¿Ir con un bebé a un museo es una locura? El debate sobre si los museos son o no un lugar para los más pequeños ha vuelto a animarse después de que una niña de cuatro años dañara un Rothko valorado en 50 millones de euros en el Museo Boijmans Van Beuningen de Róterdam (Países Bajos). Un punto a favor de quienes defienden la sacralidad de estos espacios culturales que, sin embargo, en muchos países, con el Reino Unido y Francia a la cabeza, son cada vez más accesibles a familias con niños, también para los menores de 0 a 2 años.
Un reflejo de ello es la reciente apertura en París de la Cité des bébés, dentro de la Cité des Sciences et de l’Industrie, un referente para los centros culturales de Francia y otros países de Europa, como Alemania, que aspiran a acoger a los más pequeños —y, por tanto, a sus familias— en buenas condiciones.
“Nuestra particularidad es que nos centramos exclusivamente en los menores de 0 a 2 años, y hacemos concesiones con niños que tienen retrasos de crecimiento. Hemos comprobado que los menores de 2 años no se comportaban igual si había niños más mayores”, explica Raphaël Chanay, director de exposiciones en la Cité des Sciences et de l’Industrie. Esta institución, que cuenta con un espacio exclusivo para los niños desde hace décadas, abrió en diciembre de 2024 una sala de 250 metros cuadrados para bebés. Se inauguró tras cerca de cinco años de experimentación con el público. Junto al centro Mille Formes, en la localidad francesa de Clérmont-Ferrand —un centro de iniciación al arte para niños de 0 a 6 años, según se describen—, son pioneros en Francia.
“Hace 30 años que trabajamos centrándonos en la etapa de 2 a 12 años. A lo largo de los años vimos que los niños solían venir acompañados por los hermanos pequeños, que no teníamos en cuenta en la ecuación. Ni sus necesidades ni la forma en la que los padres interactúan con ellos”, comenta Chanay. La idea era crear un espacio virgen enfocado al suelo, ya que para bebés que empiezan a gatear o que están empezando a andar es el principal punto de interacción, creando elementos, lugares distintos, más sensoriales, según explica. Concebido únicamente con materiales reciclados, la Cité des bébés propone además encuentros con profesionales que responden a consultas de los acompañantes o animadores que hacen lecturas de cuentos, espectáculos de danza y teatro.
A la entrada, se invita a los padres a que guarden sus móviles en una taquilla y a que dejen a sus hijos explorar, interviniendo únicamente si hay un riesgo. Chanay comenta que su voluntad es invitar a los adultos a ponerse al nivel de sus hijos y aprender con ellos, ver cómo los bebés interactúan con el entorno y los objetos en un espacio tranquilo y seguro ajeno a las prisas del día a día.
La profesora francoespañola Jessica Cendoya Lafleur investiga la estimulación temprana de los niños en museos de Francia y ha empezado a estudiar las políticas culturales hacia bebés en los museos de España. Según explica, el punto de inflexión en la toma de conciencia de este nuevo público por parte de los museos franceses se hizo más evidente después de 2018, a raíz de la publicación de un informe realizado por la psicoterapeuta infantil Sophie Marinopoulos a petición del Ministerio de Cultura galo. En el documento, la especialista alertaba de una “malnutrición cultural” en los niños debido al deterioro en las relaciones entre padres e hijos.
“Quiere decir que si a los menores no les pones cultura desde que están en el vientre de la mamá, tienes una civilización que va perdiéndose. Es fundamental que puedan tener acceso a las culturas: música, teatro, las fiestas del pueblo, las tradiciones… Un momento en el que están compartiendo algo con sus padres”, afirma Cendoya Lafleur. Para ella, los museos han entendido que hay que acoger al niño como un visitante más. “Nuestro rol de servicio público es servir de transmisor de conocimientos, y acoger a los niños nos acerca a nuestra misión institucional”, sostiene Chanay, que matiza que pese a su defensa de que los museos deben ser lugares de vida una ciudad de las ciencias no es lo mismo que una galería de arte. “Aquí tenemos derecho de correr y tocar”, recuerda.
Fundamentales en la comprensión de un mundo en transformación constante
Inglaterra ha sido también pionera en la acogida de bebés en centros culturales gracias al acompañamiento de organizaciones como Kids in Museum, que desde 2003 trabaja con museos nacionales para hacerlos más acogedores a las familias y el público infantil. “Los museos desempeñan un papel clave para fomentar el bienestar y ayudan a las personas a comprender un mundo que cambia rápidamente en una época de desinformación y de debates en línea polarizados”, comenta su directora ejecutiva, Alison Bowyer. En su experiencia, la adaptación de los museos también ayuda a los adultos a socializar, reduciendo el aislamiento que muchos padres primerizos experimentan.
La organización británica, que confirma que los niños de 0 a 3 años están empezando a ser vistos también como una audiencia específica, ha colaborado recientemente con el Baby Lab de la Universidad de Sussex para crear un documento sobre su acogida en museos y galerías. “Por ejemplo, dependiendo de si van en brazos, en cochecito o gateando, tendrán una visión muy diferente del espacio”, sintetiza Bowyer. El informe de esta universidad concluye que los bebés son capaces de participar en experiencias culturales y estéticas y que “la rica experiencia sensorial y mental que supone la visita a un museo o galería brinda una excelente oportunidad para favorecer el desarrollo perceptivo, cognitivo y lingüístico de los pequeños”.

“Los museos anglosajones son un ejemplo de buenas prácticas, especialmente museos como la Tate Modern y la National Gallery de Londres, o el MoMA de Nueva York”, comenta Susana Cortés, encargada de diseño de talleres y experiencias jugadas en museos y cofundadora de Art Stories, un proyecto de divulgación de la Historia del Arte a través de experimentación multidisciplinar. Cortés, que trabaja con museos nacionales, considera que España va muy a la zaga en esta materia, con la excepción de los centros de ciencias o nuevas tecnologías. “El Museo Thyssen es posiblemente uno de los que mejor ha intentado adaptarse con su equipo de EducaThyssen, liderando un cambio de mirada en estas instituciones. El rango 0-3 años es el gran olvidado de todos los museos, aunque en el Reina Sofía han intentado sacar alguna actividad que ha tenido gran acogida”, señala.
En su opinión, las visitas a museos con menores de 3 años no son “especialmente relevante para ellos”. “Es fenomenal para los adultos que amamos el arte tener instalaciones adecuadas para ir con peques (salas de descanso, cafetería con cosas asequibles y saludables, adaptadas a los niños, áreas de juegos inspiradas en las colecciones del museo…), y no renunciar a las visitas durante años solo por haber sido padres”, añade la historiadora de arte. Para ella, los niños de esta edad pueden incluso sufrir dentro de un museo donde no pueden correr ni explorar ni ser niño por el peligro de dañar las obras. “Este es un miedo razonable que tienen los gestores. La vida es muy larga y los menores pueden visitar museos más adelante”, prosigue Cortés, “pero hay que hacer un esfuerzo, sin dudarlo, en adaptar los museos a los menores de Primaria que están en la cima de su curiosidad innata, con capacidad de detenerse, mirar, deducir, comprender explicaciones y comportarse para no dañar las obras”. Cortés reconoce que España está muy retrasada en la recepción del público familiar en general, “y a años luz de acoger al rango 0-3 en particular”.
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