La joven historia del trail está escrita de carreras en las que el mapa tiene sentido por sí mismo. La vuelta al macizo del Mont-Blanc cimenta los 171 kilómetros de UTMB, la Transgrancanaria atraviesa la isla de norte a sur, Sierre-Zinal une dos pueblos suizos en la falda de cinco cuatromiles o la Zegama-Aizkorri enlaza el pueblo con el pico centinela. En el trail del Golfo dell’Isola, en la Liguria italiana, el trazado es un medio para un fin: crear el mejor producto televisivo posible. Allí nació como experimento el formato flor en la final de las Golden Trail World Series de 2023, un dibujo de pétalos, con varias vueltas alrededor del casco histórico medieval de Noli, que sirve de salida, meta y avituallamiento. Esa colección de vueltas permite al espectador físico ver un sinfín de veces a los corredores. Y multiplicarse a los cámaras en 26 kilómetros con unos 1.400 metros de desnivel positivo. Unas bases indispensables para explorar un futuro olímpico.
Hay dos fórmulas para cuadrar un calendario: la tradición y la novedad. Los nuevos tiempos desaconsejan retransmisiones muy largas y el nicho del circuito está en carreras explosivas que no superen en mucho las dos horas. Este año, el séptimo de las Golden, es el primero sin una carrera en Francia, la casa de su marca, Salomon, al desprenderse del Marathon du Mont Blanc por su duración —algo más de tres horas y media para los primeros hombres— y las dificultades para grabar la bajada final. Demasiado técnica para las bicis y agónica para los camera-runners, que pudieron seguir a la cabeza de carrera femenina, pero no a la masculina, una lucha que se decidió a oscuras. El mismo problema tiene Zegama, otra maratón de una duración similar con dificultades para mantener la señal en directo, especialmente en el tramo más expuesto de cresterío, unos problemas que se agravan con el mal tiempo, un compañero de fatiga frecuente. Con la carrera vasca, que disputa el día 25 su 24ª edición, los pros superan a los contras, pero las maratones no se llevan bien con la tele.
El modelo es Sierre-Zinal, una carrera con 51 ediciones en el retrovisor y fácil de filmar. Son 31 kilómetros y 2.400 metros de desnivel positivo que los primeros hombres hacen en menos de dos horas y media, un esfuerzo similar al de una maratón en asfalto. Hay perfiles como Pikes Peaks, un clásico de Colorado que se remonta a 1956 con el mismo desnivel en un ascenso de 21 kilómetros hasta los 4.300 metros de altitud, pero se cayó por la falta de cobertura en directo. Frente a estos dibujos en línea recta, las nuevas creaciones siguen el formato flor. Como Kobe, la durísima carrera japonesa que ha abierto las dos últimas ediciones, pero que tiene un talón de Aquiles: no hay directo en sus bosques escarpados. O el de la final de 2024, en Locarno (Suiza). Cinco de las ocho carreras de este año —además de la final— tendrán retransmisión en directo. El objetivo de cara a 2026 es que la haya en todas.

Grabar un trail supone elegir la herramienta menos imperfecta en cada momento. El Golfo dell’Isola arranca con un plano de dron que registra la salida y el paso bajo el río empedrado de Noli; el sector siguiente, un callejeo vertiginoso por un pueblo estrecho con aroma a historia —desde base bizantina a las guerras napoleónicas— es cosa de la bici, que aguanta hasta que empiezan los senderos estrechos. Ahí llega el turno de los camera-runners, que se intercalan a acelerones, aguantando lo que pueden el ritmo de los primeros. Las propias dificultades del deporte se trasladan en la retransmisión, conducida en la mayoría de países —también España— por Eurosport. La imposible nitidez con tanta cámara en movimiento precario, el jadeo de los portadores de la cámara o cuando el ciclista pone pie a tierra porque no hay forma de sortear un obstáculo. La mayoría del tiempo graban la acción por detrás, por eso los corredores llevan su nombre tanto en la parte delantera como trasera. El formato flor es crucial para ambos, pues les da la opción de grabar varios puntos.
Pese a todas las facilidades de Noli, no hay milagros. El dron no puede grabar entre la arboleda y en la cuarta vuelta, la más larga (9,3 kilómetros), es la que más cortes tiene. Pero el recorrido tenía la salvaguardia de una última vuelta sin dejar apenas el pueblo, dos kilómetros con garantía de filmación, con una bajada por escaleras de casco viejo. Ahí intentó Elhousine Elazzaoui, que defiende el título en la general, emular su victoria de 2023 tras pasarse toda la carrera a la estela de Philemon Kyriago. Pero no se despegó y el keniano, segundo en cuatro de las cinco carreras previas de las Golden, se negó a otra derrota en un sprint y aceleró la moto en el último 400, callejeando entre terrazas, para llevarse la victoria en 2h01m47s y ser uno de los cuatro kenianos del top-6. Jan Torrella, noveno, fue el primer español.
Sí pudo repetir victoria Madalina Florea, que volvió a romperse en lágrimas en meta tras ganar en 2h22m25s gracias a ese último pétalo de la flor. La de 2023 fue su primera victoria en las Golden y le valió su primer contrato; dos años después, llega la segunda. Resolvió por medio minuto un mano a mano con la keniana Philaries Kisang tras adelantarse un sinfín de veces según las fortalezas de cada una subiendo, bajando o llaneando. Joyce Njeru, la ganadora de la general de 2024, abandonó y cumple su tercera carrera sin triunfos. La española Rosa Lara Feliu firmó una gran actuación con su cuarto puesto, apenas a cinco minutos. El triunfo permite a Florea adelantar en la general a Sara Alonso, que intentará devolver el golpe el próximo domingo en Zegama.
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