En una columna que escribió hace unos años, Juan Pardinas contaba que, una vez, Fidel Herrera intentó robarse un cenicero de la sede del Banco de España. Por entonces cónsul de México en Barcelona, Herrera acabó por desistir: su acompañante amenazó con llamar a seguridad. Priista de colmillo añejo, veterano de mil batallas, el viejo político, exgobernador de Veracruz, que vivía su retiro dorado en España, sacó el cenicero de la bolsa y lo dejó donde estaba. No se supo mucho más del asunto, ni siquiera si ocurrió tal cual. Pero la mala fama que había acumulado en décadas de vida pública invitaba a pensar que aquel episodio suponía el menor sus pecados.

Ha muerto el filósofo de Nopaltepec, así lo conocían. Herrera nació en la cuenca del río Cosamaloapan, en Veracruz, tierra de caña y fandango, no muy lejos de Tlacotalpan, patria de Agustín Lara. Tenía 76 años y vivía apartado de la vida pública desde hacía varios, consecuencia de padecimientos médicos de los que nuca se acabó de recuperar. Representaba al penúltimo PRI, aquel que creció bajo el ala de Luis Echeverría y compañía y se hizo fuerte en los últimos quince años del siglo XX. Dicen las malas lenguas que fue el mismo Echeverría quien lo propulsó al interior del partido, enamorado de su oratorio. Pero, como el cenicero, es difícil saber si aquello ocurrió en realidad.

Diputado federal en las décadas de 1970, 1980 y 1990, asesor del Secretario de Gobernación de Carlos Salinas, Jorge Carpizo, Herrera conocía bien las tuberías del Estado. Gustaba de impresionar a los jóvenes y lo mismo declamaba un poema de Amado Nervo, que cortejaba a estrellas de Hollywood para que llegaran a su estado a grabar. Hay fotos del político con Mel Gibson, cuando el actor y director grabó Apocalypto en Veracruz y Herrera fungía de gobernador, los dos sonriendo, dándose la mano, muy contentos.

Los años oscuros de Veracruz, la violencia con que Los Zetas impusieron su ley de plomo y horror en el Estado, iniciaron bajo su mandato. La sospecha de que Herrera habría permitido operar al grupo en la región nunca lo abandonó. José Carlos Hinojosa, viejo colaborador del antiguo paraguas criminal de Los Zetas, el Cartel del Golfo, declaró en una corte en Estados Unidos en 2013, que le envió 12 millones de dólares al político para su campaña a gobernador, allá por 2004. Herrera siempre lo negó.

Años más tarde, cuando se trasladó a España, la sospecha se actualizó. La policía española documentó la relación entre Herrera y Simón Montero Jodorovich, miembro de una célebre estirpe de narcos centroeuropea que se asentó en Cataluña en los la década de 1930, y que estaba siendo investigada por tráfico de drogas, blanqueo de capitales y tenencia ilícita de armas. La policía documentó igualmente la relación entre el político y el enlace de Los Zetas en España, Juan Manuel Muñoz Luévano, alias Mono Muñoz, arrestado hace nueve años en Madrid.

Las reacciones a la muerte del político se han sucedido la tarde de este viernes, mensajes asépticos en redes sociales, como el de la gobernadora de Veracruz, la morenista Rocío Nahle, que ha escrito: “A nombre del pueblo de Veracruz y de una servidora, extiendo las sentidas condolencias a familiares del exgobernador Fidel Herrera Beltrán ante su sensible fallecimiento. Fue un destacado político y representante de Veracruz en varios escenarios de la vida pública”.

También lo ha hecho, desde prisión, su pupilo, Javier Duarte, condenado hace años por varios delitos económicos, tan controvertido como su padrino político. “Fue mi director de tesis en mi licenciatura, mi testigo en mi boda, el padrino de bautizo de mi primer hijo, mi jefe, mi maestro y mi amigo. Hombre de una inteligencia y habilidad excepcional reconocida por propios y extraños”, ha dicho.



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