México ha sido el último de los grandes países latinoamericanos en lanzar una reforma para reducir la jornada laboral. Un debate, de escala global, impulsado sobre todo por gobiernos progresistas. El panorama general en las leyes de cada país marca un límite entre las 44 y las 48 horas. Casi todas las propuestas comparten también que el cambio sea gradual, para amortiguar el golpe, hasta llegar a las 40 horas. Chile ha sido la pionera. Fue una de las promesas electorales que materializó Gabriel Boric. En Brasil, el debate arrancó con un video de un recepcionista en TikTok, una campaña que luego ha recogido el Gobierno de Lula da Silva. En Colombia, el conservador Iván Duque fue de los primeros en aprobar una iniciativa gradual, que el Gobierno de Gustavo Petro está ahora teniendo problemas para ampliar. La nota discordante es la Argentina del ultra Javier Mieli, que no solo ha bloqueado cualquier avance, sino que busca flexibilizar los horarios para trabajar más horas.

El debate sobre la reducción de la jornada lleva años presente en Europa. No es casual que las principales economías latinoamericanas estén liderando la debate regional. Los estudios comparados señalan que las rebajas en el tiempo de trabajo son más acusadas en los países más ricos que en aquellos con un PIB inferior. La principal crítica, lanzada principalmente por las patronales, es el riesgo sobre la productividad. Sobre todo en mercados laborales dominados por el sector servicios, de bajo valor añadido, con ratios de productividad muy bajos, escasos márgenes y condiciones laborales precarias. En el otro lado de la balanza, algunas pruebas piloto de reducción del tiempo de trabajo, realizadas sobre todo en Europa, han dado resultados positivos tanto para la salud de los trabajadores como para la productividad de las empresas. Organismos como la Organización Internacional del Trabajo (OIT) también aseguran que las jornadas de trabajo más largas son menos productivas y viceversa.

México, segunda intentona

La presidenta, Claudia Sheinbaum, anunció este Primero de Mayo, día de los trabajadores, que prepara una reforma para reducir paulatinamente la jornada laboral hasta llegar a las 40 horas semanales en el año 2030. La propuesta no es nueva. Morena, el partido que aupó al poder al primer presidente de izquierdas en el país, hizo un primer intento en 2022, pero la propuesta encalló en el parlamento ante el rechazo de la oposición y los empresarios. Ahora, con el dominio absoluto de ambas cámaras por parte del oficialismo, Sheinbaum vuelve a intentarlo en un momento especialmente delicado, dada la guerra comercial lanzada por Donald Trump y los pronósticos de una desaceleración económica, cuando no una recesión.

El secretario del Trabajo, Marath Bolaños, ha hecho mucho hincapié en la importancia de abrir un diálogo profundo con empresarios, sindicatos y trabajadores. Las principales patronales ya han adelantado que para ellos “no es el momento”. México, con una jornada semanal marcada en 48 horas, es uno de los países donde los trabajadores dedican más tiempo de sus vidas a sus empleos: 2.226 horas al año, una cifra superior respecto a Costa Rica, Chile, Israel o Rusia, según datos de la OCDE. La última vez que se realizó una modificación a la jornada laboral en México fue en 1917, hace más de un siglo.

Chile, el pionero

La ley de una jornada laboral de 40 horas es una de las promesas de campaña de Gabriel Boric que logró ver la luz. En abril de 2023, el Congreso aprobó la iniciativa que fue presentada en 2017 por las entonces diputadas comunistas Camila Vallejo y Karol Cariola, compañeras de ruta del mandatario de izquierdas. En los seis años de discusión participó el Ejecutivo, los sindicatos y el sector empresarial. La aplicación de la reforma al Código del Trabajo es gradual y garantiza normas que amparan al trabajador, como la prohibición a los empleadores para reducir el sueldo una vez que se imponga la reducción completa. Su implementación total tendrá un plazo máximo de hasta cinco años, en 2029: de 45 a 44 horas el primer año de publicada la ley, 42 al tercer año y 40 al quinto. Esta semana, precisamente, se cumplen dos años desde que se puso en marcha la normativa que beneficia de forma directa a unos 4,7 millones de empleados, de una población activa de casi el doble. Las empresas, de todas formas, pueden adelantar la reducción y aplicar jornadas más cortas antes de las fechas establecidas.

