La defensa numantina del Sabadell por la opa hostil del BBVA ha abierto una espita entre los bancos medianos en España. Presionada por la necesidad de que el Gobierno eleve considerablemente las condiciones de la opa, la entidad catalana comienza a plantearse la posibilidad de acometer una operación corporativa en caso de que la opa fracase, con Abanca y Unicaja en el foco. El objetivo es crear un banco que mire de tú a tú a los grandes del mercado español, CaixaBank, el Santander y el BBVA, así como establecer un núcleo accionarial en el Sabadell que lo blinde de nuevas andanadas hostiles. Todo con el plácet del Banco Central Europeo de crear bancos más grandes y fuertes.
Era un rumor que llevaba meses gestándose tanto en Madrid como en Barcelona. La cúpula del Sabadell —que pilotan Josep Oliu como presidente y César González-Bueno como consejero delegado— ha liderado una agresiva campaña contra la opa del BBVA, que ha hecho instalarse en el mercado la impresión de que si no pueden tumbar el intento de un banco mucho más grande por adquirirlos, al menos sí tienen capacidad de ponérselo muy complicado. Al mismo tiempo, analistas, inversores y asesores les ponían deberes: “Si fracasa la opa, ¿luego qué?“.
No puede decirse que la dupla formada por Oliu y González-Bueno no tenga credenciales para responder a esta pregunta de forma satisfactoria. En 2020, cuando el Sabadell estaba en una situación mucho más débil que la actual, ya rechazaron una oferta de fusión del BBVA. Desde entonces han conseguido dar la vuelta al negocio de la entidad y disparar su valor en Bolsa.
Sin embargo, el mercado comienza a ver cómo el relato se agota y, con los tipos de interés a la baja, necesitan nuevos argumentos para apostar por el futuro del banco en solitario. En el Sabadell son conscientes de ello y por eso ya han anunciado que presentarán un nuevo plan estratégico antes de que sus accionistas deban decidir si aceptan la ecuación de canje del BBVA, sin precisar la fecha concreta. El propio González-Bueno, cuando ha sido preguntado por otras operaciones corporativas, ha dejado la puerta convenientemente abierta, si bien siempre ha dicho que serían “amistosas y pactadas”.
En paralelo, varias fuentes financieras coinciden en indicar que en estos meses ha sondeado a algunos de sus competidores. El Sabadell arrastra algunos problemas para los inversores. Está en tierra de nadie. Es el pequeño de los bancos grandes y el grande de los bancos medianos. Es el banco de las pymes, pero esto también le puede hacer más vulnerable a los vaivenes económicos. Su negocio se centra en España (con la excepción de su filial británica, TSB, que no ha llegado a arrancar, y un pequeño negocio en México) y fundamentalmente en Cataluña, Comunidad Valenciana y algunas partes de la zona norte de España.
Una fusión bancaria alternativa de la que propone el BBVA puede ser el mejor antídoto, ya que permitiría al banco ganar tamaño, abrirse a nuevas áreas geográficas manteniendo su ADN de banco español y otros nichos de negocio. Por ejemplo, de unirse a Abanca alcanzarían los cerca de 300.000 millones en activos, unas 2.000 oficinas y cerca de 30.000 empleados, además de entrar en el mercado portugués y reforzarse en el gallego, donde ya adquirió el Banco Gallego y el Banco Atlántico. Con Unicaja, serían 330.000 millones en activo, 28.000 empleados y 2.500 oficinas y paliaría la debilidad del Sabadell en la zona sur, más concretamente en Andalucía. Una eventual unión a tres superaría en algunos de estos parámetros al propio BBVA en lo que se refiere al mercado español. Más complicado parece una operación con las otras dos entidades de un tamaño similar, Kutxabank (un banco con alta solvencia y muy ligado al País Vasco) e Ibercaja, que se ha conseguido sacudir la presión del regulador para salir a Bolsa.
Fuentes financieras indican que la cúpula del Sabadell y la de Abanca han entablado contactos en los últimos meses, si bien los enmarcan en las relaciones habituales entre dos bancos españoles. Los gallegos incluso han sondeado a posibles asesores. El diario Expansión publicó el lunes pasado que habían iniciado negociaciones preliminares sobre el asunto. Por otro lado, Bloomberg informó de que también se habían acercado a algunos de los accionistas de Unicaja, para retomar una operación que ya planeó por encima de la mesa hace algo más de un año.
Cualquiera de estas dos transacciones entraña dificultades y en el mercado son aún acogidas con escepticismo. Fuentes financieras explican el carácter oportunista del primer accionista de Abanca, el magnate venezolano Juan Carlos Escotet, que podría alcanzar una cuarta parte del capital de una entidad que cotiza en Bolsa. Ya lo ha demostrado en algunas de las operaciones que la amalgama de las antiguas cajas gallegas ha protagonizado en los últimos años, como las de Targobank o el luso Eurobic. “Escotet hará esta operación si le permite sacar provecho de la situación, consolidarse como el primer accionista del banco conjunto y seguir con mando”, indica una persona familiarizada con el sector.
“Es muy complicado comprar un banco con dueño”, resume otra fuente. No en vano, Abanca salió al paso de las informaciones con un comunicado que tenía el lenguaje muy medido. No negaba las negociaciones, pero sí que la operación le resultase “interesante”, al menos a priori. También mencionaba el gobierno corporativo como uno de los estándares para medir si una operación era conveniente para ellos. Es decir, el tan manido quién manda que ha dado al traste los anteriores intentos de unir los bancos medianos en España. Escotet puede ver la ocasión para sustituir a Oliu como presidente del banco fusionado. Otra cosa es que el histórico banquero catalán, de 76 años, quiera jubilarse ahora.
Cuestión aparte es el tema político en el que se ha zambullido el futuro del Sabadell desde que la opa del BBVA ha pasado a manos del Gobierno. La querencia del Ejecutivo —que se ha opuesto a la unión con el banco vasco y ahora puede endurecer las condiciones impuestas por Competencia— es que el Sabadell protagonice una operación corporativa que lo estabilice. En Abanca aún tiene un fuerte ascendiente el PP gallego y, en concreto, el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijoó, bajo cuyo mandato como presidente de la Xunta el venezolano adquirió las antiguas cajas gallegas. Y lo hizo incluso por encima del interés que manifestó por ellas CaixaBank. Como consejero delegado de NovaGalicia Banco —germen de Abanca—, lideró su privatización y allanó el terreno para una posible transacción.
Unicaja, en cambio, no es “un banco con dueño”, pero la cuestión política aquí tampoco es fácil. El primer accionista es la Fundación Unicaja, con un 30%, sobre el que la Junta de Andalucía de Juanma Moreno tiene ascendencia. Si el intento del BBVA de llevarse al Sabadell de Cataluña ha levantado una polvareda allí, es muy plausible que hacer que el único banco que queda en Andalucía pase a depender de Cataluña levante un malestar similar.
Una operación de estos bancos también entraña problemas técnicos. El Sabadell puede abordar una fusión para intentar neutralizar la opa del BBVA, pero su margen de maniobra está muy condicionado por lo que la normativa de opas llama el “deber de pasividad”. Es decir, el consejo no puede tomar una decisión de este tipo si no cuenta con el sí de los accionistas convocados en una junta general. Puede abordarlas más tarde, como plan B si la opa no sale adelante, pero implicaría dilatar los plazos, añadir incertidumbre y la posibilidad de que todo descarrile.
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