Salió Sancet y volvió el fútbol a iluminar San Mamés. Como si de una aparición mágica se tratara, el futbolista navarro compareció en el césped en el minuto 66, porque Valverde y había anunciado que no estab para demasiados minutos y su presencia fue agua fresca en el desierto para su equipo, y la fatalidad, claro, para el Alavés, que se complica la vida con los resultados de la jornada.

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Unai Simón, Dani Vivian, Yuri Berchiche, Óscar De Marcos, Yeray Álvarez, Álvaro Djaló (Gorka Guruzeta, min. 54), Aingeru Olabarrieta (Unai Gómez, min. 54), Íñigo Ruíz de Galarreta (Mikel Vesga, min. 93), Mikel Jauregizar, Peio Canales (Oihan Sancet, min. 66) y Maroan Sannadi (Íñigo Lekue, min. 93)
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Antonio Sivera, Moussa Diarra, Manu Sánchez (Nahuel Tenaglia, min. 71), Santiago Mouriño, Facundo Garcés, Ander Guevara, Antonio Blanco (Carlos Martín, min. 76), Carlos Vicente, Carles Aleñá (Carlos Benavídez, min. 86), Jon Guridi (Pau Cabanes, min. 86) y Toni Martínez (Asier Villalibre, min. 71)
Goles
1-0 min. 70: Manu Sánchez
Arbitro José Luis Munuera Montero
Tarjetas amarillas
Álvaro Djaló (min. 32), Ander Guevara (min. 93)
Como si la alineación la hubiera compuesto Alfonso Guerra, “a este equipo no lo va a conocer ni la madre que lo parió”, el Athletic se puso a jugar ante el Deportivo Alavés con un frente de ataque inédito e improvisado. Sin rastro de los habituales titulares, Salvo Maroan, apareció con Olabarrieta, Canales y Djaló, que suman muy pocos minutos en la Liga. Las ausencias imponen cambios, también el desgaste europeo del jueves.
En la banqueta se sentaba Sancet, pero no estaba para jugar 90 minutos, así que Valverde hizo lo que pudo de medio campo hacia adelante. En el Alavés tampoco estaba el incombustible Kike García. Coudet renunciaba, en principio, a la contundencia del delantero conquense, martillo habitual de los defensas rivales.
Con ese panorama no se auguraba demasiada brillantez en el juego atacante de ambos equipos. El del Alavés acabó en el primer minuto en una acción embarullada, en la que Guevara remató de muy cerca y Unai Simón hizo alarde de reflejos. Después de ese susto se arrugó el equipo vitoriano en su campo, porque el Athletic, aunque sin pólvora, empujaba como si la tuviera.
De vez en cuando se animaba la parroquia local, o protestaba ruidosamente cada vez que Maroan era derribado en sus disputas por tierra mar y aire, y en algunos minutos llegó a ilusionarse con algunas aproximaciones peligrosas como un centro de Olabarrieta que se fue envenenando hasta obligar a Sivera a intervenir, o una combinación precisa entre Yuri y Djaló que acabó con un pase atrás del defensa que no encontró pierna que lo rematara. Ya en los últimos minutos, encadenó el equipo bilbaíno un par de ocasiones, más por insistencia que por inspiración, la mejor salió de la bota de Juregizar, que Sivera rechazó con los puños.
Pero eran gotas en el océano, nada significativo. La producción ofensiva no se correspondía con el dominio en el campo. La segunda parte seguía igual. Mejoraron algo las prestaciones los rojiblancos con la entrada de Unai Gómez y Guruzeta, pero tampoco estaba el Athletic para lanzar cohetes. Hasta que en el minuto 66 cambió todo. Sancet sustituyó al joven Canales y el partido tomó otra dimensión. No hicieron falta regates, ni acciones grandiosas. Solo la clarividencia del talentoso futbolista navarro para pensar, mandar y hacer jugar a los suyos. Solo habían pasado cuatro minutos desde su ingreso en el campo cuando recibió una pelota de espaldas junto a la línea de fondo, la bajó con el pecho y la prolongó hacia Guruzeta, que tocó lo mínimo para buscar a Maroan, que ya entraba en el segundo palo, aunque antes que el delantero alavés se interpuso Manu Sánchez para empujar a la portería en propia meta.
En su primer balón claro, Sancet sentaba cátedra, y siguió haciéndolo en los minutos que estuvo en el campo. Con el Alavés apurando sus opciones, volcado en campo rival, pero sin remate porque los centrales del Athletic lo sacaban todo, pudo gozar a sus anchas a campo abierto, girándose para encarar y buscar opciones de pase. Metió unos cuantos, para gozo de su hinchada, cuando los alavesistas dejaban desguarnecida su zaga. Fue una lección de fútbol que duró media hora el plazo que Valverde había puesto a su presencia en el campo.
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