El Barcelona no siempre fue el todopoderoso campeón europeo que es ahora. En su primera andanza por la Champions, en 2012, cayó cruelmente ante el Arsenal con un 0-7 para las gunners en una eliminatoria de ida y vuelta (0-3 y 4-0). De eso han pasado ya 13 años. Desde entonces, las azulgranas han llegado a seis grandes escenarios y han conquistado tres de ellos, con la oportunidad de hacerlo por cuarta vez este sábado contra el Arsenal en la final de Lisboa (18.00; La 1, Dazn y Movistar). Desde aquel primer partido en Champions son 26 títulos, cuatro Balones de Oro entre Aitana Bonmatí y Alexia Putellas, y una transformación histórica. Una profesionalización iniciada en 2015, una primera final en Budapest con una reunión improvisada en el aeropuerto que lo cambió todo, una traumática derrota en Turín que moldeó la ambición del equipo, y una evolución física, económica y social. Desde 2012, solo una futbolista permanece de aquella plantilla: Alexia Putellas. Su evolución evidencia la del Barça, y viceversa.
“Había un sueño: ser el Olympique de Lyon del futuro. A base de años y trabajo se ha conseguido”, explica Xavi Llorens, entrenador del Barcelona entre 2006 y 2017, testigo de aquel 0-7 contra el Arsenal. “Había ganas de jugar en el Mini, de hacerlo contra las tops. Aguantamos hasta casi el final de la primera parte, pero en un córner nos hicieron daño”, recuerda sobre la ida, que terminó 0-3. La diferencia principal, dice, era el físico: “En la segunda parte ellas llevaban otra velocidad y ritmo. Nosotras éramos buenas tácticamente, pero vimos que físicamente teníamos que mejorar mucho”. Lo más impactante ocurrió tras el partido. “Estábamos reventadas y nos fuimos a la ducha. Ellas, las titulares, se quedaron haciendo sprints de área a área. Alucinábamos”, comparte el ahora entrenador de la selección catalana. “¡Qué bestias, cómo corren!”, comentaban las futbolistas azulgranas.

Virginia Torrecilla, Marta Corredera, Melanie Serrano, Vicky Losada y Laura Ràfols formaban parte de aquel equipo. También Olga García, en la delantera. “Fue un partido muy físico. Querías correr, pero ellas te pasaban por delante. No podíamos ganar ningún duelo, eran muy superiores físicamente y eso hizo que no pudiéramos marcar ningún gol. En España dominábamos con el balón, pero no teníamos la preparación física”, recuerda la exfutbolista. Aquel partido de Champions era la “novedad”, una “fiesta”. “La preparación fue como un partido de Liga. Aunque corrimos detrás de la pelota, para nosotras fue una experiencia muy buena”. En la vuelta, intentaron competir. Resistieron una parte. Luego, el 4-0 definitivo.
Entre las titulares, una joven Alexia Putellas de 18 años, recién llegada del Levante. Llorens la conocía desde los 13 años, cuando tuvo que dejar la cantera culé. Pero cada año hablaban. Tras la muerte de su padre, quiso volver a casa. “Es la misma. Siempre fue una líder. La diferencia es que entonces tenía que hacer caso a las mayores, como ahora le hacen las pequeñas a ella”, comparte Llorens. “Era una Alexia con talento, formación y competitividad, con margen de mejora. Nadie imaginaba que ganaría dos Balones de Oro, igual que luego Aitana”, añade Olga.
Aún quedaba mucho por recorrer en Champions. “Aguantábamos bien las primeras partes, no las segundas. No sabíamos gestionar los momentos malos o buenos”, dice Llorens. Trabajo físico, mental, experiencia ganando Ligas y compitiendo en Europa fueron la clave. Se fijaron en equipos suecos, alemanes, ingleses y sobre todo en el Lyon. “Jugáis muy bien, pero en las áreas tenéis que mejorar”, les decían las rivales del PSG y del mismo Lyon. “Y cuando preguntábamos por el sueldo de esas jugadoras extranjeras… cobraban cinco veces más que nuestra mejor futbolista”, añade el técnico.
“Sin dinero era inviable”, apunta Llorens. “Si lo comparamos ahora, aquel Barça era amateur”, reflexiona Olga, que se entrenaba de noche, esperando a que terminasen los equipos masculinos. Olga se fue del Barça en 2013, y volvió dos años después. Aquel 2015 fue el inicio de la profesionalización. “Teníamos un campo de entreno propio, vestuario, horarios de mañana, comida, La Masia… era totalmente diferente”, recuerda la exfutbolista. Con más inversión, llegaron también fichajes extranjeros que elevaron el nivel competitivo. “Ya no solo era jugar partidos, era mejorar en el día a día: en entrenamientos, compromiso, cuidados, alimentación”, subraya Llorens. En 2017 llegaron hasta las semifinales de Champions. Llorens se marchó, le sucedió Fran Sánchez, y luego aterrizó Lluís Cortés.
En 2019, Budapest. La primera final. Nada que hacer ante el Lyon, con triplete de Ada Hegerberg. Todo cambió después. El avión se retrasó, y las cuatro capitanas se reunieron con Cortés. “Nos pasaron por arriba físicamente. Nos ganaron todas las disputas y choques”, le confesaron en la charla liderada por Alexia. “¿Qué queréis hacer?”, les preguntó. Entonces llegaron más y mejores entrenamientos, horas de gimnasio, mejores viajes y alimentación. “Nos dimos cuenta de dónde estaba el nivel mínimo para ser campeonas de Europa y nos pusimos a trabajar”, contó Alexia. “Este año aún es pronto, en dos ganaremos”, decía Llorens entonces. Y lo hicieron.
Budapest fue el giro de guion. Pero en 2020, semifinales contra el Wolfsburgo. Otra caída. “No hay distancia”, dijo Alexia, una frase que quedó en la memoria colectiva. En 2021, final en Göteborg. “Como ganemos, somos eternas”, arengó Putellas en su discurso antes del partido. Y levantaron su primera Champions contra el Chelsea, 4-0. Y el triplete. “¿Cómo lo clavaste?”, le dijeron a Llorens. “Ya dije que no había distancia”, sentenció Alexia después de la final. La capitana acabaría ganando su primer Balón de Oro aquel año, el primero para una futbolista en España.
Pero el Lyon volvió. Final de Turín, 2022. Derrota traumática. Siguieron, sin rendirse, esta vez de la mano de Jonatan Giráldez. El crecimiento social se evidenció en el desplazamiento masivo de aficionados —15.000—, y en los dos récords de asistencia a una competición femenina de fútbol en el Camp Nou: 91.553 personas contra el Real Madrid, 91.648 personas contra el Wolfsburgo. Y Alexia ganó el segundo Balón de Oro.
“Pasé de jugar en campos de tierra, a altas horas de la noche, con ropa tres tallas más grande, a llenar dos veces el Camp Nou y levantar la Champions”, dijo Melanie Serrano al despedirse del club en mayo de aquel año. El cambio ya era imparable. “Hay calidad, compromiso de las jugadoras, de los clubes y de la sociedad. No para de crecer”, resume Llorens. “El Olympique era el rival a batir. Ahora es el Barça”, añade Olga.
El resto es historia. Eindhoven, 2023: otra Champions. Bilbao, 2024: el primer póquer y 50.000 aficionados desplazados. Entre tanto, dos Balones de Oro para Aitana Bonmatí. Y ahora, Lisboa, 2025. Una nueva final en la que se esperan 15.000 culés. Pero antes del pitido inicial, el Barcelona ya ha logrado una victoria que va más allá de lo que sucederá en el terreno de juego.
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