El clásico vestido de chulapa madrileña está viviendo una revolución silenciosa. Rayas de todo tipo, geometrías imposibles, fractales, ositos o estrellitas. En 2025 cualquier estampado es válido para bailar un chotis o comer unas rosquillas en la pradera de San Isidro. La clave está en lucir este traje regional que conserva la esencia castiza de la capital, pero se atreve a reinterpretarla con guiños estéticos que lo acercan tanto a la moda contemporánea como a las identidades diversas de quienes lo llevan.
Arancha Rodrigálvarez, modista y fundadora del estudio de moda Carmen17 especializado en la confección de vestidos de chulapa, coloca con delicadeza en un maniquí un modelo de vestido de chulapa personalizado. “Fíjate, la tela tiene caracoles”, comenta entre risas. Desde hace casi una década, este taller de moda que regenta junto a su compañera Sofía Nieto en el corazón de Madrid, propone una versión estilizada del traje tradicional: dos piezas más versátiles, mangas que recuerdan a farolillos en lugar de las voluminosas mangas jamón, y flecos en la espalda como guiño al mantón de Manila. “Hemos notado un incremento de los pedidos. Este año hemos recibido 40 encargos”, añade la costurera, que justifica que estos pedidos no se concentran solo en primavera: “Estamos haciendo trajes de chulapa todo el año. Hay gente que se casa vestida de chulapa”.
Cada pieza se realiza de forma completamente personalizada, con un proceso que puede durar entre quince días y un mes, y que requiere al menos tres citas presenciales para tomar medidas, ajustar el diseño y recoger la prenda terminada. El precio medio ronda los 500 euros.
Por primera vez, Nerea Fernández, de 31 años, se ha hecho a medida un vestido de chulapa. Confiesa que es la primera de su grupo de amigas que se anima a hacerlo. Se trata de un conjunto compuesto por una camiseta, a modo de top, y una falda con un colorido estampado floral, pero que conserva el corte folclórico. “Siempre había querido hacerme un traje de chulapa, pero el tradicional no me convencía lo suficiente como para invertir tanto dinero”, explica esta madrileña. Nerea cuenta que el año pasado vio por redes sociales ese tipo de vestido que se salía de lo habitual y quedó prendada. “No solo sirve para ir a San Isidro, es tan bonito que puedo utilizarlo para otro momento. Por ejemplo, la parte de arriba puedo combinarla con unos vaqueros”.
Chulapas y ‘tiktokers’
La joven influencer de 25 años Eme de Amores popularizó este concepto entre su generación en las fiestas madrileñas de 2024. La tiktoker se customizó un vestido de chulapa que no pasó desapercibido por ser de una tela que tenía un estampado de ositos rosas. Sus vídeos recorriendo las Fiestas de San Isidro con este traje puesto se viralizaron. Este año no iba a ser menos y ha repetido. Ha encargado, de nuevo en el estudio de Rodrigálvarez, un vestido de chulapa de una tela roja con estrellas blancas estampadas, que emula la bandera de la Comunidad de Madrid. Aunque ella es de Sevilla, en sus publicaciones reconoce orgullosa que “Madrid es la ciudad que acoge a todo el mundo, seas de donde seas”.
“Es llamativo que hay mucha gente que no es de Madrid y se hace el traje de chulapa, porque su pareja es madrileña, porque trabajan aquí o simplemente, porque les gusta”, sugiere Rodrigálvarez, que indica que “hay un incremento en la participación de la fiesta porque hay un sector que trata de dignificarla y hacerla accesible a todos”.
Este renovado entusiasmo por las fiestas de San Isidro no solo se percibe en las casas de costura, sino también en las plazas. “Madrid está de moda, llevamos dos o tres años notando un repunte brutal, sobre todo entre gente joven”, explica Ana Paz Medina, presidenta de la Asociación Madrileña Los Chulapos del Puente de Vallecas. Cada miércoles ensayan chotis y otros bailes castizos, y muchos participantes comparten sus coreografías en plataformas como TikTok, orgullosos de una identidad madrileña que hasta hace poco parecía desdibujada. “Hay una generación que se está apropiando del traje, sí, pero con respeto”. Porque en esta reinterpretación no hay ruptura, sino una voluntad clara de continuidad, de traer lo tradicional al presente sin que pierda su raíz.

Un vestido que es “una construcción cultural”
Para la historiadora Ana Velasco, autora de La moda española 1898-1936. Ballenas, apaches y cocaína en flor (Catarata, 2025), el auge actual del traje de chulapa no es casual ni meramente estético. “No es una vestimenta histórica en sí misma, es una construcción cultural”, afirma. Aunque su origen se remonta al siglo XVIII, cuando surgió un interés por reafirmar la identidad española frente a influencias extranjeras, fue en el siglo XIX y, sobre todo, a través de la zarzuela, cuando se consolidó como símbolo castizo. “Ya en el siglo XX, la moda se vincula al consumo y con ello resurge el interés por el traje regional como un elemento de pertenencia”, justifica Velasco. Hoy asistimos, según esta experta, a un “neocasticismo” impulsado por una necesidad de arraigo en tiempos inciertos. “Es una respuesta local al vértigo global”, dice, citando fenómenos como el madrileñismo pop de C. Tangana.
Y aunque este renacer tiene una dimensión identitaria, también responde a una lógica del boom de las redes sociales: “Vestirse de chulapa queda bien en Instagram”, apunta Velasco. Solo falta que las cadenas de ropa ‘low cost’ saquen su versión.
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