“Occidente tal y como lo conocíamos ya no existe”. La cita de esta frase lapidaria pronunciada recientemente por Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europa, arrancó ayer un seminario sobre geopolítica que reunió en Barcelona a diplomáticos, catedráticos y militares para reflexionar sobre el cambio de paradigma que ha supuesto la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. Un terremoto que ha acelerado un viraje que cuestiona, erosiona o sustituye los principios y estructuras que han regido el orden internacional desde el fin de la II Guerra Mundial. En ese proceso, Europa está quedando relegada a un segundo plano, destacaron los expertos, unos más optimistas que otros sobre las perspectivas del continente.
“Europa necesita volver a tener una ambición estratégica. Hace falta un relato audaz”, animó Pau Solanilla, vicepresidente de la Fundación Rafael Campalans, durante la primera mesa redonda, titulada precisamente “Cambio de paradigma”. Rosa Nonell, profesora de Políticas Públicas y Economía Aplicada en la Universidad de Barcelona, explicó que la guerra arancelaria de Trump pretende recuperar la industria manufacturera estadounidense mientras China apuesta por la energía nuclear y lleva 20 años con una sólida política industrial de electrificación. “Para Europa la gran oportunidad son las energías renovables”, aseguró, pero para ello “necesita políticas a largo plazo”.
El seminario, organizado por la Fundación Internacional Olof Palme con la colaboración, entre otros, de EL PAÍS, abordó también las intenciones de los tres líderes que definen las relaciones internacionales actuales: Donald Trump, en Estados Unidos; Vladímir Putin, en Rusia, y Xi Jinping en China. El fin de la hegemonía de Estados Unidos como única superpotencia reconfigurará la competencia entre distintas grandes potencias. Se abre así una era multipolar. “El problema de Europa es que no es un sujeto geopolítico”, lamentó Eugeni Bregolat, exembajador de España en China y Rusia. “Si quiere pintar algo en el mundo, tiene que avanzar hacia la unidad política”, aseguró, y recordó la frase, cada vez más omnipresente, de que “si no estás sentado a la mesa, es que estás en el menú”.
Lo que une a tres líderes a priori tan distintos es un concepto “muy del siglo XIX, que parecía olvidado en un cajón: el imperialismo”, señaló Jesús A. Núñez, profesor de Relaciones Internacionales y militar retirado. “China y Rusia comparten intereses geoestratégicos comunes”, advirtió por su parte Manuel Morato, agregado de Defensa en Rusia y Ucrania entre 2004 y 2008. Y la UE, añadió, “no se ha adaptado a la nueva situación”.
Ante una época de creciente militarización, la relación entre economía y guerra ocupó otra de las mesas. “Rusia está cada vez más cerca de ser una Corea del Norte”, apuntó Xavier Mas de Xaxàs, corresponsal diplomático de La Vanguardia, que advirtió sobre cómo las guerras arancelarias “pueden provocar confictos armados”. Para Luis A. Bárcenas, coronel del Ejército de Tierra, “en el ADN europeo no está el gen de la defensa, sino el de la economía”, pero señaló que invertir en defensa puede salir a cuenta: “La guerra es mucho más cara que la disuasión”.
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