El espíritu de El Eternauta sobrevoló la última manifestación de jubilados frente al Congreso argentino. “Lo viejo funciona, Milei”, escribieron en pancartas manifestantes mayores de 60 años. Esa frase popularizada por la serie de ciencia ficción ha calado en un colectivo que encarna el mayor foco de resistencia contra la motosierra del Gobierno de Javier Milei. Cada miércoles se concentran a las puertas de la Cámara de Diputados para exigir jubilaciones dignas, acceso gratuito a los medicamentos y atención médica de calidad. Cuentan que no llegan a fin de mes. Algunos tienen que seguir trabajando pese a haber superado los 70 años, incluso los 80. Otros dependen de la ayuda de sus hijos. Los hay que primero dejaron de salir a cenar fuera, luego de reunirse en el café y ahora hay noches que ni cenan; enfermos que racionan los medicamentos para que les duren más; y nuevos pobres que temen que este invierno les corten el gas por no poder pagar las facturas por primera vez en sus vidas.

Manifestantes congregados frente al Congreso en Buenos Aires.

Pasados unos minutos, los manifestantes comienzan a dar la vuelta alrededor del Congreso, en una ronda similar a la que iniciaron en 1977 las Madres de Plaza de Mayo contra la dictadura. “Cuidado, porque ahora la cana (la policía) nos ataca con gases”, advierte una jubilada a los que ve que participan por primera vez. La tensión escala con rapidez. Los policías, armados y blindados, levantan los escudos para impedir que un puñado de hombres septuagenarios salga en ese momento del cordón y persiguen a los bastonazos a los que desobedecen la orden de cortar la calle. Entre los insultos que reciben hay uno que se ha sumado en las últimas semanas, “cascarudos”, en referencia a los bichos gigantescos inventados por Héctor Oesterheld y dibujados por Francisco Solano López en la novela gráfica que inspiró la serie.

Los manifestantes atrapados en el cordón de la policía.

Personal médico, fotógrafos, defensores de derechos humanos y varios manifestantes llevan máscaras —como el protagonista de El Eternauta, Juan Salvo— para protegerse de una amenaza más cercana que la nevada tóxica: los gases lacrimógenos que lanzan los agentes antidisturbios a los que bajan de la acera. Se propagan con rapidez y afectan a todos los que están en la zona.

Las protestas de los jubilados comenzaron mucho antes de que Milei llegara al poder. Fueron muy significativas en los años noventa, cuando Carlos Menem congeló las pensiones; repuntaron con el cambio de fórmula de actualización propiciado por Mauricio Macri y volvieron a crecer al final del Gobierno de Alberto Fernández, cuando los ingresos perdieron la carrera contra una inflación que escaló por encima del 200% anual.

Un jubilado choca con el cordón de las fuerzas de seguridad para impedir el paso durante la protesta que se realiza todos los miércoles.

Los más veteranos destacan que su situación empeoró más con Milei, en especial porque retiró muchos medicamentos que antes eran gratuitos, autorizó grandes aumentos en los seguros médicos y aumentó el precio del transporte, la luz, el gas y el agua, que durante años estuvieron hipersubvencionados por el Estado. Auguran un futuro muy difícil para todos aquellos que no hayan cotizado al menos 30 años a la Seguridad Social, una realidad que afecta a nueve de cada diez mujeres en Argentina: el Gobierno les cerró la puerta de la jubilación y sólo podrán aspirar a una pensión universal para adultos mayores, equivalente hoy a unos 200 dólares, el 80% de la jubilación mínima.

Otra novedad de la gestión de Milei es la violencia con la que reprimen a los manifestantes. “Quieren que tengamos miedo y dejemos de movilizarnos”, sugiere como hipótesis Rubén, un jubilado de 72 años. Fernando, de 75, coincide, pero cree que “nadie se salva solo” y los que regresan cada semana para manifestarse lo hacen porque tienen más miedo “de quedarse sin plata para medicamentos o incluso sin techo”.

Las imágenes de jubilados golpeados han indignado a muchos argentinos y distintos colectivos han comenzado a sumarse a ellos los miércoles. En marzo fueron los hinchas de los clubes de fútbol y después pasaron también sindicatos, empleados estatales, docentes, y trabajadores informales, entre muchos otros. Un miércoles más, la concentración terminó con represión policial y manifestantes heridos, entre ellos el padre Paco Oliveira. EL PAÍS recogió los testimonios de cuatro participantes:

Carlos Dawlowfki, 75 años: “Queremos una jubilación que nos permita vivir en paz”

Carlos Dawlowfki, durante la protesta de jubilados.

