Entre el título de campeón del mundo que Jody Scheckter logró para Ferrari, en 1979, y el siguiente alirón, de Michael Schumacher (2000), pasaron dos décadas. Y desde la última corona que luce en Maranello, la de Kimi Raikkonen en 2007, han pasado ya 17 años, que muy probablemente serán 18 cuando finalice este ejercicio, en el que la Scuderia difícilmente encontrará respuestas para poner en jaque a Red Bull, y mucho menos a McLaren, que viaja lanzada hacia el entorchado gracias a disponer del mejor monoplaza de la parrilla. Para tratar de cambiar la dinámica de los últimos tiempos, los responsables de la marca más universal del mundo de las carreras precipitaron una de las operaciones más excepcionales de la historia al contratar a Lewis Hamilton con vistas a esta temporada. Aquello que los tifosi esperan de alguien cuyos registros subrayan como el mejor corredor de la historia está claro. Sin embargo, cuando ya se han disputado las seis primeras paradas del calendario, las dudas acerca de lo que ha hecho parece tenerlas el británico. Sus números son decepcionantes se miren por dónde se miren.

Este domingo (15.00 horas, Dazn), Hamilton disputará en Imola su primera prueba en territorio italiano enfundado en el mono de Il Cavallino Rampante. Lo tendrá crudo, dado que arrancará el 12º después de quedar fuera de la última criba de la cronometrada (Q3). Esta es su peor posición de partida desde que defiende los colores de Ferrari, que se quedó sin representantes en la Q3 por primera vez este curso. La pole se la llevó Oscar Piastri, mientras que Fernando Alonso saldrá el quinto, en el mejor sábado hasta la fecha para Aston Martin; y Carlos Sainz lo hará el sexto.

La gran sorpresa de la sesión la ofrecieron los Aston Martin, a los que parecen haber llegado las ansiadas mejoras. Tanto Alonso como el canadiense Lance Stroll lograron avanzar a la Q3, en la que el asturiano, con neumático medio usado, logró garantizarse una quinta plaza de salida, con el norteamericano octavo. El bicampeón del mundo saldrá junto a Sainz, que lideró la Q2 y que arrancará sexto.

La sesión arrancó con un escalofriante accidente de Yuki Tsunoda, que milagrosamente pudo salir del monoplaza, destrozado por completo, por su propio pie. Apenas habían transcurrido ocho minutos de Q1 cuando el Red Bull del piloto japonés se subió al piano de la curva 6, se estrelló contra las protecciones y dio una vuelta de campana antes de terminar en la grava.

Hamilton, séptimo en la general

Aunque la ilusión que genera la incorporación de Hamilton todavía vence a las urgencias que arrastra el fabricante de los bólidos rojos, la inquietud empieza a hacerse notar. Motivos para ello no faltan si tenemos en cuenta que, tras pelear hasta el final por el título de constructores con McLaren en 2024, el objetivo era optar al doblete (pilotos y constructores) en 2025.

El multicampeón figura el séptimo en la tabla general, dos posiciones y 12 puntos por detrás de Charles Leclerc, su vecino de taller, que es el quinto. El podio de Leclerc en Yedda y la victoria de Hamilton en la sprint de China son claramente insuficientes si se valora la magnitud de la apuesta realizada. El piloto de Stevenage marcha por detrás de los dos Mercedes, la estructura con la que ganó seis de sus siete Mundiales, y con la que generó una química que difícilmente podrá replicar en su nueva casa, una estructura que parece atenazada por la política interna congénita. La metáfora más evidente de ello se escenificó en la última carrera, en Miami, donde Hamilton mantuvo un tira y afloja por la radio con Riccardo Adami, su ingeniero de pista, al considerar que los estrategas debían dejarle pasar a Leclerc para ir a por Kimi Antonelli. “Esto no es trabajar en equipo, eso es lo único que voy a decir”, lamentó el ex de Mercedes, poco antes de que, finalmente, Ferrari ordenara el cambio de posiciones, tres vueltas más tarde. Al no poder atrapar a Antonelli se le pidió le devolviera la plaza a Leclerc, y su mosqueo se hizo todavía más audible cuando Adami le informó de la llegada del Williams de Carlos Sainz: “¿Queréis que también le deje pasar a él?”. En Miami, los 57 segundos que separaron a Leclerc (séptimo), de Piastri, el ganador, ratificaron el abismo que hay entre el SF-25 y el MCL39, sangrante en las curvas de baja velocidad.

El tiempo es el calmante más potente que existe, y Hamilton desembarcó en Imola con el discurso aprendido. “Ya preveía que la adaptación sería difícil, porque ya he cambiado de equipo antes. Por eso llegué con la mente abierta. No sabía lo difícil que iba a ser, pero es el mayor reto al que me he enfrentado, en todos los aspectos posibles”, reconoce Hamilton, que circula a 90 puntos de Piastri, el líder de la general. “Por mi experiencia previa, cuando estás a unos 100 puntos del primero a estas alturas de la temporada, y te estás enfrentando a un coche que es dominante [McLaren], tienes que pensar que no necesariamente pelearás por el título”, añade el principal reclamo de Ferrari, a pesar de haber comenzado su andadura juntos de la forma más discreta.



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