Contaba Casper Ruud el día previo que esto del tenis en ocasiones agota, que eso de ir de aquí para allá, día tras día, semana tras semana y año tras año acaba convirtiéndose en algo así como una rueda sin fin. Pura rutina, interminable la frustración. La búsqueda de un ideal que jamás llegará. “En este deporte hay que aprender a ser un buen perdedor”, apostilla Alejandro Davidovich. Y últimamente, al nórdico le pesaba su profesión. “Mentalmente no me he sentido del todo bien”, admite, al tiempo que dice sentirse mucho mejor hoy, gracias a la ayuda y a un ajuste de las expectativas: “No puedes pensar que vas a ganar cada torneo”. Y así es, aunque en Madrid se le ha puesto a tiro la gloria. Solo Jack Draper o Lorenzo Musetti pueden privarle de ella en la final de este domingo (18.30, Teledeporte y Movistar+).
Muy irregular en el primer tercio del curso, Ruud, 26 años y decimoquinto del mundo, parece haber reencontrado el camino hacia un buen lugar. Lógico, por otra parte, teniendo en cuenta que sucede el giro en su hábitat, la tierra que tan bien le sienta y que tantas alegrías le ha reportado; en concreto once, los títulos que ha obtenido sobre una superficie en la que ningún tenista ha logrado más victorias que él a lo largo del último lustro; son 124, por las 95 de Stefanos Tsitsipas y las 90 de Carlos Alcaraz. Si tenía que levantarse era aquí, pese a que nunca hubiera llegado tan lejos en la Caja Mágica. Será su primera final y son ya 18 en arcilla, de modo que sólo Novak Djokovic, 34, contabiliza más que él entre los jugadores que siguen en activo; quedan por detrás Stan Wawrinka, Alcaraz y Alexander Zverev, los tres 14.
Discreto, sencillo y sumamente profesional, Ruud parece tener algo de maldito. Se quedó a un tris de alcanzar el número uno y perdió tres grandes finales, las de Roland Garros (2022 y 2023) y el US Open (2022). También cedió en los desenlaces de otros escenarios mayores como Miami o Montecarlo y, pese a ser prácticamente un fijo del top-10, su popularidad nunca se ha llegado a disparar. No le importa en exceso. “Está muy bien que haya diferentes personalidades en el circuito. Yo soy muy tranquilo desde que era más joven, y al final me di cuenta de que mi nivel sube cuando estoy plenamente concretado en mi juego, sin importar lo que pueda pensar la gente”, apunta.
Y amplía: “Si continúo esforzándome, al final resultaré atractivo para los aficionados. Sé que el deporte también es negocio y entretenimiento, pero a mí lo que más me gusta es ver a deportistas compitiendo al máximo. Así lo veo yo y así seguiré, manteniendo la calma mientras sea posible”.
Rifirrafe y espalda
Rara esa escena del duelo con Cerúndolo, al irse hacia la silla del juez y recriminarle su permisividad con algunos sonidos que emite la grada de la central madrileña justo cuando él va a sacar: “Sé que lo haces lo mejor que puedes, pero decir ‘por favor, no lo vuelvas a hacer’ no es suficiente”. En todo caso, resuelve ante el argentino y se reanima. El triunfo (6-4 y 7-5) le devolverá el lunes a la franja de los diez más fuertes del circuito y el domingo —una vez resuelta la final entre Aryna Sabalenka y Coco Gauff, este sábado a las 18.30— tendrá la oportunidad de capturar su trofeo más valioso.
Once de los doce que ha alzado hasta ahora tienen el marco de la arcilla, donde adquieren mayor brillo todas sus virtudes. Desde 2020, nadie ha disputado más finales (17) ni ha ganado más premios que él. Niega una y otra vez a Cerúndolo —salvando 15 de las 18 bolas de rotura que afronta— y desembarca en la final sin haber entregado un solo parcial a lo largo del recorrido, en el que apeó previamente a competidores de la talla de Taylor Fritz o Daniil Medvedev. No le frenan unos problemillas en la espalda. Dice Ruud, siempre aplicado y siempre en un segundo plano, que en ocasiones se siente como un hámster en la rueda y que el sistema es sencillamente el que es, no hay más remedio; así que se endereza él y se desafía a sí mismo: “Es un error muy humano no salir de la zona de confort. Todavía tengo que ser mejor, aún tengo que aspirar a más”.
GRANOLLERS, A POR OTRO BOCADO
A. C. | Madrid
A falta de pegada individual, el tenis español encuentra este año en Madrid la alternativa del dobles. Por primera vez en la historia del torneo, ningún representante nacional figuró en el cartel de los octavos, pero a falta de bazas, brilla de nuevo la dupla formada por Marcel Granollers y Horacio Zeballos.
El catalán y el argentino vencieron este viernes a los alemanes Kevin Krawietz y Tim Puetz (7-6(6) y 7-5 en 1h 45m), y disputarán por segunda vez la final, después d haberse adjudicado el título madrileño en 2021. Será la décima en un mil, con un balance de ocho triunfos y solo una derrota.
Este sábado (15:30) se enfrentarán al salvadoreño Marcelo Arévalo y el croata Mate Pavic, los números uno.
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