlo el ministerio de Defensa ucranio horas después de confirmarse su éxito, pero finalmente fue el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que lo anunció a través de sus redes sociales. El enfado de las autoridades ucranias fue mayúsculo porque Trump reveló la información cuando el intercambio todavía estaba en curso y no se había confirmado que la parte rusa hubiera cumplido con la lista de nombres de las personas que debían ser liberadas.
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