Ximena Caminos, una argentina residente en Miami desde el 2012, con una amplia trayectoria comisariando proyectos en el Malba (Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires) y 15 años al frente de Faena Art, siempre ha creído que el arte era una herramienta poderosa para impulsar el cambio. Un día se le ocurrió lo que al principio calificó de “locura”: restaurar el ecosistema marino de Miami con arrecifes artificiales al tiempo que creaba un parque de esculturas acuático. Era una forma de combinar su pasión por el arte con su preocupación por el medioambiente.

El hecho de que se tratara de un proyecto colosal y extremadamente ambicioso no empequeñeció a Caminos, que afirma que los retos son su principal motor. Según cuenta en una entrevista vía zoom, llegado a ese punto de su carrera, ya había logrado en gran parte sus objetivos profesionales: había trabajado con muchos de los artistas que más admiraba en el mundo, había diseñado y dirigido el programa de importantes instituciones culturales “y sentía que no quería estar en el negocio de traer al mundo cosas que el mundo no necesita”. Tras muchos años al frente de Faena Art, se tomó un año sabático para reconectar con su esencia, y fue entonces cuando comprendió que su vocación siempre había estado ligada al espacio público, al acto de compartir, de colaborar. Y que era a lo que quería volver a dedicarse.

Fue su amiga Francesca Thyssen-Bornemisza, muy centrada en el activismo climático, quién, durante una conversación que mantuvieron en Jamaica, la inspiró con su idea de construir un pabellón en Venecia dedicado a los océanos, a través de su organización TBA21 Academy. “Me pareció la mejor idea que había escuchado en los últimos veinte años”, explica Caminos, que afirma haber sentido que también era su llamada poner sus recursos y conocimiento al servicio de la naturaleza y elevar la conciencia de cómo protegerla e interactuar con ella. “Todo comienza en el océano y acaba en el océano”, remarca.

Junto a Colin Foord, biólogo marino, en el 2019 Ximena Caminos se animó a presentar a la Knight Foundation de Miami un extracto de lo que ambicionaba construir: un parque de arte submarino que funcionara también como arrecife artificial. La propuesta convenció al jurado y recibió el prestigioso Challenge Award, que otorga 500.000 dólares a las ideas más revolucionarias. Fue así como empezó a gestarse The ReefLine, un parque público de esculturas submarinas que se situará a unos 183 metros de la costa, visible incluso desde el cielo para quienes sobrevuelen la ciudad en avión.

'Módulos de barrera y superestructura' de los artistas OMA / Shohei Sigematsu.

El proyecto partirá desde 4th Street en South Beach y se expandirá hacia el norte, a lo largo de 11km y medio, por la costa de Surfside y Bal Harbour. La idea no es que sirva meramente como un aliciente turístico que se pueda visitar gratuitamente haciendo snorkel o piragua, si no que aspira a cumplir una función vital como arrecife artificial, fomentando la biodiversidad y ofreciendo refugio a la vida marina. “New York tiene el Empire State, París la Torre Eiffel y pronto Miami también tendrá su símbolo, The ReefLine”, afirma con entusiasmo Caminos.

The ReefLine cuenta hoy con un equipo fijo de seis personas —apoyado por destacadas compañías de consultoría— y un presupuesto de varios millones de dólares, entre ellos cinco millones aportados por la ciudad de Miami y 1,8 millones procedentes de filántropos que servirán para financiar las primeras tres fases del proyecto. El plan maestro contempla la instalación de entre 10 y 15 esculturas submarinas a lo largo de siete años, aunque el ritmo dependerá de la disponibilidad de financiación: cada instalación requiere aproximadamente cuatro días de trabajo y una inversión cercana al millón de dólares.

La primera fase tendrá lugar en septiembre, cuando se sumergirá Coral de hormigón, una instalación acuática que recrea un atasco de tráfico en el fondo del océano y en la que se distribuirán 2020 corales en el techo de los vehículos. El prototipo 3D de la obra, creada por el artista argentino Leandro Erlich, fue exhibido por primera vez durante el Miami Art Week 2024. Se acompañaba de otras dos obras que serán instaladas en el verano del 2026: El corazón del océano, una poética escultura creada por el artista italo-británico Petroc Sesti que representa el corazón de una ballena; y Miami Reef Star (la estrella del arrecife de Miami), concebida por los artistas locales Carlos Betancourt y Alberto Latorre, formada por 41 módulos en forma de estrella que filtran la luz y buscan crear un santuario vibrante para la fauna marina.

La presentación de los prototipos del proyecto fue un éxito rotundo a escala global. Según relata Ximena Caminos, llegaron a contabilizar más de dos billones de impresiones mediáticas, una repercusión tan amplia que permitió que las piezas cruzaran continentes y llegaran incluso a Ghana. Desde allí, recibieron una invitación para instalar Miami Reef Stardurante la tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos (UNOC 3), que se celebrará del 9 al 13 de junio en Niza. Además, The ReefLine ha sido elegido Legacy Partner del Comité Anfitrión de Miami para la Copa Mundial de la FIFA 2026.

“Recibimos más de cien mil visitantes, muchos de ellos niños”, cuenta Ximena. “Para mí, tan importante como generar un impacto en la naturaleza es dejar una huella en los niños, porque son ellos quienes heredarán la Tierra.”



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