Entre guirnaldas de flores blancas y velas, estrenó este miércoles su galería de arte la exalcaldesa Sandra Cuevas. El protocolo dictaba vestimenta formal en blanco y negro y hasta los camareros obedecieron. Ella llegó como una celebrity, enfundada en un vestido negro con capucha de la que se derramaba a un lado su largo pelo azabache. Nueva forma de negocio, misma persona: “A los políticos les faltan huevos. Pero no hay uno solo tan violentado como yo, me dicen ratera, buchona, corrupta, extorsionadora… si fuera débil mental ya me habría suicidado”. Pero no lo es: “Me formaron a chingadazos desde pequeña, me siento sumamente poderosa”.

La siempre polémica Cuevas no está iniciando una nueva vida, no, lo suyo es la política, y esta galería que lleva su nombre no es más que el primero de 10 negocios que quiere abrir para seguir en la brecha, pero no encuentra con quién y “fundar un partido es caro”. “Tal parece que todos se pusieron de acuerdo para no dejarme entrar, pero no van a poder conmigo”. No es para menos, entre cazar moscas con miel o con hiel, Cuevas ha elegido lo segundo: los chingadazos. “Con Morena no me llevo bien, con la Alianza acabé mal por decirles rateros, mentirosos e hipócritas. En Movimiento Ciudadano solo me utilizaron, y la sarta de mentiras que están diciendo de mí las ha construido Ricardo Monreal, que ya ha tomado las riendas de la [alcaldía] Cuauhtémoc”, habló para la prensa. No se rinde: “Puedo ponerme la camiseta de cualquier partido, allá donde pueda competir”.

Sandra Cuevas, Hector Soberón, César Évora y Eduardo Yáñez durante la inauguración de la galería.

Cuevas ha estado desaparecida un tiempo, abandonó sus bienamadas redes sociales, “porque gastan mucho tiempo y son puras historias falsas”, y se fue a Estados Unidos. Allí ha estado unos 10 días antes de inaugurar su galería. ¿Ha visto algún museo por allá? “No, no”. ¿Y cuál es su pintor favorito? Menciona a Rufino Tamayo, Rafael Coronel y Manel Pujol. Los tres tienen obra colgada en la nueva galería. Pero los periodistas, que tienen la lengua muy larga, especulan entre las copas de rosado: que si las obras no son originales, que son litografías, que se venden en cualquier parte, que si el Siqueiros podría ser falso…”. Solo el 20% de lo expuesto le pertenece a ella, que quede claro, dice Cuevas. Su afán por el arte empezó en la universidad, donde tomó clases de pintura, asegura. Y ya de pequeña le gustaba, algo que a sus padres no les entraba en la cabeza. “Pero yo lo sentía, veía los colores, las obras, y me encantaban los maestros”, resume. Ella ya había ido coleccionando ese 20% desde hace años, de hecho, tuvo una galería en la Condesa, pero la cerró cuando se metió en política. “Supone apenas unos cuatro millones de pesos”, detalla.

Cuevas ha dejado las redes sociales, pero las redes sociales no la han dejado a ella. Estos días ha sido objeto de chanza un video suyo, bajo la cuenta de la galería, donde explica cómo se debe criticar una obra de arte. “Hay que hacerlo con conocimiento, mirar qué autor es, de qué época y el título. Es importante observar los colores, si son fríos, cálidos, y saber de qué trata la obra, qué trató de representar el artista, los símbolos, las figuras; saber de texturas, si es lienzo u otros materiales”, alecciona en la grabación.

Es verdad que a Cuevas no la dejan parar, pero tampoco puede negar que es la mejor servidora de la frase aquella: que hablen de mí aunque sea mal. Y para ser la inauguración ya lo va consiguiendo con creces: los asistentes se preguntan si la galería es para lavar dinero o para lavar su imagen. Ella niega todo, todo sobre las maledicencias que circulan por ahí. “Oigo y leo el odio que me tiran y no siento nada, me da risa. Me gusta que sigan hablando de mí”, y otra cosa que le gustaría es participar en La Casa de los famosos, uno de esos realitys televisivos cuya fórmula se ha copiado en medio mundo. Le viene como anillo al dedo, pero quizá los responsables del espacio ya sienten que ella les ganó, porque Sandra Cuevas es un reality andante.

Asistentes a la galería de Sandra Cuevas, en Ciudad de México.

Cuevas llevó a su inauguración a una cohorte de actores de telenovela frente a los que se arracimaban los micrófonos y los focos. César Évora, el de Laberintos de pasión, Cañaveral de pasiones, El privilegio de amar y otros títulos similares, contestó largo a los medios. También lo hizo Héctor Soberón, quien en su extensa trayectoria también tiene títulos de ese nivel: Pasión prohibida, Corazón apasionado y tantos y tantos otros. Les acompañó también Eduardo Yáñez. Hicieron las delicias de las cámaras, mientras Cuevas se fotografiaba junto al caballito amarillo de Sebastián, esta vez sí, caballito, porque la escultura es una copia pequeña de aquella enorme que luce en el paseo de Reforma de la capital. Si Sandra Cuevas concursara en La Casa de los famosos habría que apostar a su favor. Otra vez lo ha conseguido: todos hablan de ella.



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