Colombia, una reforma ya en marcha

En Colombia, una ley de 2021 determinó una reducción escalonada de la jornada semanal, entonces de 48 horas, para llegar a 42 horas en 2026. Actualmente, es de 46 horas y el próximo 15 de julio bajará a 44. La decisión, que impulsó el Gobierno de derechas de Iván Duque, salió adelante sin gran debate político, lo que contrasta con la tensión política actual por un proyecto de otras mejoras laborales que ha impulsado el presidente Gustavo Petro y que el Congreso ha rechazado. El mandatario busca que el debate se zanje en las urnas, mediante una suerte de referendo o consulta popular, que se ha convertido en el principal asunto de la agenda política del país. Entre sus propuestas están el aumento del pago por trabajar en domingos y festivos del 75% actual a un 100%, y la ampliación de las horas que se consideran nocturnas e implican un sobrepago del 35%.

Brasil, un debate abierto TikTok que ya abraza el Gobierno de Lula

Brasil también está inmerso en el debate sobre la reducción de jornada, que la ley fija en 44 horas semanales máximo. Avanzar hacia el fin de la llamada jornada 6×1 (seis días de trabajo por uno libre) ha sido uno de los grandes temas de este 1 de Mayo tanto para los sindicatos como para el Gobierno. En su mensaje con motivo de la conmemoración, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva afirmó que “es hora de que Brasil dé ese paso, escuchando a todos los sectores de la sociedad, para permitir un equilibrio entre la vida profesional y el bienestar de los trabajadores y trabajadoras”. El mandatario apuesta por abrir el debate, sin propuestas concretas. Sin embargo, miembros de su Gobierno han apuntado a una reducción gradual hacia las 40 horas semanales. La patronal sostiene que encarecerá el empleo.

La discusión para eliminar en Brasil la jornada 6×1 no nació en el Congreso ni en el Gobierno, sino en TikTok. Un ciudadano de a pie, el recepcionista y vendedor Rick Azevedo, de 31 años, grabó en 2023 un vídeo en el que comparaba ese régimen de un solo día libre a la semana con la esclavitud moderna. Resultó un exitazo al sintonizar con una multitud de descontentos y se tradujo en el movimiento Vida Além do Trabalho (Vida más allá del trabajo). A lomos de ese triunfo, Azevedo fue elegido en 2024 concejal en Río de Janeiro por el Partido Socialismo y Libertad (PSOL), a la izquierda del Partido de los Trabajadores de Lula. Una de sus diputadas, Erika Hilton, ha presentado una propuesta de enmienda constitucional para reducir la jornada máxima de 44 a 36 horas semanales, pero tiene escasos visos de salir adelante.

La Argentina del ultra Milei, a contracorriente

El debate por la reducción de la jornada laboral estaba vivo en Argentina hasta 2023, cuando fue electo el ultraderechista Javier Milei como presidente. La normativa vigente data de 1929 y establece que la jornada de trabajo no debe superar las 8 horas diarias o las 48 semanales (incluyendo los sábados). El presidente ultra intentó relajar esa regulación mediante un decreto que, entre otras cosas, establecía como único límite un descanso de 12 horas entre un día de trabajo y el siguiente. La Justicia declaró la inconstitucionalidad de la reforma laboral decretada por Milei y la dejó, por el momento, en suspenso. Ahora el Gobierno busca avanzar en la misma dirección a través de un proyecto de reforma laboral presentado en el Congreso. En Argentina, el desempleo subió casi un punto durante el primer año de Milei en la Casa Rosada y llegó al 6,4% a fines de 2024, mientras que la tasa de subocupación fue del 11,3%. Pero el verdadero problema del mercado de trabajo es la informalidad, que llega al 42% de la población ocupada, según los datos oficiales.

Con información de David Marcial, Antonia Laborde, Juan Esteban Lewin, Naiara Galarraga y Javier Lorca



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