El presidente de China, Xi Jinping, ha viajado a Moscú este miércoles para escenificar, una vez más, la estrecha sintonía personal y política que mantiene con su homólogo ruso, Vladímir Putin, en un momento clave para el equilibrio geopolítico global. La visita de Estado del mandatario chino coincide con la celebración histórica más importante para Rusia: los actos por el 80º aniversario de la victoria soviética sobre la Alemania nazi en la II Guerra Mundial. El viaje servirá para mostrar al mundo la solidez de una relación que ambos líderes han definido como una “asociación sin límites”. Más allá de su simbolismo histórico, la visita busca apuntalar una alianza estratégica forjada al calor de intereses compartidos “en un contexto internacional marcado por nuevas circunstancias”, ha adelantado el Ministerio de Exteriores chino.
Durante su estancia en la capital rusa, que se prolongará hasta el sábado, Xi mantendrá “comunicaciones estratégicas” con Putin sobre los lazos chino-rusos y “sobre una serie de asuntos internacionales y regionales importantes”, anunció la Cancillería china. El Kremlin, por su parte, ha añadido que ambos mandatarios abordarán “el desarrollo futuro de su asociación integral y estratégica” y que se firmarán varios documentos bilaterales. Los dos líderes se han entrevistado 45 veces en la última década; la de esta semana será la sexta ocasión desde que los tanques rusos invadieron a gran escala Ucrania en febrero de 2022.
China se ha convertido en su gran sostén económico desde el inicio de la ofensiva militar de Putin. En 2024, el valor del comercio bilateral alcanzó un récord de 244.800 millones de dólares (unos 215.500 millones de euros), un 1,9% más que el año anterior. Y aunque Pekín ha evitado alinearse explícitamente con Moscú en lo que el Gobierno chino sigue llamando “conflicto” y nunca “guerra”, Bruselas y Washington le acusan de ser un apoyo clave para el Kremlin a través del suministro de material de uso dual –civil y militar–, que sostienen está contribuyendo a mantener activa la industria de defensa rusa. La OTAN también ha calificado a China como un “facilitador decisivo” de la batalla, una etiqueta que las autoridades asiáticas han calificado de “irresponsable”. Por su parte, el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, aseguró el mes pasado, por primera vez, que Pekín está proporcionando armas a Moscú. China aún no se ha pronunciado al respecto.
La visita del presidente chino tiene lugar además en plena escalada de tensiones comerciales entre China y Estados Unidos y mientras el enfrentamiento ruso-ucranio sigue sin visos de solución a corto plazo. Para Moscú, el respaldo visible de Xi representa un valioso contrapeso al aislamiento occidental y una señal de que no está solo frente a las sanciones y la presión diplomática. Para Pekín, el viaje proyecta su disposición a reforzar alianzas en medio de la escalada arancelaria estadounidense, que ha castigado las importaciones de bienes chinos con gravámenes que ascienden al 145%. El Ministerio de Exteriores chino destaca en su comunicado que China y Rusia reforzarán su coordinación en plataformas multilaterales y “movilizarán al sur global” en defensa de un mundo multipolar y de “una globalización económica más inclusiva”.
Pese a toda esta narrativa de cercanía, la relación bilateral no está exenta de fricciones. Moscú y Pekín han consolidado su entendimiento en su rivalidad común con Washington, pero en el orden multipolar que promueven sus líderes, sus intereses no siempre convergen. El punto más caliente se encuentra actualmente en Asia meridional, donde Rusia y China apoyan a bandos enfrentados tras un repunte de la tensión entre India y Pakistán. En abril, un grupo terrorista respaldado por Islamabad mató a 26 personas en la disputada región de Cachemira, un atentado que ha reavivado un conflicto latente. El Ejército indio lanzó este miércoles de madrugada una represalia en forma de ofensiva aérea con bombardeos contra varias posiciones que definió como “terroristas” en territorio pakistaní y en la parte de esa región administrada por Islamabad.
China cultiva una alianza estratégica con Pakistán, su principal socio en la región y eje clave del corredor económico común, que conecta el oeste del gigante asiático con el mar Arábigo. Al mismo tiempo, mantiene una disputa fronteriza con la India en el Himalaya, donde se han producido varios enfrentamientos mortales en los últimos años. Por su parte, Rusia ha intensificado su cooperación militar con la India, con la que comparte además una amistad que se remonta a los tiempos soviéticos. Nueva Delhi ha sido también un aliado clave del Kremlin a pesar de su doble juego con Occidente, ya que ha permitido a Moscú sortear las sanciones a sus hidrocarburos y a la importación de tecnología al ejercer como proveedor.
No obstante, en la capital china, el viaje de Xi se interpreta como una forma de proyectar estabilidad en tiempos de incertidumbre. Frente a un Donald Trump que apuesta por lo que Pekín califica de “presión económica unilateral” e “intimidación”, el presidente chino busca mostrarse como un líder global capaz de ofrecer una alternativa. Esa imagen se reforzará con su asistencia al desfile que tendrá lugar el 9 de mayo en la Plaza Roja con motivo del Día de la Victoria, la fecha más simbólica para su anfitrión y aliado, donde estarán rodeados de otros mandatarios del sur global.
Pero precisamente la presencia de altos líderes en Moscú supondrá una preocupación adicional para Putin en su gran día, cuando se cumplen ocho décadas del final de la Gran Guerra Patria, el frente ruso de la II Guerra Mundial. Zelenski rechazó la tregua de tres días anunciada unilateralmente por el presidente ruso para celebrar la efeméride. Para Kiev, un alto el fuego debería ser incondicional y durar al menos 30 días.
El temor a un ataque ucranio durante el desfile planea sobre la capital rusa. Ucrania -país donde no hay ni un solo vuelo desde que comenzó su invasión en 2022- ha atacado por tercer día consecutivo Moscú con drones este miércoles y las compañías aéreas rusas han cancelado masivamente sus operaciones. Cientos de vuelos han sido suspendidos y más de 60.000 pasajeros se han quedado en tierra, según las autoridades rusas.
La oleada de aparatos ucranios tenía como objetivos varias fábricas y el aeródromo militar de la región de Moscú donde están desplegados los aviones que participarán en el desfile. La intensidad de los ataques ucranios ha provocado además que el vuelo a Moscú del presidente serbio, Aleksandar Vučić, interrumpiese su ruta y aterrizase en Azerbaiyán debido a la actividad de los sistemas antiaéreos en el espacio aéreo ruso. Hace seis meses, en diciembre, el fuego ruso derribó un avión comercial azerí en una ruta similar.
Sin embargo, en la Duma Estatal, la Cámara baja rusa, confían en que los contras pesarán más en la balanza para Ucrania en caso de sabotaje durante el Día de la Victoria. “Pienso que Kiev teme que, si hay un ataque durante el desfile, Pekín responderá de manera rotunda. Tiene un gran poder militar y la respuesta podría ser extremadamente dura”, ha declarado la diputada Svetlana Zhurova.
Aunque sus propuestas de paz han tenido escaso eco en las capitales europeas, China podría desempeñar un papel clave en unas futuras negociaciones. La República Popular ha evitado cruzar algunas líneas: no ha reconocido la anexión rusa de Crimea ni de otros territorios ocupados, y mantiene una postura que le permite preservar cierto margen de maniobra diplomático. Ese equilibrio, a diferencia de la postura de la Administración de Trump –que ha llegado a sugerir que Ucrania debería ceder territorio–, permite a Pekín posicionarse como un posible mediador aceptable para las partes.
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