María Escalona Fernández se levantó este miércoles y salió a buscar el primer bus de Barinas a Caracas, un tramo de casi ocho horas que transita emocionada, casi incrédula de saber que va a encontrarse con su nieta. ​​Maikelys Antonella Espinosa Bernal, la pequeña de dos años que se convirtió en el último símbolo de los reclamos de Nicolás Maduro a Donald Trump, llegó a Venezuela por la mañana. Su madre había denunciado su “secuestro” el día que la niña fue entregada a una familia sustituta en Estados Unidos, privando a sus padres de su derecho a estar con ella.

“Al fin ya se logró el rescate”, asegura la abuela paterna a EL PAÍS, cuando aún le faltan unas horas para llegar a la capital, donde permanece la pequeña. “Gracias a Dios, la nena está en su tierra”.

Vestida de blanco, Maikelys llegó al Aeropuerto Internacional Simón Bolívar, donde la recibió la primera dama venezolana, Cilia Flores, que la llevó en brazos hasta el Palacio de Miraflores. En la sede del Gobierno venezolano la esperaba su madre, Yorely Bernal, de 20 años, que fue deportada el 25 de abril desde Texas. Fue la propia Flores quien le entregó a la niña a su madre y abuela materna, que rompieron en llanto y abrazos en cuanto la vieron. Maduro, presenciado el encuentro desde la retaguardia, se apresuró a decir que había llegado “la niña querida de todos”. Luego añadió: “Es hija y nieta de todos nosotros”, aseguró.

Desde que la pequeña y sus padres llegaran a la frontera el año pasado y se entregaran a las autoridades estadounidenses, Maikelys ha vivido bajo custodia de la Oficina de Reubicación de Refugiados y fue entregada a una familia sustituta que la mantuvo bajo su cuidado todo este tiempo. Según Fernández, durante meses solo supieron de ella a través de videollamadas que la cuidadora les hacía a Venezuela.

El día que su madre iba a ser deportada, tras ser acusada de pertenecer a la banda criminal Tren de Aragua, los oficiales de inmigración le comunicaron que le entregarían a la niña para que regresaran juntas en el avión a su país. Pero eso nunca pasó.

Nicolás Maduro, Cilia Flores, con Maikelys Espinoza de 2 años y su madre Yorely Escarleth Bernal Inciarte, en el Palacio de Miraflores.

Durante varios días, los familiares no supieron de su paradero. “No hemos sabido más de la bebé”, dijo la abuela paterna a El PAÍS a inicios de este mes. “No sabemos en qué condiciones, ni dónde, ni con quién está”. En medio del clamor de la familia para llevar a Maikelys de vuelta, el Gobierno venezolano capitalizó la causa que se convirtió en uno de los tantos rostros de la cruzada antiinmigrante de la administración de Donald Trump.

Desde la televisión estatal, Maduro repitió que “la patria potestad de la niña” era exclusivamente de su madre biológica. Y exigió al Gobierno estadounidense que la devolviera: “Al Gobierno de Estados Unidos solo le queda un camino: reconocer el derecho de la madre a su patria potestad, a tener a su hija legítima y regresarla de inmediato”. También advirtió de que, en caso contrario, Venezuela estaba “preparada para ir a buscar a la niña Maikelys donde haya que buscarla”. El Tribunal Supremo de Justicia también emitió una medida preventiva de reunificación familiar donde se exigía el retorno de manera “segura y sana”.

Después de que Caracas acusara a Washington de “robar” niños venezolanos, las autoridades estadounidenses alegaron que el padre de la pequeña, Maiker Espinosa, de 24 años, era un “lugarteniente” del Tren de Aragua, razón por la que fue enviado junto a 237 venezolanos al Centro del Confinamiento del Terrorismo (CECOT), en El Salvador. El Departamento de Seguridad Nacional (DHS) insistió, además, en que la madre se dedicaba al “reclutamiento de mujeres jóvenes para el contrabando de drogas y la prostitución”.

Según el DHS, la decisión de tener a la niña bajo su custodia se basó en una cuestión de “seguridad y bienestar”. “No permitiremos que se abuse de esta niña y que siga expuesta a actividades delictivas que ponen en peligro su seguridad”, afirmaron en una declaración.

Eso contrasta con la imagen de este miércoles. Maikelys no llegó sola a Caracas, sino como parte de un grupo de más de 220 migrantes venezolanos deportados desde Estados Unidos, en uno de esos vuelos que antes Maduro se resistía a recibir, pero que ha vuelto a aceptar desde la llegada de Trump. El presidente venezolano incluso agradeció al republicano la devolución de la pequeña, lo que calificó como “un acto profundamente humano”, y dejó el camino abierto para posibles negociaciones con la Administración Trump. “Ha habido y habrá diferencias, pero es posible, con la bendición de Dios, avanzar y resolver muchos temas”, sostuvo. Maduro también aseguró que aspira a que “muy pronto” puedan “rescatar” de El Salvador al padre de Maikelys y a los 253 venezolanos que se mantienen en la mega cárcel del presidente Nayib Bukele desde marzo.



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