Sanaa al Khalaf tiene un año y dos meses, vive en el campo de refugiados de Parisha, cerca de la ciudad siria de Idlib, en el norte del país, y el médico de un centro de salud situado a seis kilómetros de su precario refugio acaba de anunciar a su madre que sufre desnutrición aguda. “No conseguí amamantarla y no puedo permitirme comprar leche de fórmula para mi hija porque es muy cara y somos pobres. La alimento con almidón cocido con azúcar o arroz hervido, pero no basta”, explica a este diario su madre, Reem al Khalaf, angustiada y sin dejar de mirar a la niña.

Según Unicef, más de 500.000 niños y niñas sirios menores de cinco años padecen una desnutrición potencialmente mortal, mientras que otros dos millones están a punto de quedar desnutridos.

“No puedo permitirme comprar los medicamentos necesarios para tratar a mi hija. Vivo con mi esposo y mis cinco hijos en condiciones muy difíciles y en medio de una gran inestabilidad. No logramos dar a nuestros pequeños comida, agua, refugio y atención médica”, prosigue Al Khalaf. La mujer explica que la mayoría de niños del campo no comen carne ni fruta, tienen hambre y están débiles. “Mis hijos piden carne, pero no tenemos cómo comprarla”, lamenta.

Las cifras de hambre en Siria están yendo en aumento debido a los recortes de fondos, progresivos desde hace años, pero alarmantes ahora, tras la decisión de Estados Unidos y otros países donantes de recortar sus fondos de cooperación, según datos reunidos por un grupo de organizaciones humanitarias que trabajan en Siria y reproducidos por la ONU en abril. El impacto ya se está dejando sentir en todo el país y las clínicas que no se han visto obligadas a cerrar están desbordadas. La ONG Save The Children denunció en abril que un tercio de sus programas de apoyo a la nutrición en Siria habían tenido que suspenderse.

“Estos cierres llegan en el peor momento posible. Las necesidades en Siria son más altas que nunca y, sin embargo, se están suprimiendo los fondos necesarios para ayudar a los niños. No se trata solo de cifras, son niños reales, vidas reales, a los que se deja morir”, denunció Bujar Hoxha, responsable de la ONG en Siria, donde Bachar el Asad fue derrocado en diciembre tras más de una década de cruenta guerra civil.

Históricamente, “Siria nunca ha tenido problemas de desnutrición infantil”, afirmó en un comunicado Yasmine Lababidi, jefa del equipo de nutrición y alimentación escolar del Programa Mundial de Alimentos (PMA) en Damasco. Incluso en medio del conflicto, los niños permanecían relativamente protegidos, gracias, en gran parte, a los sacrificios que han hecho los adultos en estos años. Pero tras el larguísimo conflicto, el colapso económico, una pandemia mundial, el devastador terremoto de 2023 y las secuelas del conflicto en Líbano en los últimos meses de 2024, la situación en Siria ha cambiado drásticamente, según esta organización de la ONU.

Trabajo en el campo y gano tres dólares al día (2,7 euros). Así que tengo que pedir dinero prestado a mis parientes para dar de comer a mis hijos

Farida Al Alloush, madre siria

El PMA calcula que en el país hay 13 millones de personas, es decir, más de la mitad de la población, que pasan hambre. Pero en 2024, el PMA solo logró asistir a 3,6 millones de personas en Siria, es decir, 49% menos que el año anterior, debido a los recortes de fondos sufridos. Esta organización alertó hace algunas semanas que sin nuevos fondos tendrá que interrumpir la asistencia alimentaria a un millón de las personas que lo necesitan.

Nueve de cada 10 personas en la pobreza

El padre de Alaa al Sayed, un niño de cuatro años que vive en Maarat al Numan, en el sur de Idlib, murió en la guerra en 2023. Esta pérdida hizo que los recursos de la familia disminuyeran de manera importante y el hambre irrumpiera en sus vidas. El peso y la altura de Alaa están muy por debajo de la media de su edad y el niño sufre debilidad y mareos constantes. Un médico lo revisó y determinó que se debía al hambre. “Mi hijo necesita medicamentos y suplementos nutricionales, pero no puedo permitirme comprarlos porque nuestra situación económica ha empeorado tras la muerte de mi marido”, dice su madre, Farida al Alloush. “Trabajo en el campo y gano tres dólares al día (2,7 euros), que no bastan para nuestras necesidades básicas. Así que tengo que pedir dinero prestado a mis parientes para dar de comer a mis hijos”, agrega, explicando que a veces solo pueden comer una vez al día, al final de la tarde.

Poner en la mesa un plato de comida con todos los nutrientes necesarios es una carga que demasiadas familias no pueden hoy asumir

Ali Al Qassem, pediatra

La desnutrición crónica causa daños irreversibles en el desarrollo físico y cognitivo de los niños, repercute en su capacidad de aprendizaje y productividad, con consecuencias que pueden afectarles para el resto de sus vidas. “Toda una generación de niños en Siria está pagando el precio de la guerra con su salud, mermada por el hambre, las enfermedades, la pobreza o los desplazamientos”, insiste Ali al Qassem, pediatra en Alepo, en el norte de Siria.

Según Unicef, en este momento nueve de cada 10 personas viven por debajo del umbral de la pobreza. La falta de nutrientes comienza con la lactancia, insuficiente o interrumpida debido al conflicto o a la mala alimentación de las madres, estima este doctor, quien alerta también de la introducción demasiado rápida de la leche de vaca en la alimentación de los bebés, lo que genera en muchos casos alergias, diarreas o anemias.

La doctora Hala Daoud, jefa del programa de nutrición del Ministerio de Salud sirio, asiente y explica que muchas mujeres sirias sufren desnutrición durante el embarazo y la lactancia, lo que priva a un gran porcentaje de ellas de amamantar a sus hijos, pero al mismo tiempo no tienen medios económicos para comprar leche en polvo.

“Muchas personas en Siria dependen de la ayuda humanitaria para comer y carecen de verduras, frutas y carne en sus comidas. Poner en la mesa un plato de comida con todos los nutrientes necesarios es una carga que demasiadas familias no pueden hoy asumir”, concluye Al Qassem.



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