La ciudadanía, como bien decía Philip Pettit en su Republicanismo, siempre prefiere afanarse con sus asuntos diarios en paz, y que sean las instituciones que los representan las que resuelvan los asuntos que atañen al bien común; la ciudadanía no se moviliza, a no ser que existan razones extraordinarias. Nunca en nuestra vida hemos tenido circunstancias más extraordinarias.

Se está cometiendo un genocidio en Gaza ante nuestros ojos, la paz en Ucrania puede desembocar en el reparto de los expolios de la guerra entre los EE UU y Rusia, con Europa arrinconada; la guerra arancelaria insensata, unilateral y sus penurias, amenaza a las empresas, los trabajadores y las clases medias en Europa y en grandes regiones del mundo. Las actitudes hostiles del gobierno de Trump respecto a la Unión Europea proliferan. Y el desmontaje de los mecanismos de la democracia y de las políticas sociales en los EE UU es heraldo de lo que los antieuropeístas intentarán en nuestra región, si prosperan.

No se trata de sustituir en la calle lo que ya hacen las instituciones europeas. Pero en momentos como este hay que complementarlas y cohesionarlas para hacerles saber que, en esta situación extraordinaria, cuentan con el apoyo ciudadano, y energizarlas para que su acción sea decidida, valiente y rápida.

La contienda que se comienza a librar es por la defensa del modo de vida europeo, de las democracias sociales que se han ido construyendo en Europa en los últimos ochenta años; pero no es solamente un acto defensivo. Los ciudadanos europeos añoran una Europa que a golpe de voluntad y nuevas políticas sea una tercera potencia global frente a China y los EE UU.

Es una contienda democrática, y por eso mismo atañe a todos los demócratas, por encima de la polarización, la deslegitimación y las manipulaciones, que debería abarcar en consecuencia a todas las sensibilidades partidistas democráticas y europeístas. No será ese 84% de españoles que se sienten ciudadanos europeos (de acuerdo con el último Eurobarómetro) los que alcen su voz en la calle el día 11 de mayo a las 12 del mediodía en la madrileña plaza de Callao, pero los que allí estén se pueden sentir genuinos intérpretes de la mayoría social de España. Así está ocurriendo también en Barcelona y Zaragoza el 9 de mayo, y en Bilbao el 10.

No faltarán nuevas provocaciones a la Europa democrática y social en estos tiempos extraordinarios. Por eso, estas concentraciones no deberían considerarse un hecho puntual, sino el comienzo de una movilización ciudadana que, más que probablemente, irá tomando más y más cuerpo en el futuro.



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