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y lleva una década jubilado tras haber trabajado 30 años en el Correo Argentino. Aunque él y su mujer suman dos jubilaciones y tienen una casa propia, necesitan la ayuda de sus dos hijas para sobrevivir. “Las jubilaciones en este país siempre estuvieron mal, pero ahora están más que mal porque dejaron de incluirnos los remedios gratuitos en el PAMI (el seguro médico estatal de los jubilados)”, señala. Debido a los recortes, su gasto mensual en medicamentos se disparó hasta los 120.000 pesos (unos 100 dólares), la cuarta parte de lo que cobra como jubilación.

Este jubilado lleva la misma camiseta de Chacarita que llevaba cuando a principios de marzo lo golpeó la policía y generó una ola de repudio multitudinaria entre los hinchas de fútbol. Aún son visibles las cicatrices de sus heridas, pero él mantiene su presencia semanal en la marcha e increpa a los uniformados: “Ustedes nos pegan, pero tampoco se van a jubilar, sepanlo”. Dawlowfki opina que es falso que “no hay plata”, el lema que repite Milei para justificar los recortes, sino que “la plata que hay se la roban toda” y asegura que se moviliza tanto por él y su mujer — “queremos hacer valer nuestros derechos, queremos una jubilación que nos permita vivir en paz”— como por el futuro de sus hijas.

Juan, 73 años: “Este gobierno nos está matando”

Juan participa de la protesta de jubilados.

Juan se sostiene con un bastón y con la mano que le queda libre levanta una pancarta para pedir que se haga justicia y devuelvan los beneficios que les han quitado a los jubilados en los últimos meses. Tiene 73 años y hace ocho que se pudo jubilar tras haber trabajado en distintas compañías telefónicas, pero no quiere decir su apellido por miedo a represalias del Gobierno de Javier Milei, a quien acusa de empeorar las condiciones de vida de los adultos mayores para así acelerar su muerte: “Este Gobierno no quiere a los viejos, nos está matando poco a poco”.

Vive con su hijo y lamenta que lo que cobra cada vez se evapora antes. “A mí no me representó el anterior Gobierno, pero estaba mejor. Ahora nos quitaron el beneficio a poder tener la vida digna que nos ganamos como trabajadores. Estamos hablando que no nos alcanza ni para los alimentos, no sé cómo vamos a hacer este mes que volvió a aumentar la luz, el gas y el colectivo (autobús)”, denuncia. “Este es un país rico, pero hay cuatro vivos que se lo roban todo, por eso estamos así”, sentencia.

Julieta Aldín, 69 años: “Si no fuera por mis hijas viviría en la calle”

Julieta Aldín sostiene una de las pancartas frente a la policía.

Julieta Aldín tuvo siete hijos y alternó su crianza con una sucesión de trabajos mal pagos y sin contrato: ha sido vendedora, empleada doméstica y cuidadora de ancianos sin que ninguno de sus empleadores aportase por ella a la Seguridad Social. Aún así, como cinco años atrás estaba vigente la opción de jubilarse a través de una moratoria, pudo hacerlo y hoy recibe el beneficio estatal, aunque se le descuenta una parte por los aportes que adeuda. Lo que le queda es insuficiente y por eso, a sus 61 años, vende en la calle ropa de donaciones que le entregan en distintas iglesias. “Es la primera vez que vengo porque antes estaba en la calle vendiendo, pero la policía nos echó a todos los manteros la semana pasada y desde entonces no nos deja trabajar”, lamenta. “Si no fuera por mis hijas viviría en la calle. ¿Qué quieren que hagamos? Es durísimo y cada vez tengo menos fuerzas para seguir”, señala.

Liliana Fonsi, 62 años: “Es alevoso la plata que gastan para reprimirnos”

Liliana Fonsi, durante la protesta.

Liliana Fonsi comenzó a asistir a las marchas de los miércoles como trabajadora de la salud porque ya intuía que ella y los de su generación también necesitarían el apoyo de los más jóvenes cuando les llegase la hora de jubilarse. “Es como nos recuerda El Eternauta: Nadie se salva sólo, nos necesitamos todos para dar esta pelea”, dice. Fonsi está flanqueada por dos amigas a las que conoció en las asambleas vecinales que se formaron cuando Milei ganó las elecciones y comenzó un duro recorte del gasto público. Al comenzar la entrevista, los jubilados arrancan la vuelta al Congreso entre cánticos contra el presidente argentino y los policías que no les dejan cruzar la calle. “Es alevoso la cantidad de efectivos que disponen para reprimirnos, la gasta que están gastando en estos dispositivos y que incluso esté Gendarmería, que tendría que estar custodiando las fronteras, no aquí pegando a viejos por cortar una calle para cruzar. Ni en la era Macri se vio este nivel de represión. Hay gente que tiene miedo de venir, pero ya nos hemos convertido en un foco de sectores en lucha y cada miércoles se suma alguien. No nos van a detener”, vaticina.



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