En Tirana, Vladimir en el taxi habla de su abuelo, un ruso también Vladimir, que no pudo llamar a su hijo con el mismo nombre porque entonces Enver Hoxha, el líder único del país, había roto con la Unión Soviética y había prohibido los bautizos con nombres rusos. “Pero cuando acabó Hoxha, mi padre no dudó en bautizarme Vladimir”, dice, y el domingo, en las elecciones generales, votará al socialista Edi Rama, el primer ministro desde 2013. “Es el que quiere Europa. Y nosotros queremos entrar en Europa”. Europa, por ejemplo, es el Giro de Italia, que colorea Albania un fin de semana, aceras de agradables calles arboladas y avenidas de ensanche racionalista y cunetas de viejas carreteras atestadas de jóvenes, gente curiosa disfrutando de un espectáculo insólito en su tierra, una capa de pintura que desaparecerá, desteñida, cuando el último ferry con la carrera zarpe de Durrës hacia Bari el lunes.
Con el Giro se irá Juan Ayuso, el español que puede ganar la carrera dentro de tres semanas en Roma. De él nadie sabe nada en Albania, tanto como en España se conoce de Albania, ni interesa lo más mínimo, pero en la Europa ciclista es la gran atracción. En los 13,7 kilómetros de la contrarreloj de Tirana marchó a más de 50 por hora, pero cedió 16s a Primoz Roglic, segundo en la etapa tras el británico Joshua Tarling, y nuevo líder. Ayuso es un favorito que, cuando la alcance, exigirá una talla más grande de maglia rosa, pues para ganar el Giro ha tomado la decisión de ganar peso, tan contraria a la intuición y a la lógica tradicional del ciclismo. “Hemos concluido que su mejor peso es 66 kilos, y no 64 como pesaba hasta ahora”, explica Íñigo San Millán, su preparador desde que tenía 18 años y entró en el UAE. “A la velocidad que se suben ahora los puertos de media hora al 8%, unos 12 kilómetros, que se acerca a los 25 por hora, son más importantes los vatios absolutos, la potencia máxima que pueda desarrollar, y no los vatios relativos, los que hacían volar a los escaladores de 50-55 kilos, que no tienen ya nada que hacer. Hay que ganar peso para ganar potencia. No tiene sentido perder peso si con cada kilo se van seis-siete vatios. Y también favorecen los kilos de más en las contrarrelojes de media hora”. Para conseguirlo, y para ganar músculo en el tren inferior que le permita subir sentado, en una posición aerodinámica que le permite ahorrar vatios valiosos, Juan Ayuso ha incrementado desde diciembre los entrenamientos de fuerza en el gimnasio, dirigido por Víctor Moreno, el especialista del equipo.
Los periodistas italianos, maravillados, todos hablan de él, casi tanto como en el Foro Itálico de Roma se habla de Carlos Alcaraz, el rival de Sinner, y todos los comparan. Jóvenes campeones. 22 años los dos. Campeones del siglo XXI. Un ciclista total, rápido en todos los terrenos, para un ciclismo total, el de la época. “Estoy con mucha ilusión sobre todo. El Giro es la única gran vuelta que aún no he corrido. He corrido ya dos veces la Vuelta, una vez el Tour y falta el Giro”, dice el ciclista. “Es especial porque a la vez que es el gran objetivo de la temporada, también es un momento bonito porque es una carrera que voy a descubrir y todo va a ser nuevo”.
A Juan Ayuso le aman en Italia como si fuera un hijo de la República porque habla italiano, porque a los 18 años pasó seis meses viviendo en Bérgamo en un equipo sub 23, y ganó el Giro Baby y dos carreras más y porque, como los deportistas italianos, deja ver bastante de su vida privada, sus besos con su novia Laura pasada la meta de sus victorias –y este año ya ha conseguido dos en su territorio, el Laigueglia en Liguria y la Tirreno-Adriático en Las Marcas pontificias–, sus besos, después, tan apasionados casi, a su perrita Trufa, la teckel de la pareja a la que el padre del ciclista llama tranquilamente su nieta. Estos detalles le dan espesor humano, carne, sentido de capricho y libertad, a la imagen de robots que empieza a pegarse a los ciclistas nacidos con el siglo, los que pesan en una balanza de precisión, al miligramo casi, lo que desayunan, comen y cenan, guiados por la app de nutrición de su equipo actualizada por el nutricionista Gorka Prieto, miden el entrenamiento al milímetro, y salen solos a la carretera porque cada uno del equipo tiene que hacer un trabajo diferente cada día, todo individualizado, entrenan el estómago para digerir más carbohidratos y llenan cuerpo y bicicleta de parches y chips que miden todo lo medible, glucosa, sudor, temperatura, latidos, vatios, coeficiente aerodinámico, gasto muscular, ritmo metabólico, lactato… Y son obedientes.
