Sin que se hayan calmado todavía las presiones del exterior, es decir, de Estados Unidos, emergen cada día los problemas domésticos que ha de enfrentar el gobierno mexicano en las carteras clásicas, como la educación, con buena parte del magisterio en huelga y protestas callejeras, la reforma judicial, que no deja de dar disgustos por los dudosos perfiles que emergen para jueces y magistrados y otros desajustes en la elección, la corrupción y el desabasto de medicamentos, los embrollos legislativos entre el Ejército y la Secretaria de Seguridad o las sospechas que han surgido en algunos territorios, como en Baja California, con la retirada de visas a la gobernadora por supuestas relaciones con el narcotráfico. La presidenta Sheinbaum afronta estos días todo un rosario de conflictos internos para los que no está siendo de gran ayuda la enorme mayoría lograda en las urnas y en las Cámaras legislativas. El sexenio apenas comienza y ya puede afirmarse que todos los disgustos no llegarán de la frontera norte.

Algunas de las últimas Mañaneras no han sido cómodas para Claudia Sheinbaum, interpelada por la prensa sobre asuntos domésticos como los citados, que incluso le han orillado a mostrar un perfil más intransigente del habitual, a la defensiva. A pesar de ello, la conferencia matutina sigue sirviendo para frenar las críticas y situar la agenda pública de la presidenta. “Yo creo que esas conferencias son un gran sacrificio personal, pero sin ellas, Sheinbaum no sobreviviría”, dice la analista política María Eugenia Valdés Vega, quien menciona las presiones internas que está soportando la mandataria, “y no solo de la coalición de Gobierno, sino del interior de su propio partido, donde hay muchas corrientes que presentan un frente amplio disímbolo. Se necesitan equipos fuertes y desahogar esas tensiones para que no den paso a falta de apoyos y pérdida de legitimidad”, dice la experta en procesos políticos de la UAM Iztapalapa.

A pesar de ello, Valdés Vega opina que el país está en buenas manos, algo que no habrían logrado otros candidatos a la presidencia. “Es una tarea titánica, espero que aguante, porque estamos apenas al principio del sexenio, pero ante la ausencia de oposición, surgen los quiebres internos”, explica, consciente de que “el distanciamiento con el partido es real”, pero lo aprecia como una virtud que separa este gobierno de anteriores donde los presidentes de la República y del partido gobernante constituían una sola figura pétrea que todo lo controlaba.

Los problemas económicos no son menores y eso que, finalmente, las amenazas de Trump no han sido tan catastróficas como se aventuraban. Los esfuerzos por frenar el frente que se ha abierto con la Coordinadora Nacional de los maestros, la CNTE, ha obligado a la presidenta a redoblar esfuerzos que ya se iniciaron en el sexenio anterior, como una subida salarial a los docentes, anunciada esta misma semana, de un 9%. Pero no ha conseguido anular la huelga que este viernes paralizó durante horas la ciudad. La propia Sheinbaum ha dicho que las peticiones no están al alcance del presupuesto de que disponen. “Ese es uno de los grandes problemas, el presupuesto. Sheinbaum no enfrenta un gobierno austero, sino directamente pobre”, sostiene la analista Paula Sofía Vásquez. “El panorama no pinta bien para Sheinbaum y no parece que se vaya a poner mejor”, advierte. “López Obrador contó con cierta holgura presupuestal y unas finanzas relativamente saneadas, pero ahora los problemas son evidentes, si hasta están revisa y revisa las declaraciones de los ciudadanos a quienes no les acaban de devolver los adeudos del SAT”, critica.

Aunque es difícil hablar de la coyuntura política actual para México sin que salga a relucir como primer obstáculo en la carrera la difícil negociación con Estados Unidos, que cada día presenta un nuevo frente, los asuntos internos empiezan a cobrar una relevancia que semanas atrás no tenía, en parte, según Vásquez, porque a Sheinbaum le está tocando “corregir errores que dejó López Obrador, con un problema añadido, que la presidenta ya no puede mirar a sexenios pasados para cargar las culpas”, afirma. Además, dice, las presiones de Trump solo han puesto de manifiesto “problemas que ya existían en alguna u otra medida, como la inseguridad en el país o la dependencia económica con Estados Unidos. Simplemente, está ejerciendo más presión sobre lo que ya existía”. Vásquez también menciona la dificultad de la presidenta para dominar la agenda pública, algo en lo que su antecesor mostró la eficacia de la vieja escuela. Y pone como ejemplo el “desastre” ocasionado con la reforma de la Ley de Telecomunicaciones. “¿Es que no tiene asesores?“.

Uno de los problemas que se arrastran del anterior mandato es el desabasto de medicamentos y los problemas de corrupción que han surgido en la compra de estos insumos, que han costado ya la destitución de cinco funcionarios. Y la corrupción es algo que asoma la patita cada día con nuevos y abstrusos capítulos, como el de la gobernadora de Baja California, la morenista Marina del Pilar Ávila, a quien Estados Unidos ha retirado la visa y levantado una polvareda que no amaina y que tiene visos de crecer con una última hora de inquietantes consecuencias: Washington prepara una nueva lista de políticos mexicanos que podrían correr la misma suerte y entre ellos hay cuadros morenistas.

En el futuro más inmediato se alza otro maremoto político, el que puede causar la elección judicial convocada para el 1 de junio. La apresurada reforma judicial, otra de las herencias envenenadas del anterior sexenio, no ha dejado de enmarañar la política interna, con la aparición a diario de candidatos con una dudosa cuando no delincuencial carta de presentación que el gobierno ha ido taponando como ha podido, pero que amenaza con destapar más conflictos poselectorales. A ello hay que sumar un factor de claras consecuencias políticas: si la elección no alcanza un porcentaje alto de electores interesados en acudir a las urnas puede derivar en un signo de debilidad política que daría carnaza a la oposición, aún desarticulada. Los conflictos con esta elección los menciona Valdés Vega como una de las causas “que aumentarán las presiones internas y externas a medida que se aproxima el primero de junio”. Vásquez ya encuadra este proceso en el “fracaso”, dice, “porque la propia presidenta ha dado a entender que se conformaría con un 5% de electores”. Además, afirma, “eso no va a solucionar los problemas de la justicia, que seguirán estando ahí, solo que ahora con el sello de Morena”. Este proceso, en efecto, se observa como uno de los grandes dolores de cabeza de este sexenio.

Y a todo ello, desde luego, habrá que sumar los constantes embates que llegan desde Estados Unidos, ahora empeñado en gravar con un 5% los envíos de remesas a México, que pueden suponer una caída en el erario mexicano equivalente a 3.250 millones de dólares, según algunos analistas, afectando al PIB en 0,18 puntos porcentuales en un año. En el horizonte se avecina también como una tormenta la revisión del Tratado de Comercio (TMEC) con Estados Unidos y Canadá, que se aventura más conflictivo que en anteriores ocasiones. El narcotráfico y la captura o salida de capos o familiares hacia Estados Unidos o el gusano barrenador que afecta al ganado son algunos otros asuntos que estos días han tenido ocupada a la presidenta en la Mañanera. La llegada de Trump al poder pronto demostró que el sexenio mexicano sería difícil para la primera mujer en el poder. Pero tampoco los asuntos internos se presentan como un camino de rosas. O como dice la analista Vásquez sobre Sheinbaum: “Lo que no le costó ganar le va a costar gobernar”.



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