Han ido cayendo alicientes en la Caja Mágica de Madrid, donde a los sucesivos reveses que ha ido llevándose el torneo —ausencias de Carlos Alcaraz y Paula Badosa, caída de Novak Djokovic— se sumó el histórico apagón del lunes. “Se han juntado unas cuantas cosas”, concede Maite, visitante del distrito de Arganzuela y fiel seguidora del tenis. “Pero ahora nos quedan las chicas, ¿eh? Porque con los chicos últimamente es difícil acertar, pero con ellas ha cambiado la cosa”, agrega la aficionada, refiriéndose a la regularidad ofrecida en estos cinco primeros meses del curso por las jugadoras, en contraste con la oscilación y las sorpresas que ha deparado en las últimas fechas el circuito masculino, hasta hace no mucho terreno firme, hoy resbaladizo. Muy incierto. Porque más allá de Jannik Sinner y Alcaraz, dos certezas con sus singularidades, caso del segundo, el presente describe mucha curva. Difíciles los vaticinios.
¿Acaso alguien podía imaginarse a Jack Draper o Jakub Mensik coronándose en la gira norteamericana de marzo, Indian Wells y Miami? ¿O a Holger Rune en el Godó de Barcelona? ¿Quién iba a decir que Djokovic iba a descender hasta el quinto puesto del ranking, o que fijos como Casper Ruud o Stefanos Tsitsipas iban a desaparecer del top-10? Bailan los tenistas de la planta noble de la ATP, entradas y salidas prácticamente semanales, mientras la WTA va aproximándose allí donde pretendía porque después de Serena Williams, del larguísimo reinado de la norteamericana, va asentándose un núcleo duro reconocible y lineal, cada vez más robusto. Profetizaba Àlex Corretja en enero: “Percibo un cambio de energías, habrá caras nuevas y sorpresas. La nueva generación ya está liberada”. Y el tiempo le concede la razón.
Hasta hace no demasiado, se repetía en los análisis un mantra despectivo asociado al tenis femenino, destacando la inestabilidad de las jugadoras por encima del atractivo de la alternancia, así como la ausencia de referentes; y, a la inversa, el poderío de Djokovic, Nadal y una segunda línea consolidada eran objeto de elogio por parte de la crítica, pese a que el transcurso de los torneos fuera más bien previsible y que rara vez se produjera una campanada o irrupciones refrescantes. Sin embargo, son tiempos de cambio. “Y era exactamente lo que necesitábamos”, celebran en el seno de la WTA, ciñéndose a la hegemonía de Aryna Sabalenka e Iga Swiatek, y a la constancia adquirida por Jessica Pegula, Coco Gauff o un novedoso y sugerente atractivo: la joven Mirra Andreeva.
Expresa el desarrollo del torneo de Madrid el nuevo escenario, con cinco de las diez mejores tenistas del momento en el cartel de los cuartos, por tan solo dos representantes entre los chicos. A la mano firme de las dos más fuertes han ido sumándose perfiles cada vez más sólidos —también en la clase media— y rara es la vez que las principales candidatas no progresan hasta las cotas finales. Independientemente de la cifra de títulos, Sabalenka (26 años) y Swiatek (23) continúan afianzándose y pese a que no haya logrado ningún trofeo desde hace casi un año, la segunda ha alcanzado al menos los cuartos en los ocho torneos en los que ha participado en este curso. La bielorrusa, por su parte, ha firmado cinco finales y tan solo se extravió en el desierto árabe, Doha y Dubái, donde sufrió un bache que enseguida rectificó.
Uniformización
“¿Quién dirá ahora que la WTA es aburrida?”, reivindicaba hace un año Swiatek en la Caja Mágica, después de una maravillosa final de más de tres horas frente a Sabalenka. En contraposición, Andrey Rublev triunfó ante Felix Auger-Aliassime en un insípido desenlace del que poco recuerdo queda, más allá de la necesaria inscripción en el historial. Ni el ruso ni el canadiense sobreviven en la presente edición, en la que el programa de los cuartos de final propone nombres sorprendentes como los de Matteo Arnaldi (44º), Francisco Cerúndolo (21º) o el propio Mensik (23º), este último prácticamente anónimo a ojos del gran público; aún más desconocido es el canadiense Gabriel Diallo (78º).
Hasta ahora, el 2025 ha propuesto 22 ganadores diferentes en los torneos disputados en el circuito de la ATP, por las 18 vencedoras registradas en el de la WTA. Se subraya así la uniformización de las dinámicas de uno y otro circuito, aunque con tendencias divergentes. Conforme aumenta la regularidad entre las chicas de la zona alta, también crece la imprevisibilidad entre los chicos. Ni Zverev, ni Taylor Fritz ni Djokovic —los tres cabezas de serie, una vez que Alcaraz (2º) dio un paso a un lado— constan ya en el mapa del torneo, mientras que Sabalenka, Swiatek y Gauff —tres de las cuatro primeras— siguen brillando con fuerza.

Después de la tiranía de los tres gigantes y Andy Murray, acaparadores en casi todos los escenarios, todo se abre. “Están creciendo muchos jugadores, el nivel es muy alto. Quizá Sinner, Alcaraz, Djokovic y Zverev pueden tener algo más, pero ahora todo el mundo puede ganar, porque todos están jugando muy bien. Tenemos más oportunidades, pero cada partido es más difícil, una guerra. Esto es bueno para todos y para mí”, señalaba Cerúndolo el miércoles. Y comparte la opinión Zverev, quien asegura que hoy por hoy es más complicado romper la barrera para estar entre los diez mejores.
“Es mucho más difícil. Antes, recuerdo que cuando llegué al top-10 por primera vez, en 2017, esa franja era muy fuerte y teníamos a los cuatro mejores jugadores del mundo, con Novak, Rafa, Roger, Andy, Stan, Del Potro y todos esos… Pero yo diría que el nivel del 10 al 20 y del 20 al 30 era mucho más bajo; el de lo más alto de la cima era increíble, pero ahora todo lo demás es más difícil”, resuelve el alemán, mientras Alexander Bublik se dirigía al juez durante el duelo contra Mensik, tratando de dar con un razonamiento: “¿Recuerdas lo fácil que era el tenis hace cinco años? Había un montón de tíos random en el top-50 que no podían casi ni moverse. Ahora este tío [refiriéndose a Mensik] no es ni top-10 y juega así de bien. ¿Qué narices es esto?”.
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