Le adoran también porque es un personaje porque les permiten crear un antiRoglic, un antagonista para el esloveno de 37 años y gorra Red Bull que amenaza con secuestra y dormir la carrera tal como hizo cuando la ganó en la penúltima etapa de 2023. Si no hay rivalidad contrastada, de estilos, de edad, de carácter, no hay carrera.
España también se ha descubierto juanayusista. Con la gracia de su talento y su trabajo, se ha convertido en la esperanza que sacará de la sosería al ciclismo español. Es un deseo. “Juan es ya la estrella del ciclismo español. Hace dos años, cuando entrenaba por Sierra Nevada, nadie le conocía, un anónimo. Ahora, en cuanto se para un segundo en la cuneta o cuando entra en el hotel, enseguida le rodean aficionados pidiéndole selfis, tocándole, admirando su Colnago V5…”, relata San Millán, que pasó el pasado fin de semana con su ciclista en la estación de esquí granadina donde entrena y duerme a 2.300m de altura. “Le veo muy bien. Ha crecido mucho con respecto al año pasado, pero aún estamos lejos de ver al mejor Juan Ayuso. Habrá que esperar hasta que tenga 25 o 26 años. Es de maduración lenta y segura, como los buenos vinos. Y ya no tiene sentido que se compare con Pogacar, que no es solo el mejor de su generación sino, quizás, el mejor de la historia. Y un prematuro como Juan, que, no se olvide, ya fue tercero de la Vuelta a los 19 años. No creo que haya ciclistas de solo 22 años con su palmarés de victorias [Tirreno, Itzulia, podio en Volta a Catalunya y Vuelta a Suiza, etapas en todas partes], pero hay que dejar al tiempo pasar. Ha madurado mucho. Sus números son muy buenos. Muy sólidos”.

No será Juan Ayuso quien le lleve la contraria. Al contrario. “Estoy mejor que nunca. Este es el año en el que, sobre todo, tengo más confianza en mí mismo. Y eso da tranquilidad y hace que todo salga un poco más fluido. No más fácil porque no es fácil nunca conseguir buenos resultados ni ganar carreras pero sí que todo eso sea más fluido y se lleve mejor”, afirma. “Objetivamente es una realidad que ha ido todo muy rápido. He dado pasos más grandes de lo que era lo normal, pero creo que aunque los haya dado rápido los he dado en firme”.
Los primeros pasos ciclistas, los que ya, cuando tenía 15-16 años, permitían adivinar, que era un campeón, un predestinado, los dio de la mano de su padre, Javier, que es economista y ejecutivo de empresa y fue su primer entrenador y aún es su agente. Ambos, de la mano, descubrieron juntos, el mundo de la fisiología, la nutrición, los vatios, los datos, el catecismo del Sky, el equipo que hace 10 años, con su lema de muchos pocos hacen un mucho, inició en cierta forma la revolución del ciclismo. Un paseo extraordinario del que Javier Ayuso habla como si lo extraordinario fuera lo previsto. “Como lo veo a diario soy el único que no nota cómo crece. Es lo esperado. Lo previsible. Con curiosidad por las expectativas que genera”, dice. “Yo he sido siempre demasiado prudente. Cuando todo el mundo le alababa yo recordaba cuántos campeones del mundo júniors dónde se han quedado, verdura de las eras. Sigue progresando lo normal, siempre teniendo en cuenta que partía de un punto muy alto”.
El paso del tiempo, la evolución de su chaval y la reacción de la afición a su avance le han hecho reflexionar a Javier Ayuso, un vallisoletano que recuerda siempre que su hijo siempre ha sido “maduro, autónomo, independiente para tomar las decisiones”. “Sigue teniendo solo 22 años y ya fue podio en la Vuelta a los 19. La juventud ha sido una bendición y una maldición, dependiendo del relato que construya la prensa: se cita su edad cuando todo va bien, qué joven qué bárbaro; y a la hora de criticarle, se olvida lo joven que es”, dice el padre del fenomenal corredor nacido en Barcelona, criado en Atlanta (EE UU) y Xàbia y residente en Andorra. “Él siempre ha hablado claro. Cuando callas te llaman soso, cuando hablas, soberbio. Si digo que no sueño, me dan palos; si soñar es malo, ¿qué digo? De un mismo personaje se pueden construir relatos diferentes”.
La necesidad del ciclismo español de tener un campeón determina la visión que se tiene de Ayuso, modelo único en el país de Bahamontes, Ocaña, Perico, Indurain, Contador, Valverde, y le obliga, como mínimo, a ganar el Giro, aunque a Vladimir, atascado con su taxi en el centro de Tirana, la verdad, su destino le importe un pimiento.
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