Trump sigue expresando respeto, incluso admiración, con relación a Claudia Sheinbaum, lo cual no es poca cosa. Pero da la impresión de que una y otra vez recurre a México a manera de punching bag o piñata cada vez que necesita un golpe mediático o apuntalar su imagen frente a los suyos. Hacer alusión a los males que llegan de su vecino del sur es una veta que invariablemente rinde frutos y no le pasa factura, como sí sucede con tantos otros temas.
La suspensión de visas a la gobernadora de Baja California, Marina del Pilar Ávila, y a su esposo y la negociación con los familiares del Chapo (al margen de las autoridades mexicanas), abren un nuevo frente. Quizá no responda a una estrategia deliberada o a una política de Estado calculada desde la Casa Blanca, pero sin duda ofrece un nuevo filón de presión que Trump puede explotar a su favor. Se trata de un flanco particularmente vulnerable para el Estado mexicano.
Por un lado, nadie duda que el crimen organizado ha infiltrado a autoridades de alto nivel civil y militar. Gobernadores, funcionarios y generales que podrían haber realizado negociaciones con el narco, sea por corrupción o por gobernabilidad (llevar la fiesta en paz). Pero, del otro lado, también sabemos la precariedad de los testimonios de testigos protegidos que, en su afán de incrementar su valor y mejorar su capacidad para negociar quitas penales, están dispuestos a “empinar” nombres jugosos a los oídos de políticos y funcionarios estadounidenses, correspondan o no a la realidad. En los años ochenta, los testigos protegidos mencionaron haber visto al secretario de Gobernación, al de la Defensa y al Procurador en alguna reunión vinculada al asesinato del agente de la DEA, Enrique Camarena. Pese a la escasa credibilidad que pudiera tener la afirmación, se trataba de oro molido para Washington, en momentos en que intentaban presionar al gobierno de Enrique de la Madrid para que abandonara su participación en el Grupo Contadora, contrario a la intervención clandestina de Estados Unidos en Nicaragua que se realizaba a través de los contras.
La disposición de los hijos del Chapo y sus familiares para negociar con la justicia estadounidense puede convertirse en un cheque en blanco para Washington con respecto al Estado mexicano. Quedamos en manos de lo que los operadores del cartel de Sinaloa tengan a bien mencionar o no, en función de sus necesidades (y de las de las autoridades de aquel país). Una especie de ‘corte de justicia internacional’ en donde la reputación de las autoridades mexicanas, de hoy y de ayer, queda en manos no de jueces sino de facinerosos en busca de redención.
Señalo lo anterior por la tentación que puede ofrecer a Estados Unidos el uso de vías judiciales para poner a México de rodillas. Y es que Trump no come lumbre. Poco a poco ha ido apagando fuegos, o al menos encontrando la manera de regularlos para mantener encendidas sus muchas cuitas, pero sin que le cobren un daño prohibitivo. Ya logró detener la caída de las bolsas en Wall Street, pesadilla de los millonarios que lo acompañan, gracias a las muchas treguas y renegociación de tarifas a niveles “razonables”, particularmente con China. Ya recibió en la Casa Blanca al primer ministro canadiense, Mark Carney, para apaciguar los ánimos en su frontera norte. Le ha bajado varias rayitas a su hostilidad con Europa, particularmente por lo que toca a Putin, luego de llegar a un acuerdo para apoyar la defensa de Ucrania a cambio de los llamados minerales raros.
Y si bien todos estos avenimientos van salpicados de baladronadas de cara a los medios para asegurar que su imagen de macho alfa no resulte debilitada, su mensaje a los circuitos financieros intenta ser apaciguador. Nada está garantizado, pero queda claro que Trump es un incendiario con estrategia; lejos de ser un piromaniáco que siembra destrucción a diestra y siniestra, se trata de un iniciador de fuegos en busca del cobro del seguro. La negociación con Ucrania lo pinta de cuerpo entero. Entregó Kiev a Putin, hasta límites incluso incomprensibles para la derecha republicana, para luego rescatarlo en condiciones provechosas.
En todas esas negociaciones se observa un cálculo, no siempre exitoso, de los riesgos que están en juego y de la capacidad de respuesta o daño que pueda causar el interlocutor. Los mercados financieros, la imagen mediática y sus niveles de popularidad, son las variables que a la larga más terminan pesando en su ánimo y, por ende, en sus decisiones.
Para desgracia de México, somos el país más dependiente de Estados Unidos, lo cual nos deja en situación excesivamente vulnerable frente al buleador. Si bien es cierto que la complejidad de nuestra vecindad ofrece muchos frentes a México para intentar alguna forma de presión, la Casa Blanca está consciente de que, en todos, la confrontación nos perjudica más a nosotros que a ellos. La gastada frase de “la gripa de aquel lado y la pulmonía de este”, sigue siendo una descripción efectiva y la conocen tanto como nosotros. En materia financiera, fronteriza, turística, migratoria, comercial, militar, policiaca o tecnológica la relación es desigual. Y eso por no hablar de la dependencia energética y alimentaria, que nos deja prácticamente en vilo o en suspensión asistida. Podemos animarnos repitiendo hasta el cansancio la importancia estrategia que tiene la mano de obra latina en Estados Unidos; pero se trata de una variable que el gobierno mexicano no puede utilizar o controlar como argumento de negociación.
En tales circunstancias parecería que nuestro mayor argumento consiste en ofrecer muestras de buena voluntad para ganar tiempo o aminorar la hostilidad. Patrullar la frontera (la del sur y la del norte), recibir deportados, entregar presos de alta peligrosidad, anticipar revisión del tratado comercial, bregar con sanciones a productos específicos (ganado, aguacate o tomate) por razones en ocasiones arbitrarias. Mal que bien la cauta estrategia de Claudia Sheinbaum ha servido para bregar con la tormenta de Trump sin daños mayores. Habrá que estar atentos a la inesperada amenaza que representa ahora el nuevo flanco abierto por el Departamento de Justicia, en este caso, de otro país.
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