Una crisis política del todo inesperada y sin precedentes ha estallado en Alemania, después de que Friedrich Merz, líder democristiano y candidato a la cancillería de Alemania, haya fracasado este martes por la mañana en su primer intento de ser investido en el Bundestag. Merz ha recogido 310 votos a favor, 307 en contra y tres abstenciones, con lo que se ha quedado a seis apoyos de la mayoría de escaños de 316. La segunda votación se prevé para esta misma tarde con el objetivo de cerrar la crisis cuanto antes después de una mañana frenética.
La coalición de democristianos y socialdemócratas cuenta con 328 escaños, lo que significa que 18 o han votado en contra de su propio candidato o se han abstenido. Al ser el voto secreto, se desconoce su identidad.
La sorpresa mayúscula en la votación ha sembrado el desconcierto en un Bundestag donde, en unos minutos, se ha pasado de la calma y el ambiente casi festivo de un día de relevo democrático a una agitación inédita. Nunca, desde la fundación de la República Federal en 1949, un canciller había fracasado en la primera votación, pues este es el país que se precia de su previsibilidad, y en teoría los socios de coalición llegaron al hemiciclo con todo bien atado.
El resultado ha echado por tierra la agenda del día, en la que todo estaba listo para el traspaso de poderes. El presidente federal, Frank-Walter Steinmeier, debía nombrar a Merz, antes de que este jurara solemnemente el cargo. El candidato frustrado posiblemente deberá anular la agenda internacional, las visitas este miércoles a París y Varsovia con las que quería señalar que Alemania volvía a la sala de mandos de Europa.
La votación es un revés para el canciller in péctore, en un momento de estancamiento económico e inestabilidad internacional, y también para la imagen de la primera economía de Europa, un país que hasta hace poco era ejemplo de estabilidad y moderación. Ahora se ha demostrado que tienen un Parlamento sin una mayoría sólida y con la extrema derecha como primera fuerza de oposición, con 152 diputados.

La Bolsa de Fráncfort cayó un 1,1% tras conocerse que Merz no había obtenido la mayoría. En la noche del lunes, el canciller saliente, el socialdemócrata Olaf Scholz, ya se había despedido oficialmente del cargo en una ceremonia militar. En la misma mañana del martes, los futuros ministros ya se preparaban para las ceremonias de relevo y para instalarse en sus despachos. No podrán, por ahora.
El resultado obliga a una nueva votación, en un plazo de 14 días, y en la que Merz necesitaría también una mayoría absoluta de 316 diputados. La tercera votación requeriría solo una mayoría simple, como la que ha obtenido este miércoles. Si prospera la votación de esta tarde y Merz sale investido como canciller, todo este calendario quedaría anulado.
En el ambiente enfebrecido del Bundestag ya empezaban a circular las hipótesis sobre qué ocurrirá si el líder democristiano fracasa de nuevo en la segunda ronda. Una posibilidad, que hasta hace poco habría parecido descabellada, sería ampliar la coalición a Los Verdes para tener una mayoría más sólida.


El objetivo de la coalición de democristianos y socialdemócratas, de momento, es organizar la segunda votación, sin esperar a los plazos más largos que prevé el reglamento del Bundestag. Para convocarla es necesaria una mayoría de dos tercios de la Cámara, lo que exigiría, además de los votos de la CDU/CSU y del SPD, los de Los Verdes y La Izquierda.
Los Verdes se han declarado dispuestos a apoyar el voto anticipado, explicó la diputada Ricarda Lang, expresidenta del partido. Lang calificó a quienes, en la mayoría, votaron en contra de “irresponsables”, y se preguntó por el interés de estos diputados de arriesgarse a debilitar a su propio Gobierno y ayudar al partido de extrema derecha Alternativa para Alemania.
“Me puedo imaginar dos cosas”, dijo la diputada ecologista. “Una, que hay descontento en el SPD con el contrato de coalición y con la política de nombramientos. O que una parte de la Unión [CDU/CSU] juega con fuego para dañar a su propio canciller y crear inestabilidad”.
La búsqueda de los culpables ha empezado. Democristianos y socialdemócratas consultados en el Bundestag echan la responsabilidad en el otro campo, aunque admiten que, al ser secreto el voto, es imposible saber con certeza quiénes son los culpables.
Como en las novelas de Agatha Christie, abundan los sospechosos con motivos variopintos para cometer el crimen. Alguien, en la mayoría parlamentaria de democristianos y socialdemócratas, ha querido enviar un mensaje a Merz, un político veterano que se ha creado con los años una nutrida nómina de enemigos en sus filas y en las de los rivales.
Uno de los ministros democristianos designados, en una conversación en los pasillos del Bundestag, atribuía la sorpresa a una rebelión en las filas socialdemócratas. Según estas teorías, estarían insatisfechos con la jefatura del SPD y sus nombramientos para los ministerios en la coalición con los democristianos. O querrían hacerle pagar a Merz pecados pasados, como el voto en febrero junto a la extrema derecha para endurecer las leyes de inmigración. Según un diputado bávaro, el culpable no cabría buscarlo en el campo conservador, pues sembrar el caos va precisamente, según este argumento, en contra de los valores conservadores.
Los socialdemócratas replican que, al contrario, en sus propias filas nadie señaló que iba a votar en contra, como suele suceder cuando se prepara un voto de disenso. En un referéndum entre militantes, el 85% voto a favor del contrato de coalición con los democristianos, aunque la participación fue baja, un 56%. La rebelión, según este argumento, vendría más bien de los descontentos en la CDU/CSU, que todavía no ha cerrado las heridas de los años de Merkel.
Merz, de carácter impulsivo y ubicado en el ala más conservadora y liberal nunca fue un líder especialmente querido. El resultado en las elecciones del 23 de febrero, una victoria aunque menor de lo esperado, mostró su vulnerabilidad. El giro en las semanas posteriores, cuando abandonó la defensa del déficit cero en favor del endeudamiento para invertir en defensa e infraestructuras, llevó a muchos, en su campo, a acusarle de “falta a la palabra”, de “traición” y de haberse acercado en exceso a sus futuros socios socialdemócratas. Un sector del partido, además, cree que el cordón sanitario que debe suavizarse el cordón sanitario que actualmente se aplica a AfD, partido que los servicios de inteligencia acaban de calificar como “extremista de derechas”.
El diputado democristiano Johann Wadephul, en declaraciones a la salida del hemiciclo, intentó calmar los ánimos asegurando que lo ocurrido forma parte de la “normalidad democrática y parlamentaria”. La situación “es grave”, dice el diputado socialdemócrata Nils Schmid, “pero gestionable”.
Merz, en todo caso, empieza con mal pie, tocado por el fuego amigo. Un pato cojo incluso antes de asumir el cargo.

El aspirante a canciller se reunió al término de la votación con el líder del Partido Socialdemócrata, Lars Klingbeil, designado para ser su vicecanciller. Después, ambos grupos, la CDU/CSU de Merz y el SPD de Klingbeil, mantuvieron sendas reuniones a puerta cerrada para preparar los siguientes pasos, que ahora parecen acortarse con la nueva votación prevista.
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