Vivimos lo que Boris Izaguirre llamaría momento Lamine Yamal. Como votante español que soy del Balón de Oro, me preguntan insistentemente estos días si ganará el próximo, de lo que me defiendo explicando que nos piden reserva con respecto a nuestros pronósticos y hasta nuestro voto, una vez entregado. Solo después de la proclamación, la propia revista organizadora, France Football, del grupo de L’Equipe, publica las votaciones de todos, para que quien quiera haga la suma y compruebe que no hay trampa ni cartón.

En todo caso, esta curiosidad es precipitada. En su nueva y vigente versión, el Balón de Oro ya no premia al mejor en el año natural, sino en la temporada futbolística, en este caso la 2024-2025, y esta todavía no ha terminado. Faltan partidos notables: la final de la Champions, las semifinales y final de la Nations League, y el nuevo y ya casi inminente Mundial de Clubes, que aún no sabemos cómo vamos a vivir, con qué emoción.

Es bueno insistir en cómo se concede este premio, algo sobre lo que existe cierta confusión, agrandada desde las sentinas del florentinato a partir del chasco de que el pasado no lo ganara Vinicius. El Balón de Oro no se decide entre unos pocos metidos en un cuarto manejando presiones de la UEFA y de las marcas de ropa deportiva. El Balón de Oro sale de los votos de 100 periodistas de otros tantos países (los 100 primeros del ránking FIFA) que no nos conocemos entre nosotros, salvo rara excepción. Recibimos una lista de 30, en la que en ningún caso se podría echar en falta algún aspirante y sobre ella votamos cada uno a diez jugadores, con puntuación decreciente: 15, 12, 10, 8, 6, 5, 4, 3, 2 y 1. De la suma de ese mar de votos sale el ganador. La votación completa de los cien la publica la revista. No es posible ninguna manipulación.

Los criterios son, en primer lugar, desempeño en la temporada y capacidad para hacer cosas imprevistas, con especial atención a los partidos de alto rango; segundo: títulos en su club y selección e influencia en los mismos; tercero: conducta general y fair play. Tiempo atrás se pedía también que tuvieran cierta trayectoria, a fin de que el premio no recayera en algún jugador que fuera flor de un año. En la última edición no estaba ya eso, aunque supongo que en el fondo de cada votante late de algún modo ese concepto.

Volviendo a Lamine, ha tenido un gran curso, hace maravillas, sus mejores actuaciones llegaron en dos partidos de altísimo rango, como las semifinales ante el Inter; ha ganado con el Barça los tres títulos nacionales en un país de primera fila y no hay objeciones respecto a su conducta y fair play. Y por las dudas, pese a sus 17 años ya tiene una trayectoria: esta que acaba de ganar es su segunda Liga, fue campeón de Eurocopa, con papel protagonista, y ya el año pasado salió octavo del Balón Oro.

Así que es natural que se le pueda tener entre los favoritos, pero hasta ahí. Por supuesto, los 100 votantes no vemos todo de todos los jugadores. Lo que si vemos todos son los partidos del más alto nivel, y de esos quedan la final de la Champions (PSG-Inter, con aspirantes como Dembélé o Lautaro, este séptimo en la anterior), la Nations League (Francia, Alemania, Portugal y España), donde Lamine puede reforzar sus posibilidades, pero también Dembélé y Mbappé, muy posible pichichi en España y sexto en la edición anterior, y el Mundial de Clubes, abierto a muchísimos.

Así que es demasiado pronto. Desde luego que habrá renovación, porque los cinco primeros del último Balón de Oro (Rodri, Vinicius, Bellingham, Carvajal y Haaland) no cuentan, por distintas razones. A día de hoy Lamine estaría en pole position, pero quedan tres escenarios y él solo estará en uno.



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